viernes, 24 de agosto de 2018

Disenchantment: Groening se emancipa de FOX - La Columna de Logan.



Esta vez, a diferencia de lo que hice con otros estrenos, me entrego a analizar y escribir una reseña sobre uno de los últimos estrenos de Netflix, Disenchantment [(Des)encanto en su estreno en latinoamérica], la nueva apuesta de Matt Groening, sin haber leído absolutamente ninguna otra entrada, reseña o crítica sobre la misma.

Pero puedo saber, percibir e incluso anticipar lo que los medios y el fandom van a opinar: 

-          Está bien, pero no son Los Simpsons.
-          Groening logra sacar algunas risas… cada 3 o 4 capítulos.
-          Netflix, devolveme la plata.”
-          Ver Disenchantment nos hace preguntar porqué no se invirtió este esfuerzo en una 8va temporada de Futurama.

Y opiniones similares. No se preocupen, en la autopsia que estoy por hacerle a la serie, en la cual, de todos modos, intentaré spoilear lo menos posible, no tendrán el disgusto de leer nada parecido. De nada.


Una princesa, un Elfo y un Demonio entran a un Bar…


¿Quién, en pleno 2018, cuando se han cumplido ya casi 30 años del estreno de Los Simpsons, tiene interés por ver una nueva producción animada de Matt Groening?

Yo, claramente. Siempre. El resto de lo que me quede de vida voy a estar interesado en cualquier cosa que Groening quiera encaminar por el lado de la animación, ya sea en forma de serie televisiva o largometraje. El afamado creador de la familia animada norteamericana más famosa de los últimos 30 años tiene apenas 64 años, y hace casi 20 años supo volver a emocionarme como pocas veces con un producto muy logrado, muy querible y que también se terminó transformando, en poco tiempo, en un clásico animado de mi vida. Estoy hablando, por supuesto, de Futurama. Y ahora resulta que su nueva apuesta va a abordar el mundo medieval fantástico, el mismo que supieron desarrollar, en literatura, Tolkien, C. S. Lewis o, llegado el caso, George R. R. Martin, el mismo universo que supe jugar en juegos de rol como Advanced Dungeons and Dragons o en juegos de mesa como Warhammer Fantasy Battle, el mismo género que en videojuegos está representado por las sagas de Warcraft, The Legend of Zelda o Final Fantasy… ¿a quién se le ocurre que una propuesta de Groening ambientada en este rico e interminable género no puede llegar a ser algo no sólo interesante sino inclusive superior en muchos aspectos a lo que había logrado con las aventuras de Fry, Bender, Leela y compañía?


Además, el tipo es multimillonario. Es obvio que para volver a “apostar” por un producto así, se va a rodear de la crème de la crème en lo que se refiere a guionistas que lo asistan en el desarrollo de las tramas y a directores de animación que se encarguen de cada episodio, y teniendo en cuenta el gran trabajo logrado la última vez, va a recurrir nuevamente a los grosos de Rough Draft Studios para la animación, los que fueron responsables de Futurama (tanto de la serie de T.V. como de las 4 películas directas a DVD) y también de la película de The Simpsons.

Por eso, dicho todo esto, la noticia de que Groening estaba de nuevo vivo (artísticamente hablando, se entiende) con un nuevo show animado entre sus manos no podía más que alegrarme.
Distanciado ya bastante de la FOX (seh, aquella productora aún tiene de “rehén” a la archiconocida familia amarilla, pero después de los roces que hubo con Futurama, estaba claro que nuestro querido Matt no volvería a cerrar un trato de este tipo con ellos), a principios del 2017 logra vender la idea a Netflix, y cierra un trato por 20 capítulos iniciales, a entregar en dos tandas de 10.


La serie, como casi seguro ya muchos de ustedes sabrán porque lo leyeron por ahí o se clavaron algún trailer, está ambientada en Dreamland, un reino ubicado en algún lugar y momento del fantástico medioevo, en el cual una princesa rebelde y borracha de nombre Bean forja una extraña alianza con un Elfo y juntos intentarán sobrellevar sus vidas alejados de las obligaciones que iban a heredar por sus condiciones particulares, y sobre todo intentando evitar los destinos a los que estaban condenados (una por ser princesa y el otro por ser Elfo). No conforme con esto, Bean cuenta con un “demonio personal” de nombre Luci, que prácticamente todo el mundo confunde con un gato y que termina siendo la voz de la inconsciencia para nuestra errática heroína. Luci, además, cuenta con la voz del genio de Eric Andre, un comediante que supo acompañar a Jay Baruchel en la Sitcom de culto Man Seeking Woman  pero que para muchos de nosotros será por siempre recordado por el magnífico y surrealista The Eric Andre Show, un magnífico aporte de Adult Swin que estuvo al aire entre el 2012 y el 2016 y que con solo 40 capítulos y 2 especiales dejó una huella en la televisón yanquie imposible de borrar.

