jueves, 2 de febrero de 2017

Streaming vs P2P - ¿El fin de una Era? - La Columna de Logan.





Hace una semana un amigo del interior del país cayó de visita en la ciudad, en la gran ciudad, y pudimos compartir un par de noches de tragos, anécdotas y nostalgia e intercambiar algunas ideas sobre nuestro magro presente para proyectar o visualizar, en conjunto o por separado, los pasos a seguir de acá en adelante. Producto de esas noches mi amigo me hizo concientizar de un poco promisorio futuro relacionado con lo que para muchos es un consumo casi diario, habitual, y que poco a poco ha ido reemplazando otras actividades: la visualización de películas o series de T.V. gracias al beneplácito de la existencia de internet. La batalla más comentada y debatida hace unos años –no muchos, 3 o 4- tenía su foco en lo legal versus lo “ilegal”, en las tarifas de los cables versus los costos de una buen caño de banda ancha, en los precios de las entradas de cine versus el insignificante valor de los DVDs truchos que venden manteros y kiosqueros amigos, pero hoy muchos de esos debates han finalizado casi sin que nos diéramos cuenta, y gran parte de la culpa la tienen la aparición y rápida expansión de señales streaming que ofrecen también una tarifa mensual y utilizan internet para ofrecer un fastuoso y suculento menú de opciones multimedia, una interminable e inabordable lista de películas, series de televisión, documentales y recitales en vivo, entre otros productos. Sin duda alguna la señal que se alza por encima de todas y se transformó hoy en parte de nuestra cultura, con más de 60 millones de subscriptores en todo el mundo, es Netflix, y su cuasi-monopolio podría llegar a poner en jaque toda una red de intercambio de archivos “ilegales” que funciona por debajo del radar del navegante poco diestro. ¿Cómo es esto? Y, mas o menos, así.


Un poco de contexto…

Me encanta el mundo “tecnológico” en el que vivo, en el que vivimos. Realmente me encanta, lo amo, y no me imagino viviendo sin él. Cuando era chico, mientras otros soñaban con autos voladores, naves viajando a la velocidad de la luz o viajes temporales, yo soñaba con nuestro presente: un mundo en el cual el acceso a la cultura sea irrestricto, masivamente –mundialmente- popular y económico. Todo está al alcance de tu mano, de un click, y sólo necesitas una buena conexión a internet. Música, cine, temporadas completas de series de T.V., libros, historietas, ensayos, artículos científicos, juegos… el límite muchas veces es tu imaginación y tus necesidades, el inteligente uso de tu tiempo y muy pocas veces tus conocimientos sobre la forma en la que se comparte ese fragmento de la cultura que estás buscando o necesitando. Otros fenómenos virtuales que han acompañado el avance de la tecnología también me gustan. Las Redes Sociales, por ejemplo. No soy un ferviente fan de las mismas, y no son pocas las veces que me queman la cabeza y las abandono por un tiempo, pero las entiendo y las disfruto, y he armado una Red particular, propia, interna, donde también fluye un intercambio de información que nutre mi necesidad de más cultura, y muchas veces facilita mi encuentro con la misma.

Dentro de este contexto y considerando la edad que tengo, me fui fogueando de una manera puntual y particular, y debo admitir que para algunas cosas ya no estoy en condiciones de ponerme en sintonía con las tendencias actuales. Soy un amante de los “archivos” y reniego demasiado de todo lo que es ofrecido para consumo on-line. Mi edad seguramente me juega en contra, pero yo necesito saber que tengo el control sobre lo que estoy degustando, y lo obtengo al poder manipular un archivo. Necesito el mp3, la carpeta con el disco completo de esa banda, o armar mi propia carpeta con mis propios mp3s… Seh, aún uso los mp3s, casi una antigüedad. Si consumo algo audiovisual necesito tener el archivo de video en mi disco, también. No le huyo a youtube ni a páginas análogas, pero si el video que voy a consumir en youtube supera los 30 minutos es muy probable que prefiera bajarlo en el disco y reproducirlo con el KMPlayer o el BSPlayer.

