jueves, 29 de octubre de 2015

Lectura para Halloween: Nameless - La Columna de Logan.



En apenas dos día se festeja -por acá pero sobre todo en el país del norte- esa otrora fiesta pagana devenida en una celebración más del consumo capitalista que tanto nos caracteriza, misma que carga con el nombre de Halloween y que intenta recuperar, entre otras cosas, el disfrute de aquellas obras –sobre todo cinematográficas- que nos transmiten la sensación de miedo. Cada vez que podemos en Tierra Freak intentamos no desatender esas celebraciones que tienen que ver con el freak que todos llevamos dentro, buscándole la vuelta para presentar una entrada distintiva, y claramente esta semana es especial para darle espacio a obras de un género que, en general, no suelen tener lugar dentro del sitio. Por todo esto y porque quien firma el guión de esta mini-serie carga con la chapa suficiente como para entrarle a cualquier obra suya sin necesidad de leer recomendación alguna es que hoy le acerco a ustedes Nameless.


From Glasgow to the World

A nadie se le escapa que acá en Tierra Freak bancamos al escocés Grant Morrison, ya sea por la preciosa entrada que armó hace unas semanas mi colega Kal invitándolos a conocer la preciosura de Multiversity o por entradas mías previas acercándoles otro tipo de material que escribe para, por ejemplo, Image Comics, como ser Happy. Hoy esa misma editorial es la que nos vuelve a dar una oportunidad para disfrutar de un Morrison que no solo no le huye a las características que más lo destacan como escritor sino que, además, le ofrecen un espacio para que pueda abordar sin tapujos un género como el terror, valiéndose de todo tipo de escenas, aún cuando el nivel de morbosidad de algunas roce el buen gusto.

Y, una vez más, a Grant no le importa nada. Le chupa todo un huevo, no le importas vos, como lector (no te tiene demasiado respeto, de hecho), se caga en lo que opines de él, de su narrativa, de sus recursos y temáticas que muchos acusan de reiterativas, se reconoce como un buen narrador y hace la suya sin ningún tipo de contemplación en la sensibilidad del lector. Todos los buenos guionistas deberían trabajar de la misma manera, por suerte un puñado de ellos lo hacen y a otros siempre se les complica el tema por tener que lidiar con cuestionamientos editoriales o con un mercado al que le cuesta despegarse de ciertos tabúes y ciertas estructuras narrativas. 

Morrison está pasando por un momento en el cual nadie puede tocarle el orto. Hace lo que quiere, todos le dicen que sí, nadie se le niega, y nadie lo baja del caballo al que está subido. Así entonces te clava comics dentro del mainstream más ortodoxo pero siempre con alguna característica distintiva suya, e incluso cuando le encomiendan hacerse cargo de una de las macro-sagas anuales de D.C., se manda con una “Final Crisis” absolutamente fuera de los cánones de este tipo de eventos, porque quiere, porque puede y porque le divierte hacerlo. Pero además, y sobre todo, porque no subestima al lector, aún trabajando en un medio que sobrevive y subsiste gracias a poder entregar más de 300 comics mensuales de los cuales probablemente 260 sean un calco uno del otro en cuanto a lo que proponen y cómo lo narran. Este escocés fuera de escala entiende el medio como pocos, es un fan enfermizo de las cronologías y de la historia de las editoriales, pero no cede al jugo de dicho historial: lo explota cuando le conviene o cuando tiene ganas, y cuando cree que jugar con historias pasadas puede opacar una idea o quitarle recursos narrativos, sencillamente omite hacerlo, y punto. Al final del día lo único que le importa es contar lo que tiene ganas de contar, de la mejor forma posible, cuando no la más original. ¡¿Cómo no amarlo, eh?!

En el espacio nadie puede oírte

Así entonces es como llegamos a Nameless, una mini-serie de terror pautada en 6 números que, cómo conté más arriba, está saliendo publicada bajo la editorial Image Comics y además del guión de la eminencia escocesa tiene arte de Chris Burnham coloreado por Nathan Fairbairn. Ya voy a explayarme en la enorme labor de ambos, tranquilos, que esta genialidad por supuesto que no te vuela la peluca solo por obra y gracia de Morrison. Nameless es una enfermiza genialidad repleta de matices que explora los recursos narrativos de la historieta al límite, introduce un glosario esotérico imposible de contabilizar y juega con el miedo a lo desconocido en todos los terrenos que podemos imaginarnos, y nos anima a adentrarnos en algunos que, creo yo, difícilmente tu mente pudo haberlos elucubrado sin un catalizador externo.

El protagonista de esta saga épica es un John Constantine 2.0, un tipo al que la vida claramente le jugó las peores cartas pero supo acumular experiencia suficiente como para poder salir vivo (lo que no significa mentalmente sano) de todos los horrores con los que tuvo la mala fortuna de cruzarse, y ahora es incorporado a una misión por parte de un ente privado para salvar la humanidad, ni más ni menos, con un plot inicial que toma elementos de películas catástrofe del tipo Armageddon (1998) o Deep Impact (1998) pero fusionadas con elementos sobrenaturales. Un gigantesco pedazo de roca extraterrestre que claramente no es un “meteorito” tradicional se dirige hacia nuestro planeta, y solo por el tamaño del mismo (22 km de largo por 7 de ancho) y la velocidad a la que viaja el impacto podría significar la destrucción de toda vida en la tierra. Llegar hasta el mismo y destruirlo, con la tecnología actual, no sería un desafío imposible… salvo por el leve detalle de que en este asteroide al que han denominado Xibalba hay tallado un glifo, un grabado ancestral de 5 km de alto y 800 metros de ancho, un sello que, de romperse o accionarse de maneras inusuales, podría habilitar una entrada a otra dimensión. La denominación con la que carga este asteroide, por cierto, no es azarosa: Xibalba es como los Mayas llamaban al infra-mundo, el infierno, y fue bautizado de esta manera producto de que la cercanía de este gigantesco pedazo de roca con nuestro planeta está provocando una inexplicable ola de crímenes disparados por una locura colectiva que se está expandiendo como una plaga sobre la humanidad.

