miércoles, 18 de septiembre de 2013

La saga de las Guardias rusas - El Gabinete del Dr. Morholt.


En cualquier escuela de cine del mundo se tiene al gran director Serguéi Eisenstein como un referente en las bases de la narración audiovisual.

En cualquier escuela de literatura del mundo se ponen como ejemplo de grandes escritores de la humanidad a León Tolstoi, Antón Chéjov y Fiódor Dostoyevski.

Pero quizás porque su alfabeto eslavo no utiliza los mismos signos que nuestro alfabeto latino, la barrera que divide la cultura rusa de la nuestra es mucho más importante que la que podemos encontrar con otras como la inglesa o la francesa.

También podemos inferir que la colonización cultural que Estados Unidos ha tomado como política de estado, por lo cual nos vemos bombardeados con productos culturales de dicho país, ha sido un factor importante sabiendo que el muro de Berlín cayó hace relativamente poco (en tiempos culturales, claro está).

Por eso es mucho más simple que en nuestras librerías haya obras de cualquier autor estadounidense mediocre, pero sea bastante difícil encontrar las de los nuevos exponentes de la literatura rusa.

Pero el cine actual, y la masividad que tiene, pudo cambiar las cosas allá por el año 2005, cuando en los cines argentinos se pudo ver la adaptación a la pantalla grande de la obra de Serguéi Lukyanenko "Guardianes de la Noche" ("Nochnoy dozor", en idioma original).

Lukyanenko nació en la ahora República de Kazajistán en el año 1968 cuando todavía era parte de la Unión Soviética y es un reconocido escritor de ciencia ficción y fantasía en la actual Rusia.

Lleva más de 20 libros publicados y ganó más de 30 premios, tanto por ellos como por sus cuentos cortos.

Su libro "Los Nuevos Guardianes" (Novyi Dozor) fue publicado hace más de un año en el mercado ruso, pero sólo hace unos pocos meses en el estadounidense. Porque, sí, Lukyanenko logró colarse en el mercado del gran país del norte con su primera saga de libros de fantasía, la saga de "los Guardianes".

Esta saga nos muestra un mundo donde las brujas, vampiros, magos, hombres lobo y otros cambia formas viven entre los humanos, se denominan a sí mismos como “Los Otros” y pueden tomar el camino de la luz o el de la oscuridad. Pero lo más interesante es que entre los dos caminos existe una paz, frágil, pero paz al fin.

Esta tregua fue firmada hace muchos siglos luego de mucho más tiempo de batallas y establece que, por cualquier acto de oscuridad perpetrado por un Otro Tenebroso se da permiso a realizar un acto de luz a un Otro Luminoso… pero también viceversa.

Entonces, por ejemplo, cualquier mago curandero de la luz que vea a un herido en la calle no puede curarlo sin que, para mantener el equilibrio, le dé la posibilidad a un Otro Tenebroso de realizar un acto de oscuridad.

Y como garantes de este equilibrio pautado en la tregua existen las Guardias, una suerte de oficinas de auditores, tanto la de la noche, como la del día. En la primera los Otros Luminosos vigilan que los Otros Tenebrosos no cometan actos por fuera de la tregua y en la Guardia Diurna al revés.

Pero lo más interesante de este mundo creado por el autor kazajo es que el trabajo de estos seres de fantasía en cualquiera de las Guardias no deja de ser un trabajo de oficina.

Sí, un trabajo de oficina con burocracia, con papeleo, con autorizaciones y con rutina.

Por lo que, como en el ejemplo del curandero que di antes, los Guardianes del Día pueden presentar un informe y una petición formal a los Guardianes de la Noche para que, como se curó a alguien utilizando la magia, un vampiro se pueda alimentar de un niño sin ningún castigo.

Así es la tregua y ese es el trabajo de las Guardias: mantenerla a toda costa. Porque la guerra entre los dos bandos es un destino mucho, mucho peor, tanto para los Otros como para la los simples mortales.

Siempre puede haber infracciones mucho más graves tanto de un lado como del otro, infracciones a la tregua que desbalancean demasiado el equilibrio entre la luz y las tinieblas. En ese momento aparece en juego La Inquisición. Una organización con miembros poderosos que optaron no jugar para ninguno de los dos bandos. Un brazo armado que busca el balance por sobre todo y que lejos está de las diferencias entre vampiros, magos o brujos. Cuando un Otro se une a La Inquisición, ya no se es ni tenebroso ni luminoso.

