viernes, 20 de febrero de 2015

Banshee: la gran serie tapada - La Columna de Logan.



Hoy, por ser el jueves previo a los Oscars, voy a hacer algo que no acostumbro dentro de Tierra Freak, pero que nada tiene que ver con la entrega de la academia, ni con el cine –al menos no de forma directa-, pero que es, también, atípico en mí, y por lo tanto, “especial”: voy a reseñar una serie que comenzó hace unos dos años, y que tiene confirmada ya una cuarta temporada, así que está lejos aún de terminar. ¿Y qué carajo tiene de “especial” eso?, se preguntarán algunos… Bueno, yo acostumbro encaminar dos tipos de reseñas cuando se trata de series televisivas: o bien agarro el piloto de la misma –o los primeros dos o tres capítulos- y me aventuro sobre lo que podemos esperar de la serie con muy poco visto e intento vaticinar si las expectativas puestas en ella tendrán buen puerto, o bien le dedico una entrada a una serie que ya ha culminado, ya sea porque lo hizo recientemente o porque se cumplió algún aniversario de la misma que me habilita para poder explayarme sobre ella a gusto y piacere. He tenido un par de excepciones a estas reglas implícitas, como cuando reseñé las Season Finales de Person of Interest, Arrow y Agents of S.H.I.E.L.D. del año pasado o cuando me explayé sobre el crossover superheróico televisivodel año hace apenas dos meses, pero fueron casos muy puntuales y excepcionales que encima incluían muchas series a las que, como mínimo, había reseñado sus pilotos.



Esta vez mi objetivo es que todo aquel que aún no se prendió del tren de Banshee lo haga, porque quizás estamos ante otra de esas series “tapadas”, esas en las cuales no mucha gente deposita su atención en sus comienzos, y un par de años después termina siendo un fenómeno de masas y un vicio para-cultural cuasi viral imposible de evitar. Ojo: nada aún me hace pensar que esta producción de Cinemax pueda añorar con alcanzar el éxito, el reconocimiento y sobre todo la calidad de la gran serie de los últimos diez años, Breaking Bad, pero con lo visto ya no tengo dudas que les va a resultar a todos muy entretenida, y los va a enviciar lo suficiente como para que regresen dentro de unas semanas a agradecer por esta reseña. De nada.


Small Town, Big Troubles


Me gustan mucho las series que tienen como columna vertebral para desarrollar los arcos un insignificante pueblo de mierda perdido en el mapa, real o ficticio, donde todos se conocen y cada integrante del mismo tiene al menos un muerto en el ropero y por eso casi todos hacen la vista gorda y siguen sus vidas como si nada. Es uno de los motivos por los que me enamoré de Fargo y True Detective casi desde los primeros pilotos, y cuando mi hermana me obligó, hace ya casi una década, a acompañarla con una serie “para minitas” como Gilmore Girls (vamos, no jodan: ella se comió todo Buffy y Angel culpa mía, se la debía… al menos no me hizo ver Sex & The City, loco), el ancla que utilicé al principio para tolerar la serie era, también, ese punto: el pueblo en el que vivían Lorelai y Rory era casi un personaje secundario, con su impronta, sus negocios, sus festivales y sus chismes. Luego Gilmore Girls me comenzó a gustar, y al final me terminó pareciendo genial, pero esa es otra historia… turbia, que jamás conocerán a través de mis reseñas. Promesa.



