jueves, 4 de septiembre de 2014

Día Nacional de la Historieta - Hora Cero Suplemento Semanal - La Columna de Logan.



Cada vez se evidencia más que el 2007 no fue “un año más y ya”, fue un año importante, trascendental, único y que contuvo grandes cambios. En lo personal, como comenté hace apenas unos meses fue el año en el que decidí torcer el rumbo de mi vida y mi destino y venirme a vivir a Capital Federal, pero también, en ese mismo artículo, señalé que fue un año triste porque nos abandonó el Negro Fontanarrosa. También ese mismo año se decidió conmemorar al 4 de septiembre como el Día Nacional de la Historieta, tal y como fue anunciado en su momento en este sitio, y teniendo en cuenta que mi columna esta semana coincide con dicho día me pareció lógico y coherente ahondar en el porqué. La razón es conocida por todos, aunque creo que algunos podríamos diferir en los detalles: el 4 de septiembre de 1957 salió a la venta el Suplemento semanal Hora Cero, una más de las publicaciones de la editorial Frontera, la cual había sido fundada por Héctor y Jorge Oesterheld el año anterior, y oficialmente se eligió este día para conmemorar este medio –la historieta- en nuestro país por ese lanzamiento, pero la realidad es que lo que importa de dicho semanario es que en el 1er número salen publicadas las primeras páginas de El Eternauta, una de las historietas más exitosas realizadas en nuestro país, que carga sobre sus espaldas con el mote de ser “la mejor historieta argentina” por clamor popular. Pero, ¿Quién, en qué contexto y porqué carga con ese mote esta historieta? Hoy los invito a hacer un poco de historia, recorrer algunos caminos conocidos –por algunos, no por todos- y rememorar este día viajando a una época de gloria para la historieta nacional y popular, pero con el estilo que denota este sitio, o más bien quien escribe estas líneas… que tampoco voy a hacer responsables a SaKi y a mis colegas de la zarta de barrabasadas que puedo llegar a exponer más abajo, ¿no? Bueno, por eso: ponete un camperón y acompañame a esta nevada mortal, al grito de “Alemán Nazi pecho frío, 4 te clavamos ayer, 4” (?)


♫ ¡Fronteras en América!

Este animal de la historieta que llevó por nombre Héctor Germán Oesterheld vio la luz un 23 de julio de 1919, y fue una de las víctimas desaparecidas del Proceso de Reorganización Nacional que se inició en el ’76 y culminó en el ’83, ya que fue secuestrado el 27 de abril de 1977, y se presume fue asesinado al año siguiente. Uno de los motivos, quizás, por los que fue secuestrado es su desempeño como jefe de prensa de la agrupación guerrillera Montoneros, razón por la cual tuvo que pasar a la clandestinidad a fines del ‘76/principios del ’77, aunque también le debe haber sumado puntos negativos la bajada de línea política que comenzó a ejercer en alguna de sus obras desde mediados de los ’60. De todos modos, si bien la ideología política de Oesterheld y su compromiso con la causa es importante –y claramente un factor a tener en cuenta cuando se analiza su obra-, no me siento en la obligación de ahondar más de lo justo en este tema cuando mi objetivo es rescatar su labor como guionista, sobre todo en El Eternauta, que es la obra que da sentido a este artículo.

El muchacho comenzó a trabajar para las editoriales Codex y Abril aportando relatos infantiles y de divulgación científica, y ya en 1951 estaba produciendo sus primeros guiones de historieta para la revista Cinemisterio de la Editorial Abril, creando personajes como Alan y Crazy, Lord Commando y Ray Kitt, este último con dibujos de Hugo Pratt, lo que sería la 1er colaboración entre ambos. Al año siguiente ya estaba clavando personajes importantes y populares, como Bull Rocket para la publicación Misterix, y no pasó mucho tiempo más hasta que aparecieron el Sargento Kirk, con Pratt, o el boxeador El Indio Suárez, dibujado por Carlos Freixas, para la revista Rayo Rojo.

Es así como a finales de 1956 funda con su hermano Jorge la Editorial Fronteras, para poder sacar versiones noveladas de las historietas de Bull Rocket y el Sargento Kirk, y luego de desvincularse de la Editorial Abril, y gracias al éxito de ventas de su propia editorial, decide lanzar las revistas Hora Cero y Frontera, ambas de publicación mensual (algo atípico, lo normal en esos años eran los semanarios) y formato apaisado, con historias dibujadas por diversos artistas pero con la casi totalidad de los guiones escritos por él. La apuesta de Hugo y su hermano consistía en afianzarse en el mercado con historias leves y contundentes, y tomar algo de distancia de los interminables folletines semanales. Tengamos en cuenta que el mercado en esos años estaba dominado por el humor pacato y conservador del Patoruzú de Dante Quinterno, el desparpajo y la sensualidad de las chicas de Divito que aparecían en la revista Rico Tipo de, justamente, Guillermo Divito -misma que se encontraba en su apogeo de popularidad y ventas-, y las aventuras menos acartonadas que aparecían en la Misterix de Editorial Abril y la D´artagnan de Editorial Columba, la cual en sus 1ros números presentaba historietas auto-conclusivas. En el apartado de humor se suma también a la contienda la revista de actualidad satírica Tía Vicenta, fundada por Juan Carlos Colombres (mejor conocido como Landrú) junto a su compañero ilustrador Oski.  

