jueves, 18 de agosto de 2016

Crack Bang Boom VII - La Columna de Logan.



Cuando comencé a escribir de manera regular aquí, en Tierra Freak, en octubre del 2012, se estaban por cumplir 2 años de aquella primera mítica Crack Bang Boom que se festejó los días 21 al 24 de octubre del 2010, evento que lo cambiaría todo. A mis espaldas tengo colgado una suerte de ruta-de-mi-vida, un pequeño mural armado con una plancha de corcho en la cual voy ubicando tickets de eventos a los que he asistido. Y allí, entre entradas de recitales de Metallica, Foo Fighters, Iron Maiden y Green Day, entre entradas de cine de estrenos como The Dark Knight, The Avengers o la reposición de Back to the Future del 2011, allí entre entradas a eventos como la 3er Gala deVideoflims o la fiesta de la Comiqueando festejando los 20 años, se encuentra, un poco amarillenta por el sol que le viene pegando desde hace 7 años, la 1er entrada de ese 1er encuentro Rosarino que celebra la historieta. Y la acompañan 5 entradas, de los otros 5 años a los que pude asistir a la misma. Si, un año le fallé a la Crack Bang Boom, el 2014, por problemas personales que incluían también complicaciones económicas. Ese año debería haber ido a dedo, y haber vivido esos 4 días durmiendo en una plaza, y lo hubiera hecho de no ser porque no solo lo económico me apremiaba. Porque la Crack Bang Boom lo vale. Lo vale. Los que nunca fueron no saben cuanto lo vale. En estos 4 años que llevo escribiendo para Tierra Freak, en los cuales acumulé más de 180 reseñas semanales, nunca he dedicado una exclusivamente a la Crack Bang Boom. Esto fue un error de mi parte. Tuve mis motivos, ya no los considero válidos. Hoy pretendo excusarme con esta entrada, y espero sirva de homenaje y agradecimiento para todos los que estuvieron involucrados no solo en la edición de este año sino en la de los anteriores.



Una más y no jodemos más

Cuando allá arriba señalé que esta convención lo cambió todo no estaba exagerando. Para nada. La Crack Bang Boom –si, así, con el “la” adelante, amigo lector- es la convención que le devolvió la profesionalidad a este tipo de eventos, es la que volvió a poner a la Historieta, la his-to-rie-ta, como principal protagonista de una convención. Es el evento que volvió a estar realizado, promocionado, planificado y orquestado por gente del medio que ama el medio, lo ama apasionadamente, enloquece por el medio, y así pierde horas de sueño, usa toda su fuerza de voluntad y un poco más, pierde años de vida, canjea salud por esfuerzo descomunal y se desvive por poner en marcha la convención más importante y convocante del país, y sin duda alguna una de las más importantes de la región. Solo la lista de invitados internacionales que fueron desfilando por las distintas ediciones podrían certificar lo que acabo de exponer, pero Eduardo Risso –ideólogo, padrino y alma mater de la Crack Bang Boom- y su Staff jamás se han conformado solo con eso. Ni de cerca. La Crack Bang Boom se ha nutrido siempre, desde sus comienzos, de nuestra industria de historieta –pobre, dirán muchos, medio renga, opinarán otros, algo zombie, coincidirán varios, pero viva, siempre viva, y siempre fresca- para decorar los salones, para oficiar como base de nuevos lanzamientos, para anunciar la creación de nuevas editoriales, para ofrecer charlas de editores, guionistas y dibujantes, y talleres, y seminarios, y firmas de ejemplares, y espacios donde los artistas puedan dedican horas a dibujar gratuitamente los personajes favoritos que reclaman los participantes. Y hay lugar para todos, señores, la Crack Bang Boom no discrimina: allí tuvieron sus puestos desde los Fanzineros más desconocidos provenientes de los lugares más recónditos del país hasta las editoriales más enormes y las distribuidoras más importantes de la región.

