jueves, 15 de junio de 2017

The Private Eye: Vaughan te regala un comicazo - La Columna de Logan.



A veces me pasa que no sé de qué carajo escribir. Saki, el administrador de Tierra Freak, se pone como loco cuando me escucha o me lée mencionar ésta cuestión y tiene razones más que válidas para hacerlo: en un mundo como el actual donde hay centenares de películas, series de T.V., historietas y series animadas que aún no han sido reseñadas debidamente en el sitio, sumado a los temas y las problemáticas que competen al Friki habitante de este lugarcillo, o la parva de autores, artistas y realizadores de los que podemos –quienes escribimos acá- hacer una entrada para poner al tanto a los lectores sobre los mismos, parece imposible no tener un tema para desarrollar. A veces no estoy enfocado, inspirado o sencillamente no encuentro el tiempo necesario para poder escribir el texto que la obra a referenciar amerita, y por eso hubo semanas este año en donde mi columna estuvo ausente, algo que me duele mucho más a mí que a ustedes, motivo por el cual aprovecho el espacio para disculparme. Otras, tengo el tiempo pero de todos modos no logro conectar con una obra lo suficiente como para poder entrarle desde las letras, falta la chispa de ignición inicial, aún cuando el consumo de esa maravilla me haya deparado infinitas satisfacciones. Hay momentos en los cuales me sobrepasan las opciones, tengo que elegir y esa elección me come la vida, y hay otros donde me reencuentro con una obra y me pregunto, ¿porqué carajos yo aún no abordé la misma en Tierra Freak? Ese es el caso de The Private Eye, el comic que paso a reseñar.



Panel Syndicate pasión

Con todo lo que leo on-line, de todos modos hay cosas que pasan por debajo de mi “radar”. Eso pasó con el nacimiento de este proyecto, la editorial Panel Syndicate, a la cual conocí cuando el comic que hoy reseño, The Private Eye, ya tenía 5 números a disposición de quien quisiera leerlos. Resulta que una mañana un amigo me hace caer de culo cuando me comenta que el genio de Brian K. Vaughan se había asociado con el dibujante barcelonés Marcos Martín y juntos habían montado una editorial que publicaba comics apaisados que podían ser descargados gratuitamente desde la página, los cuales tenían una calidad que nada tenía que envidiar a las propuestas más celebradas de la industria mainstream. 

La observación no era del todo correcta, al menos en lo que se refiere al costo. La propuesta, sin embargo, sí tenía una calidad que muchos editores en Marvel y D.C. querrían tener en sus colecciones en lugar de los verduleros de cuarta que estaban sosteniendo. La modalidad que proponía Panel Syndicate era sencilla: no hay editores de por medio, no hay burocracia, el comic sale y se pone a disposición de quien quiera bajarlo apenas lo concluyen los autores, y hay opciones múltiples de descarga para poder obtener una copia en inglés, en castellano e inclusive en catalán, portugués y francés, ya que los amigos Vaughan y Martín lograron asesorarse con traductores/as para poder trasladar los diálogos a cada idioma y luego se preocuparon de maquetar cada número con las respectivas traducciones. Increíble, ni siquiera tenés que esperar que traduzcan y maqueten la copia digital los “Héroes del Silencio” de la web, lo hacen los propios autores.

El costo de cada ejemplar lo pone el lector, y existe la posibilidad de que consideres que el costo es cero, nada, y de todos modos puedas bajarlo. Yo, por ejemplo, quería bajarme los 5 números, no sabía aún si el comic me iba a gustar o no (tampoco es que me la estaba re jugando, por supuesto, Vaughan es uno de los mejores guionistas del mercado yanquie y Martín es un muy buen dibujante y mejor narrador, era una dupla que no podía fallar), pero teniendo en cuenta el esfuerzo que los autores estaban poniendo en este proyecto no quería ser un ratón de alcantarilla… les dejé 50 centavos de dólar por comic, o sea, 5 comics digitales por U$S 2,5. Una vez que leí esos 5 comics me sentí para la mierda… claro, me gustaron mucho, casi me pareció que les había robado a los tipos, así que los siguientes comics los fui pagando U$S 2 cada vez que salían. Si utilizamos la conversión actual, son $30 por número más o menos, y sí, yo entiendo que una copia digital no es igual a una copia en papel, en serio lo entiendo, pero también, piensen esto: ¿Qué mierda compro HOY con $30? Mi almuerzo de todos los días cerca de mi trabajo sale más que eso, y también la merienda. El atado de cigarrillos casi diario que fumo sale $20 más que eso. Cuando llevo a lavar las sábanas al Laverap, $45 la bolsa, amigo. 5 pasajes mínimos en bondi en capital federal, HOY, sobrepasan ese valor por $1,25. El alfajor más barato que tiene el chino de acá a la vuelta sale la mitad, $15. Dos alfajores, entonces. Dos alfajores baratitos, no dos Jorgitos o Cachafaz.

Igual, después vino Image y me la puso: en diciembre del 2015 salió un hardcover recopilando los 10 números de The Private Eye. Ahí sí, debo confesar que me sentí medio pelotudo… pero en caliente, cuando lo reflexioné en frío decidí que no, que yo no era un pelotudo, y sobre todo que Vaughan y Martín no me habían robado. Verán: yo no puedo aplaudirlos y que ellos se enteren. Puedo felicitarlos por alguna de las redes sociales, como mucho, por el excelente trabajo que están haciendo con este emprendimiento, pero eso no es suficiente. Si soy sincero conmigo mismo, si realmente creo que ese trabajo es meritorio, es digno de celebrar y le hace bien a la industria, entonces la forma de demostrarlo es apoyarlo económicamente, todo lo demás es puro humo. Y la forma más práctica y directa de hacerlo es invirtiendo en estas copias digitales cuando salen. O un tiempo después, no importa. Pero invertir ahí, en algún momento. Bajarte todo lo que quieras gratarola pero en algún momento soltar unos U$S 2, U$S 5 o U$S 10, ponele.

