jueves, 17 de abril de 2014

Garth Ennis x 4 - La Columna de Logan.



Siguiendo con un formato de reseñas que inauguré el año pasado cuando me explayé sobre algunas obras del buenazo de Vaughan, y también en sintonía con un gusto particular que tengo por una camada de guionistas Británicos que fueron cayendo a fines de los ’80 e inicios del ’90, como por ejemplo Mark Millar, hoy continuaré con el formato iniciado y daré un breve repaso por algunas obras fundamentales de nuestro Irlandés favorito oriundo de Holywood (ojito, Holywood la ciudad Irlandesa, no el distrito de L.A.), Garth Ennis, a quien ya le he dedicado algunas palabras de admiración cuando reseñé los guionistas que pasaron por el magnífico comic Hellblazer. Y para no traicionar en nada lo escrito hasta ahora seleccioné 4 obras de este distinguido borrachín fanático de la 2da guerra mundial y estudioso del catolicismo, 4 comics que nada tienen que ver con los universos tradicionales de las grandes editoriales en las que ha trabajado, 4 obras que lo tienen como creador absoluto –en el apartado de guión, claro está- y que, juntas e incluso por separado, lo pintan como el efectivo guionista que es a la hora de entretener y sorprenderte, 4 historias repletas de alcohol, humor negro, preciosa violencia gratuita y personajes borders que querríamos tener de amigos en esta semana santa que se nos viene encima para salir de joda con ellos. Acá vamos:


The Boys

Comenzamos bien arriba, con una buena patada en la mandíbula que nos hace volar todo el comedor a la mierda y nos deja tomando sopa el resto de nuestra insignificante existencia. The Boys es una ongoing que comenzó a salir bajo el sello Wildstorm (una imprint de D.C. Comics) en octubre del 2006 y que finalizó en su número #72 en noviembre del 2012, y que además incluye 3 miniseries de 6 números cada una, sumando esto un total de 90 revistas. La serie desde sus inicios fue planteada como regular, pero luego de publicado el 6to número los jerarcas de D.C. Comics, que antaño fueron progres y tuvieron los huevos para revolucionar el mercado en la última década y media del siglo pasado, en este nuevo siglo hicieron gala de su ostracismo y retrogrades galopante y le metieron un zapatazo en el orto a Ennis y su serie que no paraba de tirar mierda a los Super-héroes, y el Irlandés, cabrón como él solo, no se quedó con eso y se fue a buscar otra casa para su obra, y la encontró en la editorial independiente Dynamite, en la cual pudo publicar el resto de los números.

¿Y porqué a Wildstorm se le hizo complicado aguantarle los trapos a un comic como The Boys? Bueno, porque es brutal, tremendo, salvaje, extremadamente violento, por momentos casi pornográfico, y deja muy mal parados a los hombres con calzas. The Boys fue, en su momento, una antesala de lo que años después veríamos, con otra perspectiva y una bajada de línea distinta, en el Kick-Ass de Millar. La trama nos sitúa en un mundo muy parecido al nuestro, pero atiborrado de seres con poderes, un DCU o Marvel 616 pero sin los personajes que todos conocemos y con algunas situaciones que ya hemos leído millones de veces llevadas casi siempre al absurdo, cuando no al ridículo. En ese contexto, Billy Butcher, un jodido con el aspecto de Punisher, los huevos de John McClane y el humor y carisma de Clint Eastwood en Gran Torino (2008), apoyado por la C.I.A., que le provee de la infraestructura y los permisos necesarios, reúne un equipo de agentes para realizar mayormente tareas de contención y escarmiento de estos super-pelotudos soberbios y altaneros que tienen poco amor por la vida ajena y creen ser intocables. Este equipo incluye al grone ex-ranger Mother's Milk (¿fan de los RHCP?), al desquiciado Frenchman, a la Emo The Female (of the Species) y a Hughie Campbell, un pobre tipo que tiene la apariencia del conocido actor Simon Pegg 
y que fue víctima indirecta del desparpajo con el cual los héroes y villanos de este mundo llevan adelante sus combates, ya que su novia muere aplastada por uno de ellos en las 1ras viñetas del 1er número de la serie. Wee Hughie, como también suelen llamarlo, es muy importante para la serie porque es el único que no tiene conexión alguna con una antigua formación de este departamento de cazadores de super-tipos, ergo: nos proporciona la mirada del lector virgen del pasado ávido de conocer todos los secretos sepultados. A medida que la saga avance se irán acoplando más personajes secundarios y tendremos también villanos que en cierta medida terminarán siendo recurrentes, y en el camino nos encontraremos con temáticas que, al menos en el inicio, era impensado que se pudieran tocar dentro de esta serie, como por ejemplo homosexualidad y homofobia. Y es que Ennis, una vez que cerró trato con Dynamite y supo que ahí podría explayarse como quisiese, bajó 2 cambios a la velocidad de la narración y comenzó a asentar mucho más el sentido de cada personaje y las inter-relaciones entre ellos, y sobre todo como se relacionan con este mundo caótico y siempre a punto de estallar. A pesar de la recurrencia de algunas lugares familiares, The Boys no es el Watchmen de este siglo ni pretende serlo, de hecho diría que casi todo lo contrario, la bajada de línea siempre está acompañada de mucho humor negro, y el tono con el que se maneja Ennis es propio, y avanza por la vereda de enfrente del de Moore.