La cosa es que Banshee, entonces, es una serie creada por Jonathan Tropper y David Schickler, dos completos ignotos en los que no vamos a perder más tiempo porque prácticamente carecen de currículum, y sale en U.S.A. por la señal Cinemax (desconozco donde la transmiten aquí en Argentina), pero existen un par de conexiones con otro popular show televisivo que culminó su andadura hace apenas unos meses y que, desde ahí, nos da un punto de referencia para entender el porqué de las bondades que nos entrega la serie que hoy nos ocupa: Alan Ball es el productor ejecutivo de la misma, y también fue creador, entre otras cosas, de la serie True Blood, que si bien el plot inicial y los primeros arcos son tomados de la saga literaria The Southern Vampire Mysteries de Charlaine Harris, podemos decir a ciencia cierta que el show televisivo terminó tomando vida propia, devorando sin contemplación a quien le diera la vida (a diferencia de lo que sucedió con otras adaptaciones de novelas relacionadas con el género vampírico que fueron luego adaptadas al cine o la televisión, la verdad es que hoy por hoy nadie registra quien carajo es Charlaine Harris y mucho menos sus novelas) y tomando el toro por las astas armando su propio y único universo y cronología, para bien o para mal. La otra conexión es la productora, Your Face Goes Here Entertainment, misma que produjo… ¡Claro que sí, True Blood! Y este link no es ni gratuito ni casual: ambas series guardan muchos puntos en común, y más avanza Banshee, más me convenzo de que hicieron una preciosa y ajustada traslación de muchos “ardides” argumentales utilizados en la ya finalizada serie vampírica.


Como comencé contando más arriba antes de delirarla con los realizadores de la serie, Banshee es el título del show y también es el nombre del pueblo en el que termina cayendo el protagonista de la misma, un ex-convicto que acaba de salir de prisión luego de estar encerrado 15 años, con tan mala fortuna que ni bien se sienta en un bar a tomar una birra es testigo de cómo el nuevo sheriff que también acaba de llegar al pueblo se interpone ante dos malvivientes para impedir que desvalijen la caja del bar, con tan mala leche que la termina palmando, no sin antes llevarse puesto a ambos infelices. Este presidiario, entonces, ve en esta situación una oportunidad, y se hace con la identidad del sheriff, porque su “visita” a Banshee no fue azarosa ni mucho menos: sabe con exactitud que ahí mismo vive esa mujer de la cual se enamoró una década y media atrás, y por la cual estuvo en la sombra todo ese tiempo. Lejos de buscar venganza o algún tipo de represalia, este ladrón profesional –esa era su profesión antes de caer encerrado- sigue estando enganchado sentimentalmente de esta mujer y pretende recuperarla, y para eso hacerse pasar por el sheriff del pueblo resulta muy funcional. Con la complicidad del tabernero, un negro ex boxeador (y también ex-convicto) de nombre Sugar Bates, y de un zarpado hacker asiático con un excéntrico gusto por las vestimentas y el maquillaje al cual conoceremos solo como Job, nuestro protagonista de ahora en adelante será conocido como el sheriff Lucas Hood, proveniente de Oregon, que por suerte para él carece de amigos y familia salvo por un hijo adolescente de nombre Jason con el cual tenía casi nulo contacto. Se contactará con los oficiales que responderán a él y comenzará a interpretar su rol con buen olfato y actitud combativa, mientras busca la forma de acercarse a su ex-mujer, Anastasia, quien en estos 15 años ha cambiado su identidad a la de Carrie Hopewell, y ha formado una familia con esposo y dos hijos, uno de los cuales, la mayor, Deva, nuestro protagonista sospecha es su hija.


Se hace evidente en los primeros minutos del episodio piloto que nada será sencillo para Lucas, dado que apenas puso un pie en tierra fuera de la cárcel, cuando desconocía la existencia aún de Banshee, un matón ucraniano se empecinó en darle caza y hacerlo percha, sin éxito. Este asesino profesional fue enviado por Mr. Rabbit, un capo mafia al que traicionó y al cual le robó, entre otras cosas, una bolsa con diamantes. Una vez establecido como sheriff las cosas no harán más que complicarse, ya que en Banshee deberá lidiar con la hegemonía imperante de Kai Proctor, un corrupto empresario dueño de, entre otras cosas, un matadero de vacas y un cabarulo (¡excelente!), que tiene a todo el pueblo agarrado de las pelotas y que no duda en valerse de cualquier recurso para lograr sus objetivos. De todos modos, si fuera solo eso incluso hasta sería manejable, pero no: Banshee es el agujero en medio de la nada en donde caen, constantemente, los tipos más jodidos de la tierra: motoqueros borrachos y violadores, un luchador de MMA con un historial golpeando mujeres con las que se acuesta, y por supuesto, tarde o temprano, las tropas de Mr. Rabbit que no tardarán en dar con el paradero de Lucas e irán a buscarlo para llevarle las bolas en bandeja de plata a su jefe. Agregale a esto una comunidad Amish que cruza de manera tangencial a varios personajes importantes y el casino y futuro hotel de los Indios Kinaho y los intereses que tienen en la región y el pueblo es un caldero en ebullición que en cada capítulo amenaza con explotarte en la puta jeta.