Saga o no Saga, esa es la cuestión


Aunque parezca algo imposible de conseguir por parte de este realizador, Disenchantment se ve y se siente como un soplo de aire fresco dentro de las actuales propuestas animadas serializadas con un perfil que está más cerca del adulto que del niño, algo irónico si se tiene en cuenta que el cerebro detrás de este proyecto es un sexagenario que la última vez que nos supo sorprender con algo fue hace 20 años, pero en realidad la base del porqué este show está tan buen tiene tanto que ver con Groening como con la televisión actual.

Nuestro querido (?) creativo y showrunner que supo ser irreverente y genialísimamente sarcástico con Los Simpsons acá encuentra un puñado de personajes circunscriptos en un universo que le ofrece la posibilidad de poder narrar una historia a largo plazo, de poder contar una saga, una aventura con continuidad, constante desarrollo y evolución, donde la mayoría de los elementos dispersos por el mapa no parecen estar puestos al azar, y a medida que vamos avanzando todo va encajando pieza a pieza, hasta finalmente encontrarnos con un inesperado clímax, dos capítulos antes del final de temporada, para ofrecer un magnífico y sorprendente epílogo, dejando la vara muy alta para la 2da tanda, y una decena de preguntas sin responder… aún.


¿Les suena todo esto? Sí, por supuesto. Es ni más ni menos que el marco narrativo del 99,9% de las series de T.V. actuales, ya sean dramas, series de terror, ciencia ficción o fantasía, la casi totalidad de las mismas parecen carecer de capítulos auto-conclusivos y solo son un episodio más, un eslabón más en una cadena de eventos concatenados que nos terminan depositando en el ansiado final season de cada año. La importancia que tienen hoy los showrunners en parte radica en la capacidad que tengan de crear “temporadas epistolares”, donde cada capítulo conduzca indefectiblemente al siguiente y todo confluya hacia el final como si se tratara de un tobogán. La aparición de Netflix en el tablero no hizo más que apuntalar este vicio, ofreciendo la posibilidad de poder “consumir” series de forma maratónica, en un fin de semana (o menos), un episodio detrás de otro.

Entonces, en este escenario, ¿Qué tiene de “novedoso” algo como Disenchantment?

Bueno, primero y principal, que es una serie animada de Matt Groening, alguien que, históricamente hablando, siempre renegó de este formato, y de hecho repetidas veces, tanto en Los Simpsons como en Futurama, incluso se mofaba del mismo. Muchos pueden llegar a pensar que estoy equivocado, que efectivamente ambos shows tenían una cronología cuidada y que si bien no se enfocaban en el formato de saga, de todos modos cuidaban los detalles y ambos universos estaban en constante desarrollo y evolución. 


Error. Y los ejemplos de esto sobran. Ni me voy a molestar en señalar detalles puntuales sobre este tema en Los Simpsons porque me resultaría ridículo… basta señalar que existen al menos 3 historias distintas de cómo se conocieron Homero y Marge, una por cada 2 décadas que dejamos atrás, así que en cualquier momento tendremos una 4ta historia relatando este momento, ambientada en los ’90 con el gordito vistiendo una remera de Nirvana y Marge rapada y usando jeans de tiro alto y borcegos. El tema con Futurama es un poco más complejo. El show no tiene una “ausencia total de cronología alguna”, de hecho, todo lo contrario, hay cientos de viajes en el tiempo donde los protagonistas se ven involucrados en centenares de eventos, muchos históricos, otros tantos del orden personal, e intervienen en ellos con o sin consecuencias para el estado de salud de la línea temporal. El tema pasa por el status quo impoluto de la serie, el cual prácticamente nunca se ve alterado en lo más mínimo aún cuando los protagonistas hacen cosas realmente jodidas, algunas veces a escala mundial y otras a escala universal. También es muy sonante el hecho de que, con 7 temporadas encima y 4 películas, los personajes aparezcan por ciertos lugares exóticos no muy lejos de donde se desarrollan sus aventuras y nadie los reconozca… Fry fue una estrella de rock, derrotó innumerables veces a distintos tipos de invasores, fue la cabeza de varias revoluciones, convenció a todo ser vivo de la galaxia a recuperar su universo de los robots, y pasa el tiempo y sigue siendo el mismo inocentón de pocas luces pero con un corazón enorme. No hay evolución en los personajes y las aventuras que viven no los afectan en el tiempo y tampoco modifican radicalmente el entorno en el que viven.
Disenchantment viene a romper con ese molde, sin perder la esencia de los trabajos previos de Groening. El sello del realizador está ahí y es bien visible, no solo en el diseño estético de los personajes, la animación y los entornos sino también en la construcción de los personajes y los diálogos. Bean no podría haber sido concebida en otro universo que no fuera el de este realizador: dolida por la temprana desaparición de su madre, esta heredera del trono de Dreamland encontró en la bebida y la joda una forma de lidiar con una depresión crónica disparada por la incomunicación con un padre poco despierto sumada a la convivencia con una extraña madrastra mitad-humana/mitad-salamandra. Y sus nuevos amigos y asociados también serían muy difíciles de encontrar en otro show que no saliera de la cabeza de nuestro querido Matt: un “Elf” que se hace llamar así mismo Elfo (en inglés se llama así, lo cual para nosotros es medio redundante pero para los yanquies es un poco más gracioso aún, a sabiendas de que así denominan los “latinos” a esta raza) y reniega de la supuesta felicidad imperante en su reino, y sale en busca de malos tragos, dolor y sufrimiento. Y un demonio que potencialmente fue ubicado en la escena con extraños planes pergeñados a su espalda y un objetivo poco claro que de todos modos a él poco le importa ya que su diversión consiste en funcionar como catalizador para que las cosas empeoren y la gente a su alrededor la pase peor.