Para finalizar, el arte, en la casi totalidad de los números, estuvo a cargo de otro campeón de la galaxia, el señor Darick Robertson, que si bien tiene bocha de laburos en D.C. y Marvel, todos los recordamos por ese comic del cual alguna vez tendré que armar una reseña, porque lo amerita: Transmetropolitan… una obra guionizada por… Más vale, cabeza, ya te me adelantaste 2 pasos: Warren Ellis.

War Stories

Las War Stories fueron dos miniseries de 4 números cada una publicadas por el sello Vertigo de D.C. Comics entre el 2001 y el 2003, y el contenido de las mismas ubicaba sus relatos en la 2da guerra mundial (excepto por uno de los números que está situado en la Guerra Civil Española), y en su momento sorprendió a todos, dado que Ennis venía de finalizar su galardonada y celebrada Preacher, y su siguiente proyecto son estas historias épicas, solemnes y con contenido netamente ortodoxo, que da cuenta de la temprana fascinación que el guionista tiene por el género bélico. Desprovistas del leguaje grosero y la violencia desmedida a la que nos tiene acostumbrados, el borrachín favorito de quien escribe esta reseña no se privó de mostrarnos que todas las guerras son absurdas, que los aliados fueron unos vergas cuando necesitaron serlo, que podíamos encontrar Alemanes con honor o que el pueblo inglés no tenía reparos en escupirles en la puta cara a sus propios soldados y tildarlos de cobardes por estar peleando en una pequeña localidad de Italia en vez de estar matando nazis en Normandía, donde estaba ocurriendo la acción de verdad. En medio de todo esto seremos testigos también del saqueo 
desmedido de un pelotón norteamericano de una casa repleta de obras de arte y objetos valiosos –y del festejo del mismo con alcohol y putas incluido- y de la travesía del oficial alemán Johan Kleist y su pelotón a bordo del tanque Tiger I, una máquina de guerra tan temible como legendaria que formó parte de la vanguardia Panzer y que es un personaje más de la historia. Como si con eso no tuviéramos suficiente, el desfile de dibujantes que pasaron por esta miniserie es envidiable: desde Dave Gibbons hasta David Lloyd, pasando por Cam Kennedy (conocido mayormente por haber dibujado 14.000 historias del Judge Dredd en la británica 2000 AD, pero que en U.S.A. realizó el fantástico Lobo: Unamerican Gladiators de Alan Grant y el Batman/Judge Dredd: Vendetta in Gotham de John Wagner y la bruja Grant de nuevo) o John Higgins (World Without End, Hellblazer, Identity Disc y los colores de Watchmen y Batman: The Killing Joke). Un detalle no menor, la historia ambientada en la guerra civil española está dibujada por… un español: Carlos Ezquerra, que tiene en su haber dos especiales de Preacher, The Good Old Boys y The Saint of Killers, y un anual de Hitman. Un precioso moño y una gentileza dictada por el sentido común por parte de Ennis.