Dicho esto, ya perdí la memoria de cuándo fue la primera vez que tomé contacto con las Redes P2P (siglas de peer-to-peer en el inglés original, pero que acá conocemos como red de pares, red entre iguales o red entre pares), pero el increíble portal que esas estructuras abrieron dentro de la web logró impactos que van más allá del análisis que pueda permitirnos una página como Tierra Freak, o casi cualquier página conocida. Para el que no sabe de qué carajos estoy hablando, hace unos años aquí mismo escribí un par de entradas muy acotadas sobre el tema, y para el resto, hoy por hoy seguimos siendo una banda los que utilizamos las redes P2P para obtener no solo los estrenos de cine y televisión sino también libros, historietas, juegos y programas que, de no existir esta red, o bien se nos complicaría la búsqueda, o directamente sería imposible dar con estos archivos.

Volviendo a mi caso particular, entiendo perfectamente al usuario promedio de Netflix. No lo condeno ni ejerzo absolutamente ningún tipo de juicio de valor sobre su persona, lo entiendo: la comodidad de poder acceder a ese catálogo desde el confort de tu sillón solo utilizando tu control remoto y seleccionando lo que querés ver es algo que no tiene precio… bah, si lo tiene, Netflix adquirido legalmente tiene un abono mensual, claro está, pero la idea se entiende. Y esta señal no se queda solo con eso, tiene un par de funciones más que logran aggiornar la experiencia del usuario, como ser las sugerencias supuestamente armadas gracias al perfil del usuario, la sencillez de los menús y la facilidad para su entendimiento y navegación –lo que en programación se conoce como una interface amigable-, y algunas otras funciones que permiten “recordar” cual fue el último capítulo visto de tal serie.

Al usuario duro de P2P una plataforma como Netflix no le entrega nada nuevo, y no son pocos los que ven este tipo de señales como “servicios para el navegador pajero”. La red P2P armada es tan fuerte, tan fiel y tan activa -al menos hasta el día de hoy-, que no existe producto que estrene Netflix que no tenga su clon en distintos formatos y calidades dentro de la misma, ni siquiera de las producciones originales, las cuales en menos de 12 horas de estar on-line en dicha plataforma ya tienen su versión disponible de forma gratuita en la red P2P. Y, claro está, luego tenemos todo ese sin-número de películas y series que Netflix no posee, a disposición de cualquiera que utilice una red P2P, por no mencionar los estrenos de los cines, que aún en calidades paupérrimas y poco dignas, encuentran su lugar dentro de este maravilloso mundo en pocos días. Netflix, además, tiene grillas distintas dependiendo del país desde el cual te estas logueando… sin embargo las redes P2P son mundiales, el mismo acceso que tengo yo lo tiene alguien en Canadá, Suiza o Tailandia. Y paralelo a esto están los subtítulos que nosotros, latinos, necesitamos para poder consumir el material extranjero… una necesidad que también es cubierta desde hace al menos 15 años por distintos foros y páginas que cualquier navegador avezado conoce de taquito.

Siendo así, es entendible la negativa que yo y cientos de miles de usuarios tenemos para abonar un servicio mensual que, aunque excelente, no nos provee de nada que no podamos conseguir con nuestra querida red P2P que nos viene nutriendo de material desde hace más de una década.
Y sin embargo, luego de la charla que tuve con mi amigo, me invadió una incertidumbre y un miedo tremendo, y pude visualizar un futuro no muy lejano donde las redes P2P terminen por desaparecer.

La comodidad versus la diversidad

-¿Cómo haces para ver anime vos hoy?, fue una de las preguntas que me hizo mi amigo al comenzar nuestra charla sobre el futuro del intercambio de archivos.
-Seh, entiendo adónde vas. Me cuesta, me lleva tiempo, pero tengo ahí en favoritos 3 sitios donde aún conservan archivos de Descarga Directa para un enorme número de animes fansubneados (archivos de video con el subtítulo incorporado al mismo). Y si no los busco, por otro lado, siempre en descarga directa…

-Y claro, porque el raw (el archivo crudo, con el audio original sin ningún tipo de subtítulo incorporado) todavía es sencillo de conseguir por P2P, pero luego es imposible encontrar un subtítulo que esté sincronizado para ese archivo puntual. Sí o sí tenés que conseguir el video con el subtítulo incorporado. Y vos tendrás esos sitios, que suben y bajan como monos de una palmera, hoy están y mañana ya no, pero yo ya me hinché las pelotas, me entraron por ahí, y me bajé del tren con eso: busco los animes on-line y los veo en alguna página de mierda, y ya.