En este escenario, entonces, Hora Cero y Frontera, entre personajes/historias y artistas, en los 1ros números de ambas publicaciones nos presentan a Ernie Pike, Lucky Piedras, Rolo el marciano adoptivo, Tipp Kenia, Ticonderoga, Verdugo Ranch y Joe Zonda dibujados por Carlos Roume, Hugo Pratt, Ivo Pavone, Francisco Solano López y Carlos Cruz. Unos muertos de hambre todos, ¿no? Todas las de perder tenía el bueno de Oesterheld con esos artistas y su pobre talento. Nadie puede entender como carajo le fue bien, pero lo cierto es que le comenzó a ir requetecontra bien, presentando personajes humanizados, muy familiares y con los que el lector promedio se podía identificar, y con eso logra hacer tambalear a la competencia.

Tirame una en Baires, maestro

Es así como, seguro de la calidad que podía entregar y haciendo uso del prestigio que se fue haciendo entre el público, se atreve también a dar batalla en el terreno del "continuará" y finalmente el famoso 4 de septiembre de ese ’57 presenta Hora Cero Semanal, un casi pasquín de pobre presentación, con tapa a dos colores (una ilustración en blanco y negro con manchas rojas, azules o amarillas que destacaban algún detalle) y que costaba un peso con 50 centavos, la mitad que la Hora Cero Mensual y la cuarta parte que su casi contemporánea Hora Cero Extra. Esta publicación también era apaisada aunque tenía solamente dieciséis páginas y aparecía todos los miércoles. De las tres historias que publicó en sus primeros números, dos apelaban a personajes conocidos: Ernie Pike, con arte de Hugo Pratt, el corresponsal americano en la Europa de la Segunda Guerra, y Randall the Killer, con lápices de Arturo del Castillo, un western clásico y preciso, y ninguna de las dos obviamente se desarrollaba en Argentina. La tercera ración semanal fue El Eternauta, y para sorpresa de todos la narración se desarrollaba en la ciudad de Buenos Aires, revelando una épica trágica gigantesca que generalmente el cine y la televisión nos la mostraban sucediendo en metrópolis europeas, ¿no? 

La nevada mortal, entonces, caía sobre lugares que al lector no solo no le eran ajenos, los estaba transitando mientras consumía la historia: la general paz, el Monumental de River o el congreso de la nación. Si se prestaba suficiente atención, se podían adivinar grafitis y pintadas en los muros alusivas a los momentos políticos conflictivos y convulsionados que el pueblo estaba viviendo en esos años, que sumados a una aventura extraordinaria, unos personajes muy bien desarrollados y un final que te dejaba con la mandíbula por el suelo daban como resultado una experiencia inolvidable, y posiblemente irrepetible.

Y acá me permito un acertado paréntesis en el relato cronológico de los hechos, que de todos modos de acá en adelante tendrá tufillo a cierre ya que el momento a rescatar de este artículo fueron esas 369 páginas de El Eternauta que se publicaron hasta el número 106 de Hora Cero semanal. A mí realmente me encantó la disertación que propuso Laura Vazquez Hutnik el mes pasado en la revista Fierro para desacralizar la leyenda y cuestionar el mito sobre El Eternauta, un polémico tópico disparado entre otras cosas por la resignificación y relectura que tuvo y tiene la obra en este nuevo siglo producto de la inclusión de la misma en el imaginario del Kirchnerismo, pero al menos desde mi trinchera ese desplazamiento nunca se dio, quizás porque no soy ni militante ni simpatizante de ese movimiento, o sencillamente porque amo el medio –la historieta- de forma obtusa y obsecuente, y me niego a aceptar lo que se construye a mi alrededor con obras a las que aprecio demasiado como para permitirme una reflexión sobre este fenómeno. Cuando comencé a ver las primeras imágenes del Nestornauta tuve la misma sensación que cuando escucho que parte de una histórica canción de hard-rock que cala hondo en mi corazón sale de fondo en una publicad de toallitas femeninas edulcorada en forma de cover-pop. En esas situaciones, tomo aire, cierro los ojos, y borro de mi mente y memoria lo que acabo de vivir, justificando esas atrocidades con la voracidad del capitalismo reinante y demás argumentos estúpidos sinsentido. Soy un negador, pero así no permito que estos atropellos al buen gusto me atraviesen tangencialmente. Que quede claro que no estoy emitiendo, con esto, un juicio de valor sobre la utilización que hizo el Kirchnerismo de la obra de Oesterheld, sencillamente… no me interesa una relectura de esta obra desde esa vereda. Punto.