La cuestión entonces es que nuestro “Héroe” es convocado para orientar a un equipo de expertos a cómo tienen que manejarse una vez puedan acercarse al asteroide en cuestión. El impacto está pautado para dentro de 33 días, así que ese es el tiempo con el que cuentan los hozados aventureros espaciales, y una de las misiones de este “innombrable” (tal es la forma en la que se refieren a nuestro protagonista dado que él mismo decidió renunciar a su nombre para que nadie tuviera poder sobre su persona) es buscar la manera de proteger a la tripulación de la tremenda influencia maligna que proviene de esta roca, además de poder leer y anticipar todo tipo de ataque sobrenatural que provenga de ella.

Aunque no lo crean, este es solo el plot inicial, el cual se desarrolla en el primer número, de ahí en adelante tendremos una concatenación de eventos terribles, mismos que van a desarrollarse en nuestra realidad, en realidad paralelas, en el pasado, en el futuro, en la mente de muchos personajes… y a veces no vamos a tener muy claro dónde y cuándo mierda está sucediendo lo que estamos leyendo. La pericia de Morrison para construir una historia desestructurada y aterradora se sustenta, más que nada, en el desconocimiento casi total del lector de todo lo que va sucediendo, sin darnos espacio para poder anticipar lo que se viene en la próxima página y dejándonos apenas algo de aire para reaccionar a las atrocidades de las cuales seremos testigos sin mearnos encima. En el camino, se guarda un montón de guiños al cine de terror y al comic tradicional, en medio de una historia que mezcla componentes de ciencia ficción y de terror y los hace convivir con teorías de la psicología contemporánea.

Ser Humano

Si la trama es una completa –pero exquisita- locura, que no solo exige un compromiso tremendo de parte del lector sino también lo anima a conseguir de forma casi desesperada el siguiente número, cuanto menos para poder tener una pieza más del terrible rompecabezas (nunca mejor puesto el nombre) que se va armando (¿o desarmando…?), el arte es exactamente lo que esta historia requería. Y aquí, señores, por favor, se ponen de pié y aplauden fervorosamente a Chris Burnham, quien ya había trabajado con Grant en aquella excepcional Batman Incorporated pero en Nameless encuentra su punto más alto. Puede que por momentos nos recuerde al mejor Frank Quitely, pero a medida que avanza la historia y vamos viendo cómo va personalizando su puesta en página, para cuando promediamos la serie ya nada nos importa, solo queremos darle un gigantesco abrazo, invitarlo a comer un asado y pagarle un par de putas, por qué no. Bien merecido que lo tiene.

El diseño de personajes (sobre todo de aquellas criaturas no-humanas, las cuales en cierto momento se cuentan de a decenas), la construcción de ciertas páginas jugando con planos abstractos reflejados y perspectivas imposibles de resolver para el dibujante promedio, la incorporación de objetos que refuerzan la historia y requieren de un toque especial (como algunas cartas de un muy particular mazo de Tarot) y la admirable y perturbadora imaginación para resolver secuencias terribles y que, de todos modos, no resulten desagradables a la vista son algunos de los puntos a destacar de este dibujante que, de aquí en adelante, en lo que a mí respecta tiene mi total apoyo en cualquier cosa en la que vaya a trabajar. Y ojalá esta no sea la última vez que lo veamos codo a codo con Morrison, porque está claro que se entienden de maravilla, y a ambos les encanta trabajar con el otro. 

Burnham, sabelo: soy tu prelado, y si alguna vez aterrizas en este país construyo una iglesia a tu nombre, porque admirar tu laburo es mi religión.

La nota de color en todo esto la puso Nathan Fairbairn. ¡Cuack! Sí, bueno, no estoy criticando de forma negativa la labor del colorista, para nada, pero lo cierto es que realizó un trabajo correcto, y nada más. Correcto en todos los niveles, en los cambios de tonos, en las paletas elegidas, y en la terminación. Solo correcto, cuando una obra como esta requería algo excepcional también en este apartado. Por suerte, es tan grande el trabajo de Burnham que se hace casi imposible reparar en la tibies con la que Fairbairn resolvió su labor. Y de todos modos, ojo: sigue siendo un trabajo que está un escalón por encima del promedio.

Nameless no va a ser nominado a un Eisner como mejor mini-serie o mejor serie revelación pero solo porque ninguno de los jueces va a tener los huevos (u ovarios) suficientes para concluir la lectura de la misma, pero basta que le peguen una mirada inquisitiva a las ilustraciones que adornan esta entrada para que se convenzan de darle una oportunidad. Después no digan que no les avisé, loquillos. Nos leemos la semana que viene, acá, en Tierra Freak.