Hagamos un ejercicio sencillo para establecer un punto de partida y un cierre, todo junto, de este debate: aquellos que aún utilizamos redes P2P, pensemos un poco más allá de nuestro círculo social íntimo, que si tienen las mismas costumbres que nosotros probablemente son usuarios de esa misma red. Incorporemos a esta lista a nuestros compañeros de trabajo, a los pibes con los que jugamos al fútbol los jueves, a los amigos de nuestras parejas, a nuestros familiares no tan directos, a vecinos, a conocidos de otras actividades que tenemos, y las charlas que surgen en esos grupos, el tipo de usuarios de tecnología que son, e intentemos llegar a un número. ¿Cuántas de todas estas personas por afuera de nuestro círculo social principal siguen utilizando redes P2P? ¿Cuántas siguen “bajando” películas y luego buscando los subtítulos para ese archivo? ¿Cuántas se toman el trabajo de bajar capítulo por capítulo de una serie determinada y luego ubican el subtítulo correspondiente? Y en contraposición a ese número, ¿cuántas de todas estas personas tienen Netflix y han prácticamente abandonado la “bajada” de películas y series en pos de la utilización de esa señal? Y cuando aún no han podido acceder a Netflix o quieren ver algo que esa señal no tiene incorporado a su catálogo, ¿cuántas buscan directamente las películas o series de forma on-line? Mejor aún: ¿cuántos millennials utilizan P2P, se toman el trabajo de bajar, instalar, configurar y conocer el proceder de un programa como el µTorrent, en contraposición con los miles de millones que ven todo lo que necesitan on-line?
La realidad es que las señales de tipo streaming han modificado la experiencia de todos los usuarios, en términos generales, y su facilidad de acceso y su rapidez de reproducción han fomentado una cierta vagancia entre millones de personas a la hora de ubicar un archivo puntual y poder reproducirlo. El mercado en constante expansión incorporando novedades todo el tiempo y condicionando así la experimentación del usuario, imponiendo ciertos productos por encima de otros gracias a magnánimas campañas de promoción por múltiples plataformas que bombardean la cabeza de millones de usuarios, ha aportado su grano de arena para este rápido retroceso que día a día se está visualizando.

¿Pero por qué lo llamo un retroceso? Bueno, una ventaja que quizás pocos pueden percibir en las redes P2P es la variedad ofrecida, que siempre puntea en base a aquellos productos más “calientes”, por supuesto, pero que de todos modos hace lo imposible por cuidar el stock y no descuidar la pluralidad de la oferta, máxime teniendo en cuenta que es una red sostenida por usuarios. Y así y todo el avance tecnológico y la inconmensurable cantidad de productos que se ofrecen mes a mes juega en contra de la perdurabilidad de archivos “viejos” dentro de la red. Es matemática pura y simple: los archivos ocupan espacio, y ese espacio indefectiblemente tiene que ser utilizado con juicio porque no es infinito. Aún cuando la red esté sostenida por usuarios, archivos poco populares van a terminar desapareciendo de la misma a medida que vaya pasando el tiempo, ya que las medidas para preservar este tipo de productos son ínfimas e irregulares, y confiar en los usuarios nominales para la supervivencia de estos archivos es análogo a eliminarlos de la red, y ya.