"Guardianes de la Noche", "Guardianes del Día", "Guardianes del Crepúsculo", "Los Últimos Guardianes" y "Los Nuevos Guardianes" son los nombres en castellano de esta pentalogía de libros que tuvo dos adaptaciones al cine por el director ruso Timur Bekmambetov más conocido por sus películas en el mercado de Hollywood "Wanted" (2008) y "Abraham Lincoln: Vampire Hunter" (2012).

El mismo Lukyanenko trabajó en equipo con el director e intervino en los guiones de las dos adaptaciones y, según dijo alguna vez “la verdadera diferencia entre las películas y los libros es que las películas muestran una gran batalla entre los Otros de la luz y de la oscuridad, mientras que en los libros es una guerra fría, un conflicto entre las agencias que traman y complotan todo el tiempo, pero sin dejar de lado la tensa paz. Esto es porque el cine tiene otra manera de contar las cosas, tiene sus propias reglas. Quizás, si hubiese sido una adaptación para la televisión, hubiésemos mantenido el registro.”

Tanto en las películas como en los libros, la acción se centra en un empleado de la Guardia de la Noche de Moscú. Un mago de la luz llamado Anton Gorodetsky que cumple el rol de analista en las oficinas de la Guardia bajo las órdenes de su jefe, el gran mago Boris Ignatyevich que fue, entre otras tantas cosas a lo largo de su extensa vida, miembro del Partido Comunista.

Como analista Anton debe, entre otros trabajos, verificar las líneas de probabilidad para detectar alguna intervención no autorizada de los Otros tenebrosos y a veces, investigar cuestiones fuera de la oficina, sin olvidar nunca el papeleo que todo eso puede traer aparejado.

Lukyanenko tiene una prosa interesantísima, porque mezcla la aventura fantástica, con ribetes de novela negra, y la más cruda cotidianeidad de una Moscú que empieza a levantarse luego de la caída del Muro de Berlín y el fin del comunismo. La ciudad misma y su gente son como un personaje aparte y la crítica social que logra a través de vampiros, magos y brujas es lo que lo llevó a ser uno de los exponentes del género de Fantasía Urbana en todo el mundo.

Pero quizás lo más importante de sus historias es que si bien existen los bandos de la oscuridad y la luz, la división entre ellos es difusa ya que son dos caras de una misma moneda y porque, en última instancia, los Otros también son personas, con sentimientos, pasiones y anhelos, lo que logra poner al lector en jaque con respecto a sus propias creencias y muchas veces terminar queriendo que el vampiro se alimente directo del cuello de un humano y deje de hacerlo con sangre de cerdo.

A través de los libros, narrados todos en primera persona, podemos ver cómo Anton desconfía de sus superiores cuando no entiende los trabajos que se le asignan y cómo muchas veces termina haciéndolos igual por obligación. Podemos sentir esa opresión de saberse un peón en un juego de fuerzas mucho más grandes y, especialmente, entre su jefe y el oscuro y antiguo Zabulon, el jefe de la Guardia del Día de Moscú.

Ese mismo sentimiento lleva a Anton, y a nosotros los lectores, por un camino de evolución donde se descubren ciertas verdades ocultas para el común de los mortales, pero también para los empleados rasos de las Guardias. Secretos y conocimientos que no sólo dan poder, sino también un mejor empleo.

Un elemento digno de destacar en la mitología de este universo es la existencia del Crepúsculo, un mundo sombrío que coexiste paralelo al nuestro y al cual cualquier Otro puede acceder a través de una sombra. Este mundo tiene, a su vez, distintos niveles de profundidad que se van diferenciando cada vez más de nuestra realidad y siendo cada vez más mágicos.

Sólo los más poderosos han llegado a los niveles más profundos del Crepúsculo y muchos no han tenido la fuerza para volver ya que el Crepúsculo les da la posibilidad de hacer magia, pero también absorbe la energía vital de los Otros.

Mi recomendación para todos aquellos interesados en este universo fantástico es que empiecen por los libros, ya que por lo menos los primeros tres se consiguen en castellano. Pero también es cierto que las películas son mucho más accesibles y son el punto de partida por el que yo conocí a este autor kazajo.

Quizás en unos cuantos años podamos acceder a su obra completa como podemos hacerlo hoy con las de los grandes autores rusos, pero mientras tanto habrá que conformarse con lo que las editoriales yankis y españolas nos permitan, salvo que nos pongamos a estudiar ruso para leerlo en su idioma original… digo… muchos estudian japonés para poder leer mangas o ver anime y nadie les dice freaks ¿o no?