The Pro

Venimos prendidos fuego, y bajamos un poco, antes de la escalada final. Cuando armo estas reseñas siempre intento encontrar una obra pequeña, ya sea una miniserie de no más de 4 o 5 números o una novela gráfica, para poder ofrecer también una reseña de una obra que pueda ser consumida en poco tiempo por el lector. El antecedente directo que tenemos de esta orgía desproporcionada de sexo retorcido y enfermiza violencia es el one-shot de 1995, Punisher Kills the Marvel Universe, donde de la mano de un ignoto Doug Braithwaite en los lápices, Ennis realizaba un genocidio de todo el Marvel Univers , efectivamente. Dispuesto a demostrar, una vez más, su desprecio por el género super-heroico y lo poco que le importa que quienes firman sus cheques viven del mismo, en The Pro tenemos una versión femenina de Lobo, el cazador intergaláctico Czarniano, en forma de una prostituta con super-poderes otorgados por la entidad cósmica conocida como The Viewer (El Observador, ponele), que forma parte de un grupo llamado la League of Honor, conformado por The Saint, The Knight & The Squire, The Lady, The Lime y Speedo. Si, si, no me copé con los “The”, así se llaman. 
Es así como, con este comic, años antes de The Boys, Ennis deja bien en claro, haciendo uso de la sátira, la ironía y el absurdo, cual es su opinión general sobre absolutamente todos los clichés del género, y a través de su humor corrosivo desprovisto completamente de tacto y sutileza arremete sin miramientos contra los mismos pilares y debilidades de este tipo de publicaciones, saciando su morbo pero ofreciendo al lector habitual un alivio a su “curiosidad voyeur”, dándole la oportunidad de ver como se materializan algunas de sus lascivas fantasías. En un relato hilarante y nocivo Ennis no descuida, de todos modos, la narrativa clásica, aunque no por eso se priva de transgredir sus normas y sobre todo contraponer a su sana, limpia e idealizada mirada “way of life” una miserable y mundanal humanidad más cercana a nuestra realidad, mucho más de lo que todos queremos admitir cuando nos levantamos cada mañana para afrontar el resto del día laboral. No conforme con todo esto el muy hijo de mil puta encargó la encomienda de darle forma a los lápices de esta barrabasada a una mujer, lo que, desde mi perspectiva, cierra el “chiste” de forma perfecta, y fue lo que más me motivó a incluir este comic en la lista. La encargada de dibujar esta aventura fue Amanda Conner, de quien pudimos apreciar hace unos meses su laburo en la Before Watchmen: Silk Spectre de Darwyn Cooke. Para cerrar esta parte, nada mejor que acercarles la definición de Brian K. Vaughan sobre esta obra: “el Wacthmen de los cómics sobre el sexo sin protección con prostitutas”. Punto.

Preacher

¿Alguien llegó a suponer que si incluía 4 comics de Ennis iba a evitar explayarme sobre Preacher? Les reconozco que hubiera sido muy jugado de mi parte, pero también innecesario. Para muchos –me incluyo- es la obra máxima, la que lo define como guionista, la que me va a hacer amarlo y respetarlo de por vida, y además la única ongoing de él que tengo completa en papel… cof cof. Nah, en serio, podría hacer un Top 10 de comics de Vertigo, y entraría Preacher de cabeza (tranquila, en el podio), un Top 10 de comics yanquies históricos, y así y todo entraría Preacher… donde no se si entra es en un Top 10 de historietas históricas, porque ahí ya tenemos que meter argentas, europeas, asiáticas… se complica.
Cuenta la leyenda que a mediados de los ‘90, el imprint Vertigo, ante la cercanía del cierre de su serie estrella, Sandman (que de todos modos no nació bajo esta editorial sino que fue uno de los comics recomendados para lectores maduros que pasó de D.C. a Vertigo), estaba tras la búsqueda de una serie ad-hoc que lograra asentar el sello y le permitiera despegarse definitivamente de su casa madre, un buque insignia que no tuviera que soportar –y arrastrar- la pesada carga de un universo ficcional con una compleja continuidad producto de décadas de publicaciones previas, y lamentablemente ni series como The Invisibles (de Morrison) o The Books of Magic (primero de Gaiman y luego de John Ney Rieber y Peter Gross) lograban ese cometido, ya sea por falta de ventas o bien porque carecían de una completa independencia del universo de D.C. Comics. Es así como la magnánima Karen Berger (editora Jefa de Vertigo en esos años), devota lectora de cómics británicos, descubre –como ya lo había hecho otras veces con, por ejemplo, Alan Moore o el mismísimo Neil Gaiman- el trabajo de Ennis, y lo invita a reemplazar a Delano en la serie Hellblazer, tal y como se los he narrado en las correspondientes reseñas de dicho comic. Es así como llegamos a 1995, el año en el que Garth Ennis, Steve Dillon y Glenn Fabry en las portadas, disparados por algunas ideas y conceptos que ya venían manejando con las aventuras de John, lanzaron al mercado su nueva criatura: Preacher

Cinco años, 66 números y un puñado de especiales y miniseries después la colección se ganó el corazón del público, la crítica, los colegas, la competencia y el de tu vieja también. Sobre todo el de tu vieja. Tu vieja ama Preacher, y es una genia por eso. Fue un éxito en ventas (se llegaron a vender 50.000 ejemplares mensuales), se llevó dos premios Eisner, uno como guionista y otro como mejor serie, ’98 y ’99 respectivamente, generó una obscena cantidad de merchandising y los bañó en billetes verdes a sus creadores producto de los royalties derivados de la creación –y consiguiente propiedad intelectual– de los personajes. Y aunque la serie finalizó en agosto del 2000, aún hoy en día sigue generando beneficios debido a los tomos recopilatorios y a las numerosas reediciones de la obra en diversos formatos; todo ello mientras gente como Stephen King (que ha reconocido la influencia de Preacher en su The Dark Tower) o Brian K. Vaughan (que en Y: The Last Man dedica un cameo al famoso zippo que tiene la inscripción “Fuck Communism”) la siguen reivindicando y mantienen su relevancia.

