jueves, 30 de julio de 2015

Orphan Black… o cuando las series de T.V. duran demasiado - La Columna de Logan.



Promediando el mes de mayo hasta más o menos los últimos días de julio aquellos que tenemos el hábito de seguir cierto número de series de T.V. comenzamos a aventurarnos en la escalada de noticias sobre la continuación y cancelación de los shows, para tener una idea del panorama que se viene y, sobre todo, estar al tanto del estado de salud de aquellas producciones que nos mantienen en vilo semana tras semana. Es así como muchos de nosotros hemos derramado alguna que otra lágrima por la reciente cancelación definitiva de Constantine  y, más cercano a estos días, tuvimos el desagrado de enterarnos que FOX, una vez más, nos la puso de dorapa y no piensa renovar la sorprendente WaywardPines para una segunda temporada. Este tipo de situaciones, llegado cierto punto, se figuran como infranqueables para los realizadores del show, y muchas veces los fans hacen lo imposible desde su lugar para revertir la situación, con mayor o menor éxito. Un mercado con una demanda enorme pero también con una oferta casi imposible de siquiera conocer –mucho menos de “seguir” en su totalidad- exige productos cada vez más afilados que logren una comunión con sus fans de forma automática y que aseguren algo que termine siendo redituable para la cadena: si no es rating que beneficie la venta de pauta publicitaria será entonces buenas críticas y prestigio que asegure réditos a futuro desde otro lugar, por ejemplo ganando algunos premios, algo que siempre es bienvenido cuando se comercialice el producto fuera del país de origen. En este contexto, ¿qué sucede cuando un show televisivo se estira demasiado, traicionando así el pacto tácito de calidad establecido con el consumidor y poniendo en jaque la buena salud del mismo a futuro? A ver…

Una de clones

Una serie actual que puede ser tomada como ejemplo de la situación que planteo es la producción Canadiense con la que he decidió titular esta columna, misma que se agrupa dentro de la avanzada de shows televisivos que se codean con la ciencia ficción y que, como mencionó la semana pasada mi colega, el Dr. Morholt, por suerte y a pesar de ciertas cancelaciones, gozan de bastante buena salud. Orphan Black se centra principalmente en la historia de Sarah Manning, caracterizada por Tatiana Maslany, una outsider marginal y presumiblemente huérfana que toma la identidad de otra mujer que tuvo la mala fortuna de suicidarse arrojándose frente a un tren delante de la buena de Sarah, y que, oh casualidad, cual doppelgänger, conserva los mismos rasgos físicos de nuestra protagonista. Este desafortunado incidente ocurre en el momento en el cual Sarah decide regresar a la ciudad en la que había vivido casi toda su adolescencia con la firme intención de retomar los lazos con sus seres queridos y sobre todo recuperar la custodia de su hija, Kira, con la ayuda de su hermanastro, Felix "Fee" Dawkins, magníficamente personificado por Jordan Gavaris.  

Detalles más, detalles menos, capítulo a capítulo iremos descubriendo que Sarah formó parte de algún tipo de experimento genético relacionado con la clonación de células madres, y en el turbulento camino que comienza a recorrer para reconstruir su pasado y sus orígenes terminará conociendo a dos de sus “hermanas” clones: Alison Hendrix y Cosima Niehaus, que junto con algunos personajes secundarios que cada una aporta formarán un Team que aunará fuerzas por el mismo objetivo inicial de Sarah: desenmascarar la organización que estuvo detrás de estos experimentos éticamente cuestionables y salvaguardar sus vidas. El groso del presupuesto de efectos especiales así como también el trabajo más arduo y pesado para la producción –y sobre todo para el laburo de edición en post-producción- de Orphan Black estará puesto en los múltiples personajes que Tatiana Maslany deberá interpretar, a la vez, en decenas de escenas por capítulo. Con esto quiero decir que el número de clones/hermanas comienza a crecer a medida que el show avanza, y llegado cierto punto podremos tener escenas con 3 o 4 de ellas, todas juntas, mezcladas con algunos personajes más, en una misma toma… un desafío increíble para la producción e impensado para la televisión de una década atrás. Y, por supuesto, si la producción las tiene negras con el trabajo de FX’s, ni hablar del arduo laburo de Maslany construyendo múltiples personajes radicalmente distintos, no solo en su forma de comunicarse y en sus vestimentas sino también en lo gestual, en la forma de caminar o correr de cada uno… No en vano lleva ganados 13 premios por esta caracterización con solo 3 años al aire.

Todo dicho

Como la 3er temporada de Orphan Black concluyó hace apenas unas semanas pero ya tiene confirmada una 4ta que comenzará presumiblemente en mayo del 2016, mi intención no es rebelar en su totalidad las ramificaciones que tuvo el plot inicial en estos 30 episodios ya emitidos, pero sí quiero dejar sentado que la calidad del show es muy alta, sobre todo por sus caracterizaciones, pero también por las vueltas que le buscaron a muchos de los temas que pusieron sobre la mesa. Por supuesto que el foco central está puesto en la ética y la moral de científicos y militares que impulsan este tipo de investigaciones, pero también se tocan de forma poco trillada y bastante adulta los temas de aborto, adopción y relaciones no-convencionales, entendiéndose por eso relaciones con personajes homosexuales o transexuales no denigrantes. Dicho esto, cuando promediamos el décimo capítulo de la tercer temporada nos asalta, como televidentes, una rara sensación… ya sabemos de antemano que la serie renovó para una 4ta temporada y sin embargo estamos viendo como uno a uno se van resolviendo todos los plots principales… ¡Y también los secundarios! Cuando faltan 5 minutos para que el capítulo concluya no queda muy claro cuál es realmente el “dilema” sobre el cual va a girar la siguiente temporada, porque todo indica que los objetivos que los personajes se propusieron los concretaron, con mayor o menor grado de éxito, y no sin tener que pagar un costo enorme que en muchas casos significó la vida de seres queridos, pero pudieron llegar a la meta pautada, y de hecho así se lo hacen saber a la audiencia reuniéndose y festejando estos logros. ¿Y entonces…?