Hay una “agenda” a la hora de reproducir y compartir archivos en las redes P2P, marcada por el mercado más popular, el cual está, hoy, liderado por Netflix, por un lado, y por ciertas señales que todavía le plantan batalla a los servicios streaming (y hasta ahí, porque muchas de ellas ya ofrecen opciones parecidas), como ser Showtime, AMC, HBO o FX, y luego están las tibias competencias del gigante de la gran N, como las producciones propias de Amazon, Sony o de la plataforma Hulu. Pero luego tenemos todo ese universo on-line que es consumido pura y exclusivamente a través de reproductores flash del tipo youtube y que no tienen su contrapartida en archivos digitales en redes P2P ni tampoco forman parte del catálogo de ninguna señal streaming mainstream: cientos de decenas de páginas que generan videos diarios todo el tiempo, desde los youtubers hasta cortometrajes o series con episodios de 5, 10 minutos, máximo, material idóneo para ser consumido en reproductores portátiles, como ser celulares, tablets, etc. Y cerrando esta idea está lo que señalé hace un par de párrafos: la forma en la que avanza la tecnología muchas veces es dictada por la misma experiencia del usuario, y si bien es cierto que desde una laptop o una P.C. de escritorio es muy sencillo trabajar con una red P2P, no se puede decir lo mismo desde sistemas portátiles con una capacidad de almacenamiento reducida y muchas veces navegadores o sistemas operativos adaptados a ese hardware con limitaciones enormes que condicionan y limitan las opciones de reproducción.
Si el presente es una ventana hacia el futuro, hilando fino, este presente de hoy nos vaticina un futuro cercano en el cual las redes P2P van a dejar de existir tal cual las conocemos. Hace años no se nos hubiera ocurrido siquiera pensar en esta posibilidad, porque la velocidad de navegación no nos podía permitir darnos el lujo de poder ver una película de 200 minutos on-line casi sin sufrir problemas en su reproducción, seleccionando el archivo y esperando por la carga inicial no más de 5 minutos…

Hoy el panorama es otro: si las redes P2P funcionan tan bien que podes bajarte archivos de 2 gigas en poco más de 15 minutos, esa misma navegabilidad está puesta en función de la reproducción on-line, la cual, además, tiene el bonus favorito de millones de usuarios: no deja “restos” en el disco. Porque ese es otro tema del cual casi nadie habla y forma parte fundamental de toda esta problemática: ¿para que guardamos archivos, aquellos que aún lo hacemos? El almacenamiento de archivos de video o audio tenía dos objetivos fundamentales en el pasado: 1º) Poder recuperar los mismos para nuestro uso personal, y 2º) Poder compartir dichos archivos con familiares y amigos. Hoy el nivel de accesibilidad de absolutamente todo el mundo civilizado es tan alto y grande que nadie “comparte” físicamente nada, los CDs y DVDs pasaron a mejor vida, la unidad de almacenamiento más común utilizada hoy por hoy es el pendrive –o en su defecto algún tipo de memoria análoga USB-, y los mas versados algún que otro disco rígido portátil, y son inexistentes los “pedidos” de un conocido, familiar o amigo de material audiovisual que deba ser transportado en estos medios. El que almacena –me incluyo en esta lista- películas, series o documentales estoy casi seguro lo hace por ósmosis, no tiene la más puta idea del destino final que esos  archivos van a tener, y cuando el espacio lo apremie no lo va a dudar, esos archivos van a pasar a mejor vida.

Si el almacenamiento comienza a ser un problema y la demanda por opciones on-line gratuitas más estables sigue creciendo, no es difícil entender que estamos ante una debacle de las redes P2P importante, que a menos que se reformulen y comiencen a ser utilizadas con otros fines, irónicamente se van a transformar en algo arcaico y obsoleto.

¿Qué parte de toda esta disyuntiva me genera un poco de ruido? La base de las páginas que reproducen archivos on-line de forma gratuita. Las páginas de descarga directa también están viendo sus últimos días, gracias en parte al exacerbado ataque de intereses estatales internacionales presionados por las cadenas, señales y productoras que generan contenido audiovisual con copyright y facturan miles de millones de dólares, y no quieren ver esas cifras decaer en pos de la mal llamada “piratería”, así que las páginas “truchas” que ofrecen estos archivos con copyright de forma gratuita la única forma que tienen de conseguirlo es… una vez más, irónicamente, a través de las redes P2P. Tal y como está planteado el escenario ahora, unas no pueden existir sin las otras, pero la existencia de unas poco a poco está asfixiando la permanencia de las otras, y lo triste de todo es que esta silenciosa batalla la van a decidir ustedes, yo, nosotros, sin siquiera saberlo o ser realmente conscientes de esto. Nos volvemos a leer la semana que viene, aquí, en Tierra Freak.