¿Y de que va entonces este glorioso comic? Bueno, pues Preacher es ni más ni menos que una historia épica religiosa de fin de siglo narrada como una road-movie (o road-comic, ¿no?) en la cual el protagonista, Jesse Custer, un pastor religioso sin vocación obligado a seguir una carrera clerical y atormentado por una permanente crisis de fe, que proyecta para el mundo la imagen de un tipo duro norteamericano que chupa whiskey como un malparido, fuma Marlboro, putea, no permite que nadie le falte al respeto y hace de las palabras honor y amistad una forma de vida, descubre que posee una habilidad especial: La Palabra de Dios, es decir, la capacidad de hacer que todos los que comprendan sus órdenes las obedezcan, ni más ni menos. Con plena conciencia de sus poderes y de la situación, Custer emprende un revelador viaje por Norteamérica en busca de Dios para obligarle a obtener de él la verdadera explicación de por qué el mundo es una mierda, y en el camino le acompañarán su recién reencontrado antiguo amor, Tulip, y un vampiro irlandés de un siglo de edad totalmente amoral que se convertirá en su único amigo, Cassidy, formando así un triángulo arquetípico que haría las delicias de Freud. Como corresponde a toda historia de este tipo, tendremos a tres personajes recurrentes (otra vez el triángulo, ¿no?, que además es uno de los símbolos sagrados de la religión católica) queriendo empalar a nuestro querido Jesse: Arseface, un estúpido adolescente hijo de un racista comisario que tiene la cara deformada producto de haber perpetrado un suicidio fallido emulando a su ídolo Kurt Cobain y que lo buscará por haber inducido mediante sus poderes a su padre a matarse; Herr Starr, miembro de alto rango de una misteriosa y todopoderosa organización conocida como The Grail que intentará usarlo para sus oscuros fines; y, por último, el hijo no declarado de Clint Eastwood y un Terminator, el imbatible Saint of Killers, un antiguo forajido resucitado para la ocasión y transmutado en un asesino celestial imparable, que tiene el encargo de lavar la ropa sucia de la Corte Divina encontrando a Custer y enviándolo al infierno de un balazo. Bonus track: mágicas apariciones de John Wayne en persona. Si, John Wayne, no un actor que emula ser John Wayne o algo parecido… no, no. John fucking Wayne.

Lamento comunicarles que se me figura imposible poder acercarles la grandeza de la obra en tan pocas líneas. La serie trata sobre la Fe, sobre la búsqueda de Dios y de la Fe, y sobre la manipulación y el abuso cometido por figuras en las que la gente tiene Fe, pero también se centra en los tres personajes principales y en las cosas que Ennis exploró a través de su honor, lealtad y amistad. Y un tema no le resta importancia al otro dentro de la historia. Todo esto en un contexto que destila western en cada puta página, ¿no? Ya sea por los personajes protagonistas, por los villanos o por el entorno en el que se desarrollan la mayoría de las pequeñas aventuras que incluyen esta larga travesía. Y es que aún describiendo los personajes, la trama y el mensaje de la serie, de todos modos dejamos afuera puntos importantes, como por ejemplo el hecho de que una de las cosas que más caracteriza a este cómic es su irreverencia, derivada del cinismo (y del estoicismo también) de los antihéroes: las frases lapidarias y la violencia (tan hiperbólica que no provoca repulsión) son puntos clave del guión, y nos recuerdan al mejor Sergio Leone, el de The Good, the Bad and the Ugly (1966), por ejemplo.

Como curiosidad final, me gustaría comentar que Ennis ha declarado que la inspiración cinematográfica para Jesse y Tulip no es otra que la pareja formada por Nicholas Cage y Laura Dern en el film Wild at Heart (1990), de otro groso, David Lynch, y que si bien cuando escribía al Saint of Killers siempre tenía en su cabeza a Eastwood (y como no tenerlo, ¿no?), cuando Steve Dillon lo dibujaba en quien se inspiraba era en James Coburn. Y así doy por concluida la extensa reseña de hoy, esperando no haberlos aburrido para renovar nuestro compromiso mutuo la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.