Entonces el televidente comienza a tener la misma sensación que años atrás tuvo con un excelente show como Supernatural luego de que concluyera su 5ta temporada, algo parecido a lo que, al menos a mí, me pasó con otra obra genial, True Blood, entre la 5ta y 6ta temporada, o que décadas atrás había vivido cuando uno de los protagonistas de X-Files, David Duchovny, decide abandonar el show, y su creador, Chris Carter, busca la manera de prolongar esta gallina de los huevos de oro de la FOX por unas temporadas más aún con esa enorme ausencia… Otro caso paradigmático fue el de Misfits, otra serie coral en la cual, paulatinamente, uno a uno los protagonistas iniciales se fueron bajando del show temporada a temporada y fueron reemplazados por personajes con desigual carisma, hasta llegar al punto de que en la 5ta y última temporada ninguno de los originales es de la partida. Game Over. El mercado, los niveles de audiencia, el ego de los creadores y showrunners del show que pre-suponen poder seguir “estirando” con calidad y buena muñeca un plot y una idea que no da para más, las cadenas televisivas y los anunciantes y la presión que deben imponer encima de los realizadores, y finalmente nosotros, la audiencia, que pocas veces atendemos al sentido común y el único interés que tenemos, por encima de la calidad de lo que consumimos, es el de prolongar lo máximo posible ese “contacto” semanal con esos personajes… todos estos son, seguramente, los motivos por los cuales son contados con los dedos de la mano los casos como lo que sucedió con Breaking Bad, donde los realizadores, llegado cierto punto, se dieron cuenta que toda buena historia debe ser “finita” y es requisito sine qua non detectar cuando es momento de darle un cierre para despedirse con dignidad y la frente en alto.

Seguir o no seguir, esa es la cuestión…

 Cuando sos víctima de una adicción conoces desde las raíces la problemática de poder tomar distancia de ella hasta, por fin, abandonarla. Con el consumo de series de t.v. actual se genero una sub-cultura de “adictos” que, gracias a las gentilezas que ofrece hoy internet o a las ventas de DVD’s, dedican horas y horas de sus días a seguir con devoción un puñado de series –que en algunos casos alcanzan y superan la veintena- y les cuesta horrores “largar” una de las mismas, máxime cuando le han dedicado tres, cuatro o más años, y aún con la encrucijada en la que se encuentran muchas veces cuando comienzan nuevos shows que les generan curiosidad y no disponen del tiempo necesario para interiorizarse en los mismos. La lógica ante este escenario sería, entonces, bajarle el pulgar a cualquier producción que comience a derrapar y deje de emocionarnos como lo hacía en sus comienzos, pero la decisión nunca puede ser tomada a la ligera, y los motivos son varios, y muchos de ellos incluso hasta tienen sentido. De todos ellos, podemos recuperar tres: el tiempo que invertimos en seguir las aventuras de ese grupo de personajes no se nos figura “redituable” al final si no somos testigos del cierre de ese show; por otro lado la realidad muchas veces nos dicta que una serie puede tener sus bajones en cuanto a la calidad narrativa, pero con un cambio de rumbo (generalmente impuesto por la renovación de la planta de guionistas o la asignación de un nuevo showrunner, algo que suele suceder cuando se renueva una temporada) el espectáculo puede ser salvado; finalmente lo que seguramente más nos tira a no desprendernos de este show sea que sentimos a esos personajes como parte de nuestro círculo íntimo de afectos, y queremos seguir estando al tanto de sus desventuras y pormenores aún cuando el momento por el que el producto está pasando no nos resulta ni remotamente entretenido. No es menor también el hecho del consumo colectivo de estas series, y del feedback en las redes sociales y en el cara a cara que las mismas generan, del cual queremos formar parte integral porque nuestra opinión importa más que la de
cualquier otro: nadie conoce mejor a esos personajes y sus vericuetos semanales, y nadie se identifica más con el accionar de muchos de ellos que uno mismo, por supuesto. Dicho esto, como señalé más arriba, cuando nuestro sentido común comienza a detectar que los productores ya no tienen más nada original y fresco que contar, y comienzan a “robar” con tramas y plots encajados a presión, llevando muchas veces a los personajes a tomar decisiones que contradicen aquellas características que los destacaban en un principio, cortar por lo sano y abandonar la serie se transforma en una opción, pero decidir seguir ese camino tiene el mismo nivel de trauma y drama en nuestras vidas que una mudanza o cambiar de laburo, ni más ni menos. No son pocas las veces que me he puesto a hablar de una serie con algunos amigos y me descubrí destacando solo los aspectos actuales negativos de la misma, y la mirada abombada de quienes me rodeaban me dio el puntapié inicial para juntar coraje y, finalmente, darle el cierre personal que ameritaba este “ciclo” y permitirme disponer de ese tiempo para utilizarlo de forma más inteligente y productiva… lo cual se puede traducir en comenzar a seguir una nueva producción mucho más a gusto con mis intereses actuales, cómo que no. Desde esta columna entonces, los invito a que, si se da el caso, hagan lo mismo. Recuperemos un poco la cordura y el sentido común, que opciones y variantes seguro que sobran. Los espero el jueves que viene, aquí, en Tierra Freak.