Volviendo a nuestro recuento histórico, aquí el relato podemos dividirlo en dos corrientes: primero, lo que sucedió con El Eternauta. En 1958, con dibujos de Solano López y guion de Oesterheld, se publicó en la revista Hora Cero Extra Semanal Nº 1 un episodio unitario y auto-conclusivo que tenía por protagonistas a Elena y a Martita, una historia alternativa intercalada en la historieta original. Luego Editorial Frontera en coordinación con la Editorial Ramírez volvió a publicar la saga completa por primera vez en 1962, en tres volúmenes mensuales y respetando el formato original apaisado, y una vez más desapareció de los kioscos a velocidad luz. Unos años después, en 1969, la revista Gente (que tenía una tirada asquerosamente alta en esos años) convocó a Oesterheld para escribir una remake en sus páginas, y el maestro convocó a Alberto Breccia para tal fin, con quien ya había hecho la monumental Mort Cinder, y decidió plantar bandera sobre sus creencias políticas y estructurar un relato anti-imperialista. Por supuesto, esta versión no fue bien recibida ni por la dirección de la revista ni por el gobierno de Juan Carlos Onganía, y debió darse por terminada antes de tiempo. No ayudó a que esto llegara a buen puerto el estilo experimental y vanguardista por el que estaba pasando Breccia, mas bien, ni tampoco el perfil de los lectores de Gente, que en 45 años no ha cambiado ni un ápice de lo que son hoy en día, ¿no? En 1975 se publica la primer recopilación completa de Ediciones Record en un tomo de más de 350 páginas, el cual se reimprimiría en numerosas ocasiones a lo largo de los años en muchos formatos: álbum, serie de fascículos en blanco y negro, coleccionables a color… no hubo una sola de todas estas re-ediciones que no fuera un golazo en ventas, y así y todo Solano López asegura que la editorial, con el correr de los años, nunca le pasó un sope por nada. De todos modos, entusiasmado por las ventas que no cesan, este editor invita a Oesterheld y a Solano López a hacer una segunda parte para incluir en su mensuario Skorpio. Oesterheld, por entonces militante montonero, produce un guión que prácticamente animaba a la lucha revolucionaria. El editor, temiendo por su vida y la de su familia, lo modifica salvajemente, y Solano dibuja, por fin, este segundo Eternauta, donde el guionista, simple testigo de la primera aventura, se convierte en un narrador en la línea de combate. La historia es por momentos confusa debido a las mutilaciones casi irracionales que el miedo obliga a realizar en su trama y en su letra.

Lo cierto es que los lectores no se mostraron nunca muy interesados en las secuelas –hubo más posteriores a esta-, y en contraste con esto es el viejo primer Eternauta el que crece, se internacionaliza, ve ediciones en otros idiomas, y es la historieta que representa mejor a la Argentina en colecciones de comics internacionales. Es, incluso, el único comic que formó parte de La Biblioteca Argentina, Serie Clásicos, la colección de literatura nacional que sacó Clarín en el 2000. Sí, Clarín, fijate vos… antes del Nestornauta, ¿no? Opa la la.

La segunda corriente del relato nos retrotrae de nuevo a fines de los 50, más precisamente al 18 de noviembre de 1959, momento en el cual el Suplemento semanal Hora Cero se deja de publicar en su número 116, solo 10 semanas después de la finalización de El Eternauta, su serie de mayor éxito. Es increíble que a solo unas semanas de estar viviendo momentos de gloria producto de las enormes ventas que tenía esta publicación, la Editorial Frontera entrara en crisis, en parte por  la emigración de muchos de sus dibujantes estrellas para trabajar en el extranjero. El endeudamiento hizo que finalmente Oesterheld vendiera los títulos en 1961 a la Editorial Ramírez -dado que la parte más grande de la deuda la tenía con ellos, que eran los encargados de imprimir las publicaciones-, la cual a su vez los vendió a Vea y Lea. Antes de cerrar, en 1958, Frontera había comenzado a publicar las revistas Hora Cero Extra y Frontera Extra, que comenzaron siendo bimestrales y luego pasaron a mensuales, y que tenían un formato vertical. Adivinen cual fue el último número de la Hora Cero original… sí señores, el 77.

Y, por cierto: ¿necesitan alguna otra prueba de que el 2007 fue un año extraordinario? Como no, querido lector: 9 de julio del 2007, nevada histórica en Capital Federal, la anterior había sido en 1918

Salud. 

Los espero la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.

[[[[ Un agradecimiento especial a los muchachos de soretes azules, los cuales rescataron muchos textos de otro maestro, Carlos Trillo, uno de los cuales me ayudó a poder darle forma a esta entrada. Gracias enormes. ]]]]