La palabra clave es “jodido”


¿Pero porqué deberían ver Banshee? Mejor dicho: ¿esto que acabo de narrarles es todo lo que la serie tiene para entregar? No. El show es casi un homenaje a las películas de clase B de acción, pero con una producción a la altura del desafío. La coherencia no es el fuerte de la serie, pero el universo que va construyendo es muy atractivo, evoluciona constantemente y no deja de cebarte. La acción es la columna vertebral de la serie, y no hay capítulo en el que no tengamos un tiroteo, como mínimo, cuando no peleas mano a mano que serán el deleite de quienes disfrutan de este género. La mortalidad de la serie es enorme, y llegado cierto punto no podremos poner fichas sobre la supervivencia de prácticamente ningún personaje más allá del protagonista, algo que se ha transformado en un cliché de shows de este tipo, y sumado a esto, como también sucedía en True Blood, Banshee tiene un componente erótico enorme: en la primer temporada prácticamente no hay personaje femenino adulto importante que no termine mostrando las tetas y el orto en algún momento, aunque por supuesto las escenas son cortas, no duran más de dos minutos. En esta “categoría”, todos los que ya son fans de la serie coincidirán conmigo en que la campeona por afano es Lili Simmons caracterizando a su personaje Rebecca Bowman, no solo por la sumatoria de escenas sino también por la variedad de situaciones a las que le puso el pecho… el pecho, las nalgas, la entrepierna, la boc… bueno, se entiende, ¿no? Además la grosa de Lili ya nos había deleitado –o lo hizo después, dependiendo del momento en el que comenzaron a ver la serie- con sus atributos físicos y actorales en True Detective, así que yo diría que, poco a poco, se está transformando en algo así como la heredera de Shannon Tweed en la televisión por cable actual, salvando la distancia del físico de una y otra, ¿no? Las actuaciones, además, son sólidas, y nunca desentonan con el tono de la serie: no hay personajes sobreactuados ni ridículos per se, y te vas dando cuenta de eso a medida que el show avanza, ya que quizás al principio algunos personajes te hacen algo de ruido pero conforme la trama sigue su curso todo comienza a cerrar, y cada detalle –estético o de carácter- puesto encima de la caracterización de cada personaje tiene un disparador que terminarás conociendo en el momento adecuado y que, por supuesto, es funcional a la trama.


Hay otros detalles estéticos y narrativos que terminan de cerrar un producto enorme, muy grande, que se ensancha por todos lados con cada capítulo. La intro, por ejemplo, no tiene un tema que va a taladrar tu cabeza y se va a aunar con tu ADN, pero está acompañado por un excelente video que hace escuela en lo que se refiera a composición digital de imágenes estáticas: es una concatenación de fotos que simbolizan algunas características de algunos personajes o ponen sobre el tapete muchos de los “colores” que muestra Banshee (el pueblo), y entre capítulo y capítulo cada intro tiene pequeños ajustes, mínimos, que la distinguen de la presentación anterior. Es un pequeño juego entre los realizadores de la serie y el televidente para detectar cuales son los cambios y si los mismos tendrán relevancia en el contenido del episodio. Para el final, se guardaron algo de la escuela de Marvel Studios en cine: cada episodio tiene una pequeña escena post-créditos, sin excepción, y muchas veces lo que te muestra la misma es relevante para el arco argumental general, otras es solo un chiste negro o un detalle de cierre.


Banshee es una serie muy entretenida, con enormes dosis de acción y mucho erotismo, pero además con una trama atrapante y una propuesta estética acorde al relato, que probablemente pasó por debajo del radar de muchos porque Cinemax no es una cadena que acostumbre sorprendernos con productos propios de este tipo, pero que espero de ahora en adelante, al menos para los lectores del sitio, se transforme en la religión de todos. Nos leemos la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.