viernes, 28 de abril de 2017

Conejos en el Huerto, preciosos ladrones de hortalizas - El Gabinete del Dr. Morholt.


Dentro de unos días se va a realizar la entrega de los Premios Alfonso X al mejor juego de mesa argentino.


Esta premiación tiene la particularidad de que si bien tiene un jurado de notables que emiten su voto, también lo hacen clubes de juegos de distintas (y distantes) partes del país.




Es decir que es casi como un “People Choice Award” de la afición lúdica. El año pasado lo ganó el juego Kinmo y este año entre los tres finalistas se encuentra Conejos en el Huerto. Un juego de Luis Marcantoni, el diseñador de juegos argentino más prolífico de esta naciente industria.

"Es un honor que la gente haya elegido Conejos para la terna final de los Alfonso X, y incipalmente porque se trata de gente no especializada” dice Luis y agrega “La mayor virtud de un juego radica en no juntar polvo en el estante. Si la gente lo elije, es porque lo juega y eso es súper gratificante.”


Conejos en el Huerto es un juego de los denominados modernos editado por la empresa Ruibal, una de las más grandes y clásicas compañias de juegos del país y la cual ya había publicado otro juego de Marcantoni, Nuevo Mundo, en el año 2015.


Y es que Ruibal viene apostando (despacio, pero al menos lo hace) a mostrarle al mercado otra clase de juegos, juegos que se corren de las clásicas e infinitas reediciones del ludo, del juego de la oca o del dominó.

Al respecto de su relación con la editorial Luis cuenta que “comenzó a través de una persona que trabaja para la empresa desde hace años. Tiempo después, por cuestiones personales, tomé la decisión de irme a trabajar a otra editorial. Pero con los años, me llamaron nuevamente y volví. En Ruibal  me siento muy cómodo. Es una gran empresa, y me brinda libertad absoluta para trabajar. Trato de interpretar sus necesidades y requerimientos, son una empresa familiar, son muy buena gente y eso facilita todo.”


Y esa libertad para crear juegos hace que Luis se tome la actividad como un trabajo “no desde el tiempo dedicado, o sea 8 horas como si estuviese en una oficina, sino desde el resultado pretendido. Un juego es un producto complejo y todas las piezas deben encajar para que funcione adecuadamente, cuando una parte no lo hace, el resto pierde sentido. Para lograr ese resultado trabajo conjuntamente con mi esposa Celeste, que no solo se dedica al diseño gráfico, sino que es muy minuciosa y no se le escapa ningún detalle.”

Conejos en el Huerto es fruto justamente de esa mezcla de compromiso de Luis y libertad que le da la empresa. Al respecto me cuenta que “al juego lo desarrollamos de un modo 100% independiente, sin ningún tipo de condicionamiento de parte de Ruibal. No hubo que resignar nada, eso no tiene precio y, es motivo de agradecimiento eterno para con la editorial.”


Y lo que hace tan interesante a Conejos en el Huerto es que es un juego familiar, que puede confundirse con uno de los clásicos productos que se encuentran en las jugueterías, pero con un fundamental condimento de los juegos modernos: no tiene nada de azar.


En el juego cada jugador tiene que mover a sus dos conejos por las áreas del tablero circular para poder robar distintas hortalizas que, al final del partido, nos darán más o menos puntos según la cantidad de ellas que tengamos, pero también según la cantidad de ellas que queden en el tablero.

Es decir que no es solamente un juego de mover el conejo y guardar recursos, sino que aparte tenemos que estar atentos a la cantidad que tienen los demás jugadores de cada hortaliza y la cantidad de ellas que quedan en el tablero.


Al respecto de los orígenes del juego Luis cuenta que “comenzó como una mecánica abstracta de rondel, allá por 2011. Quería un juego simple, familiar, sin azar, con una temática amigable. El proyecto transitó por los temas más diversos hasta llegar a los conejos, y ahí me detuve. Con el tiempo el juego fue tomando forma, y cuando todo funcionaba adecuadamente, apareció el gran dilema: definir el sistema de victoria. Extrañamente, Conejos es un juego que se adapta muy fácilmente a los más diversos sistemas: set collection, sistema Knizia, mayorías, etc. Yo no quería un sistema trillado, por eso me decidí por un sistema de especulación bursátil: 5 acciones con diferentes niveles de riesgo, más un sistema de determinación de cotizaciones colectivo. Profundo, divertido y con finales bien variados.”

Esa profundidad y diversidad que remarca el autor es fácilmente reconocible al ver cómo distintos jugadores disfrutan del juego cada uno a su manera. Para los más chicos es un juego con mecánicas simples y una temática atrayente, pero para los jugadores más grandes es un juego donde se puede calcular dos o tres pasos por delante lo que lo hace muy desafiante.


Para este diseñador, que empezó a tomarse en serio la actividad en 2004, el juego “es una herramienta fundamental para educar, entretener, entrenar y socializar” y cree que en Argentina “a la industria le falta establecer un norte, un plan común orientado a reinventar la necesidad de jugar para desarrollar una demanda de juegos sólida, real.”


Es que para Luis si bien la industria se expande, lo hace de manera lenta “Por un lado veo un grupo minoritario que acompaña la vanguardia lúdica mundial. Por el otro veo una gran masa de gente que continúa ajena al mundo de los juegos, esperando. Seducirlos requiere dedicación y delicadeza. Juegos rápidos, simples, nacionales y fáciles de conseguir. Hay que llevarlos despacio, no sobrecargarlos de información, ni apabullarlos. Hay un largo camino a recorrer por delante.”

Parte de ese camino es lo que Luis hace con sus juegos y lo que los Premios Alfonso X intentan fomentar, que cada vez más gente se acerque y juegue. Que cada vez más gente deje de lado la creencia que jugar es una actividad que se debe dejar cuando uno se hace adulto.


Ese es el verdadero arduo camino a recorrer. Un camino que, con la ayuda de empresas como Ruibal y de diseñadores como Marcantoni, se va a hacer un poco menos complicado y más divertido y entretenido de recorrer.