viernes, 23 de octubre de 2015

Southern Bastards - La Columna de Logan.



¡Qué genial que la columna de hoy no se haya prendido del –tardío, si fuera esta mañana- entusiasmo que generó la fecha auto-denominada “Día de Volver al Futuro”, ¿no?! Porque seguramente, como yo, ya deben tener las bolas por el suelo del tema. No, amiguitos, hoy retomamos la sana costumbre de recomendar un comic mainstream del norte, de esos que van por afuera de lo que marca la cronología de Marvel y D.C. Comics. Y siendo así, una vez más, como ya lo hice infinidad de veces, vuelvo a tocar la puerta de esa editorial que tantas alegrías nos da: Image Comics. Y esta vez nos trasladamos al estado de Alabama, muy cerca de Luisiana, a quien ya le di un espacio en este sitio, específicamente a la localidad ficticia de Craw County, donde se desarrollarán una serie de shockeantes eventos, los cuales conoceremos de la mano de Jason Aaron y Jason Latour, la pareja encargada de llevar adelante Southern Bastards.


Pecados de mi Padre

No, no estoy por retomar el documental del 2009 homónimo relacionado con Pablo Escobar, no. El narcotraficante colombiano ya tuvo su espacio en ese formato en el sitio hace un tiempo, y fue más que suficiente. El título de este párrafo se corresponde al plot que dispara el primer arco argumental que Aaron y Latour desarrollan en Southern Bastards, y que tiene como eje y protagonista a Earl Tubb, quien regresa a su pueblo natal luego de 40 años para preparar una mudanza del mobiliario de la casa que otrora fuera de su padre y terminó en manos de su tío, el cual recientemente tuvo que ser internado en un asilo producto de un paro cardíaco que lo indispuso físicamente.

Here was a Man” lleva entonces por título la primer saga que engloba los 4 números iniciales de esta serie regular que comenzó su andadura en abril del año pasado, la cual, para nuestra sorpresa, no va a tener como protagonista al pueblo antes mencionado, Craw County, ni iremos conociendo pormenores y pesares de la vida en el sur de Alabama. Earl en su regreso se encontrará, sí, con un viejo amigo al que con los años le perdió afecto, y deberá enfrentar nuevamente la gigantesca sombra que proyecta su padre sobre su vida, aún muerto, y llegado cierto punto tendrá que lidiar con el pesar de retrucar el pasado y el “legado” que su viejo le dejó, o ceder al mismo y aunarse con todo aquello que repelió durante su niñez y adolescencia, y que terminó por catapultarlo a la mismísima guerra de Vietnam para tomar distancia.

Southern Bastards es una cruda vidriera de la violencia sin-sentido en la que estamos inmersos como sociedad, con un marco apropiado –una población de cobardes e ignorantes olvidada por Dios y por el resto del mundo que tolera la cotidianeidad gracias a la existencia del fútbol americano- y un puñado de personajes secundarios que irán desfilando sin prisa pero sin pausa, y que tarde o temprano tendrá su oportunidad de lucir… aunque, claro está, tratándose de Southern Bastards aquí nadie “se luce”, los personajes que logran imponerse por encima del resto son una parva de hijos de remil puta que no solo no aportan nada bueno a este mundo, hacen lo posible por intoxicar el aire que los rodea. Narcotraficantes, ladrones de poca monta, cafishos, mafiosos de todo tipo y la lacra de perdedores que suelen conformar el entorno sobre el cual estos malvivientes se mueven, por supuesto: prostitutas, apostadores, estafadores, funcionarios corruptos y borrachos varios que perdieron el hilo conductor de sus vidas hace décadas.

Friday Night Lights

Pero claro que si solamente ése fuera el valor agregado de esta obra no les estaría haciendo perder el tiempo a ustedes para tratar de convencerlos de que se acerquen a la misma. No, Southern Bastards es un turbulento viaje de colado en un tren reventado y horrendo al lado más racista e ignorante de U.S.A., y eso es sencillamente precioso, créanme. En muchos sentidos, me hace acordar al mejor Ennis, ese que se prendió fuego con Preacher, y la distancia que separa la obra de Aaron de aquella es mínima. Craw County como poblado no tiene protagonismo pero claro que ciertos lugares se nos terminarán haciendo familiares, tanto como aquello que motoriza las tramas, frontal o transversalmente: el fútbol americano. La astilla que deberá sacarse Earl Tubb de su pie tiene nombre y apellido, y es Euless Boss, el entrenador del equipo del pueblo, que además es dueño del bar más concurrido, y se comenta articula un pequeño grupo de malvivientes para manejar negocios turbios dentro y fuera de la ciudad.

Pero la verdadera magia de esta obra radica en la idea de Jason Aaron de ir entrecruzando los arcos principales a través de personajes que primero son presentados como secundarios y luego terminan siendo protagonistas. Y así, arma un relato coral en el cual nadie tiene asegurada su estadía y nos cuesta horrores anticipar hacia donde se va a mover el relato cuando la trama principal finalice. 
Sumado a esta maravilla de guión que no para de sorprender está el apartado gráfico y la narrativa ofrecida por un avezado Jason Latour que, con más de diez años de carrera sobre sus hombros, se presenta como más que correcto para esta serie, con trazos sucios pero definidos y muy sencillos, la casi ausencia de sombras y claro-oscuros –que de hacer falta, se incluyen con el coloreado- y una puesta en página casi televisiva, lo que otorga al comic una frescura inusual y anticipa el interés que 
tiene hoy por hoy la cadena FX por adaptar la serie a la caja boba. Los personajes que Latour presenta son una oda a la fealdad, uno detrás de otro: la vida los hizo mierda a todos, y presentan arrugas, canas, cicatrices, várices, magulladuras… a través de la mirada de los “Jason” somos conscientes de que vivir en Alabama no es para cualquiera, y quienes no quedan pintados al óleo y la vida les pasa por encima sin que quede el más mínimo registro de su existencia, sobreviven no sin secuelas físicas notorias, y por lo tanto su sola presencia sea en el ambiente que sea dispara una señal de alarma y anticipa lo peor.

Southern Bastards es una novela negra, y este trabajo de Aaron tiene reminiscencias a su celebrado Scalped, aquella serie que culminó en el 2012 y redefinió el concepto de “grim´n gritty” y lo reivindicó de algunas bostas como por ejemplo su paupérrimo aporte en Original Sin para Marvel. Aquí, por suerte, una vez más, Aaron tiene espacio para maniobrar con el tipo de personajes que mejor sabe escribir, esos que de tan hijos de putas que son causan empatía y ganas de verlos prenderse fuego en vida por partes iguales, y en el camino le queda tiempo para hacer algunas mínimas bajadas de línea sobre un deporte que los yanquies aman y sobre la hipocresía de la religión en el sur de U.S.A., y reflexionar un toque sobre la pérdida feroz de valores que denota una sociedad en franco declive. 

En Southern Bastards no hay héroes, hay sobrevivientes que harían sentir orgulloso al Clint Eastwood fan de la National Rifle Association, y eso solo es garantía de que no hay lugar para el aburrimiento. Nos leemos la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.