Es una fiesta, la Crack Bang Boom, es la mejor fiesta posible alrededor de la historieta, es la fiesta de los artistas y de los lectores, todos juntos, hermanados, todos reunidos en un mismo lugar por cuatro días, todos tirando hacia el mismo lado, todos empapados de historieta, por todos lados, en cada rincón del evento. El río Paraná cortando el horizonte, los salones del CEC (Centro de Expresiones Contemporáneas) y los galpones lindantes como cúpulas de contención y reunión, las charlas, risas y aplausos como música de fondo, y la alegría en cada rostro que cruzas. Alegría, felicidad, es imposible no encontrarse con esos sentimientos en un lugar así cuando amás la historieta. Todo te remite a ella, y todo comienza y termina con ella. Es la fiesta de la emoción. Y como en toda fiesta que se precie de serlo, el encuentro: el interminable, incansable encuentro con amigos y afectos, con artistas que te has pasado años, décadas quizás admirando, ahí, a mano, para poder entablar una charla o quizás solo para mostrar tu agradecimiento y robarles una firma o un dibujo. Los habitués que año a año se presentan en la Crack Bang Boom se comienzan a conocer, a reconocer, y se establecen nuevas relaciones, nuevos pactos, nuevas promesas, nuevos proyectos. Y de repente lo nuevo pasa a ser habitual, pero nunca viejo, y siempre agradable.

Es una amiga, la Crack Bang Boom, una amiga que ves una vez por año, una amiga que engloba todo un conjunto de amigos, por supuesto, pero una amiga porque además tiene identidad propia, es reconocible, se palpa, se transpira, se respira, se oye, se ve, se lee. Por eso quizás se llama así. Es muy personal la Crack Bang Boom, su locación por ejemplo, Rosario, no es arbitraria, es la ciudad en la cual vive Risso, por supuesto, pero además es una ciudad federal, quizás la más federal de todas, y claramente es un lugar que tiene pulso de historieta. No solo por Risso y el Negro Fontanarrosa, no, también por Leyendas, otra convención federal y popular que comenzó a fines de los ’90 y logró sumar 10 ediciones consecutivas, la última en el 2008. Y por las editoriales que nacen y crecen en esta ciudad, como la ya comentada Rabdomantes Ediciones, pero también por proyectos editoriales como la revista Terminus, que comenzó como un Fanzine Rosarino justamente en una de las Crack Bang Boom anteriores y se terminó consolidando como una de las mejores antologías de historieta actuales, y el premio que ganó este año lo certifica.

Pero la personalidad de la Crack Bang Boom no solo pasa por ahí, por Rosario y su alma mater, Risso, los lugares que habita son personales. Las muestras en el CEC o en los salones aledaños, o las que se realizan en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, o las proyecciones y charlas que muchas veces se han realizado en los anfiteatros cercanos al CEC, el Café Vinilo del CEC, todos terminaron siendo lugares familiares, únicos. Y luego está la gente detrás de la Crack Bang Boom, la que o bien formó y forma aún parte del Staff o la que colaboró con ellos prácticamente desde el primer día: Eduardo Santillán Marcus, Juan Ángel Szama, David Alabarcez, Germán Peralta, Leandro Arteaga, Andrés Valenzuela, Diego París, Martín Canale, todos rostros familiares, a los que conocemos de taquito y hemos visto eufóricos, excitados, emocionados casi hasta las lágrimas pero también cansados, dormidos, y completamente agotados. Molidos. Demolidos. Abrumados muchas veces. Es que la Crack Bang Boom es demandante, porque es enorme, es un gigante, un monstruo que devora todo, que captura la atención de toda una comunidad, y requiere de mucho esfuerzo y muchas fuerzas aunadas para despertar y caminar.