Como suele suceder con los shows de este realizador, los personajes secundarios son un montón, y todos tienen elementos que los hacen muy distinguibles y fáciles de recordar, y en la mayoría de los casos los tornan muy queribles. Un Hada que también es una prostituta, un primer ministro con 3 ojos que tiene como amante a un alquimista y mago con el cual festejan sendas orgías, el esposo de la criada real que trabaja como verdugo, una gigante femenina, tuerta y pacifista…

A medida que avanzan los capítulos vamos conociendo, poco a poco, distintos lugares de Dreamland que terminarán confeccionando inconscientemente el mapa de este reino en nuestra memoria residual, ubicando al castillo real bien arriba, al borde de un risco y con una hermosa cascada en caída libre hacia al vacío, algo que aportara un sin-número de gags a lo largo de la temporada. Con unos fondos preciosos, ricos en detalles y referencias varias, Rough Draft Studios se puso el equipo al hombro para dotar a la serie de una paleta de colores muy auténtica y única, y se encargó de animar cada capítulo con toda la potencia de la animación 2D actual, intercalando cada tanto ciertas escenas en 3D que conviven de forma muy natural con el resto del capítulo, mejorando incluso este recurso del ya utilizado en Futurama.


Pero lo mejor de Disenchantment lo vas descubriendo con el tiempo. El show no te va a sacar carcajadas, no al nivel de los mejores momentos de las dos series previas de Groening, pero dudo mucho ese haya sido el objetivo desde un principio. Y sin embargo no carece de humor, y de chistes con buen timing, frescos e inteligentes y también del humor más burdo y visceral, del que proviene de la violencia, los golpes, el sarcasmo y los chistes negros. Pero muy adentro, en lo profundo, Disenchantment cuenta una historia, melancólica y triste por momentos, y habla de cuestiones inherentemente humanas, como la soledad, el desamparo, el exilio, la amistad y la incertidumbre acerca del lugar en el mundo que cada uno de nosotros ocupa. Y como es un show para Netflix, Groening y su equipo se permiten bajar línea en muchas cuestiones que antes apenas si tocaban de oído, y que hoy están más en boga que nunca. Cuestiones de género, sobre todo, pero también de lucha de clases, de redistribución de la riqueza, de la opulencia y su contraste con la escasez. La época que eligen para narrar la historia es muy apropiada, también, para tocar ciertos temas y permitir leer entre líneas. La supervivencia en esos años era un tema de agenda, cualquier persona podía morir de muchas formas distintas por distintos motivos, y acompañado de esa problemática estaba la pobreza y la ignorancia. Y todos esos matices quedan reflejados en Disenchantment, bajo el telón del humor mordaz y sarcástico de un tipo que supo tirar abajo los estándares de la familia tipo tradicional norteamericana a finales del siglo XX, riéndoseles en la cara a su propia audiencia del American Way.
Disenchantment no tiene esas pretensiones, no llegó a Netflix para comerse vivo nada ni demostrar un carajo, es un show muy bien guionado, dirigido, caracterizado y animado que sólo tiene como objetivo contar una historia entretenida llevada adelante por personajes descontracturados y en su mayoría bizarros. Y lo logra con creces.

Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.