Todos los números, al final, tiene un “epílogo” escrito mayormente por Vaughan pero con ciertas colaboraciones de Martín, y debo admitir que, aunque ridículo, esa sección es otro motivo por el cual he seleccionado este comic para la entrada de hoy. Los autores saben como armar una sección de ese tipo de forma tal que uno se sienta parte de algún tipo de movimiento contracultural muy buena onda con re buenas vibras, en sintonía con la búsqueda de un balance positivista cuasi-zen del universo y la mar en coche… o sea, es una boludez lo que hacen, pero lo hacen muy bien: van recuperando algunos comentarios y agradecimientos, y entre ellos aparecen autores de comics, dueños de comiquerías, distribuidores, lectores drogados, lectores que sacrificaron la guita que tenían para un almuerzo por el nuevo número, toda una fauna quirúrgicamente seleccionada para armar una sección de 3 o 4 páginas muy llevadera y que funciona como feedback y behind the scenes del proyecto.

El cuarto poder

The Private Eye se desarrolla en un futuro no muy distante, quizás 60 o 70 años hacia adelante, donde muchas cosas han sucedido y han cambiado el paradigma de los medios de comunicación. Internet, por ejemplo, desapareció por completo, producto de un incidente que no se explica demasiado, y eso ha afectado también el desarrollo de ciertas  tecnologías digitales. Muchas de las mecánicas, en cambio, y otros tipos de tecnologías, pudieron sobrevivir e incluso evolucionar. A nadie se le escapa la ironía, por supuesto, de escribir una historia sobre una sociedad que carece de internet y ofrecer la misma on-line, ¿no? Precioso. La sociedad que nos plantean los autores vive en una extraña situación de democracia con una ciudad en estado de sitio, o quizás es solo una natural evolución del estado absorbiendo cada vez más poder, tomando más control sobre nuestras vidas, probablemente utilizando como excusas nuestros miedos clásicos: la inseguridad y el terrorismo de estado.

Muchas de estas observaciones mías son conjeturas, conclusiones a las cuales ustedes también se van a ir acercando a medida que el comic avanza. Y el comic avanza, número a número, quédense tranquilos. Ya lo conocen a Vaughan, no es un narrador que se caracterice por dar vueltas y perder el tiempo. Te tiro el plot por la cabeza y lo va desarrollando, y en conjunto va armando, pieza a pieza, el universo que contiene esa trama, sin demasiadas explicaciones. Los espacios en blanco los vas llenando vos, por decantación o por seguir una línea de razonamiento coherente de ciertas conductas sociológicas actuales que podemos apreciar en nuestros tiempos.

Sin ánimos de spoilearte demasiado, en el 1er número hay un crimen, y unas horas antes del hecho la víctima en cuestión le había encomendado a un Paparazzi cuasi detective privado sin licencia que investigara sobre su propio pasado, a manera de poner a prueba sus facultades. Este paparazzi es el protagonista del comic, y debido a una relación pasada que lo conecta con la víctima deberá llevar adelante una investigación para establecer el motivo del crimen y, lo que es más importante aún, la identidad del asesino.

Vaughan y Martín te van llevando a los sopapos limpios por la trama, sin darte muchos respiros pero con una narración muy fluida, muy amena, y en el camino vas conociendo muchos aspectos de esta sociedad, que no por extraños dejan de resultarte familiares. Por ejemplo, muchos ocultan su identidad detrás de enormes máscaras que funcionan como “avatares”, y caminan por la vida como si eso fuera lo más normal del mundo. De hecho, las hermosas tomas panorámicas que nos dibuja el español delatan una sociedad absolutamente dispar, con vestimentas que refieren decenas de culturas y estilos, no hay dos personajes que se vistan medianamente similares, no hay tribus identificables ni tendencias estéticas… de hecho, los personajes más “aburridos” a la hora de vestirse son los protagonistas, el resto es un completo delirio.

Lo mágico de The Private Eye es algo que suele suceder con muchas otras propuestas de este guionista: al comienzo todo resulta raro, ajeno y caótico, pero en muy poco tiempo estás tan familiarizado con el entorno que esa sensación de extrañeza desaparece y es reemplazada por una enorme empatía por los protagonistas y unas ganas enormes de saber como sigue la historia. Cada ladrillo que Vaughan va colocando, cada clavo, cada tornillo, a todo le encontramos un sentido, una razón de ser, todo tienen coherencia, todo se conecta y tiene un subtexto digno de ser señalado y enfatizado, todo tiene una bajada. Y de todos modos la historia no resulta ni pretenciosa, ni aleccionadora, ni muy moralista ni tampoco una completa y absoluta transgresión a los sentidos. 

Tiene su ritmo propio que se nos figura muy natural. Y son solo 10 numeritos que te los clavas en no mucho más de 3 o 4 horas, con toda la furia. Menos si lees a las patadas sin detenerte en los detalles. Así que este fin de semana, cuando no sepas a que hincarle el diente, cuando estés falto de opciones en cine o televisión, Vaughan y Martín te esperan con esta pequeña joyita. No les falles.
Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.