Se fue la séptima…

¿Pero qué nos dejó esta edición, entonces, querido lector? Porque tanta perorata, tanta presentación, y aún poco y nada de lo que sucedió hace casi una semana atrás. Bueno, miré, hubo invitados, a rabiar, como siempre, como es de esperar, de acá y de afuera. La estrella principal, el homenajeado de esta edición fue Horacio Lalia, dibujante argentino fuertemente vinculado al terror, el horror y el misterio, conocido por sus adaptaciones de cuentos de Lovecraft, Poe, Arthur Conan Doyle y Stevenson, pero también por ser el artífice de Nekrodamus, y contar sobre su espalda con trabajos tan destacados como el Sargento Kirk, Lord Jim, La noche del Lobo, Las aventuras de Arsenio Lupin, Maura y tantos otros trabajos magistrales. El maestro Breccia tomó su rostro como referencia para retratar al célebre Mort Cinder, miré usted, así que quizás de ahí puede sacarlo. Un invitado agradable, carismático, el señor de los anillos de esta edición.

Una de las invitadas de lujo internacionales fue la risueña Gail Simone, quien arribó al país y al evento acompañada por su familia. Gail es una escritora fuertemente identificada con las minorías, y ella misma se reconoce una ferviente defensora de la diversidad en el comic americano, y su obra lo certifica. Como si eso no fuera suficiente, además cuenta con experiencia en el campo de la animación, y como frutilla del postre está trabajando en una historia con influencias regionales de Brasil y Argentina, así que no era poco común verla en solitario con un anotador tomando notas. Para variar, fue otra invitada más que se mostró sumamente agradecida por la invitación, siempre dispuesta a conversar y con una paciencia infinita para con sus fans, que de todos modos se mostraron muy respetuosos de sus tiempos.

Croacia llegó a Rosario, de la mano de dos dibujantes originarios de dicho país, ambos con una fuerte actualidad en el mercado americano, y que para colmo comparten nombre: Goran Parlov y Goran Sudzuka, fumadores compulsivos pero que tienen la delicadeza de armar sus propios cigarrillos, y que no salieron del asombro de haber sido convocados para este evento. Sudzuka incluso hasta se animó a ir a la fiesta nocturna que dio cierre a este evento el sábado a la noche en un boliche local, sacándole así el máximo jugo a su visita por este país.

El bolones radicado en argentina Gianni Dalfiume –el hombre detrás de Jackaroe- también formó parte de esta terna de consagrados invitados, y si la memoria no me falla es la primera vez que se acercaba a una Crack Bang Boom, debut que compartió con el Francés Olivier Jalabert, editor y cazatalentos de la enorme Glénat, y que ha trabajado para Panini, Marvel, Soleil y Ankama, y que tuvo la cortesía de ofrecer su experiencia a través de consejos para preparar el material que uno pretende presentar a una editorial, además de, por supuesto, dedicar un par de horas a recibir trabajos y dar su enfoque crítico de los mismos en crudo.

Y por último, claro, pero no por eso menos importante, el batallón de invitados locales, representantes de variopintos estilos que explotan para múltiples y diversos mercados, aquí y en el exterior: Roberto Viacava, Sole Otero, Juan Manuel Frigeri, Lubrio, Juan Sáenz Valiente, Diego Simeone (no, no el “Cholo”, amigo, el integrante de la Liga del Mal que ganó el premio Trillo del año pasado, pueh), Luciano Vecchio, Emilio Utrera, Gonzalito Ruggieri, Pablo Martinena, Jorge Mongiovi, Ariel López V. y Andrés Lozano. Sepa usted, estimado lector, que podría llenar de anécdotas de cada uno de ellos –por separado y en conjunto- el resto de la reseña, y no se aburriría, pero esto es lo que sucede con esta convención: es tan grande y pasan tantas cosas que es imposible de abarcarla en su totalidad. Imposible. Quedo aún bastante por comentar y no quiero que su interés en esta reseña recaiga. Pienso en usted, de vez en cuando, lector. Lo hago.

Cualquier colectivo te deja bien

Aquí hacemos una especie de paréntesis, porque creo que lo que voy a mencionar, a recuperar de esta edición, no necesariamente fue uno de los temas que se impusieron a través de la agenda que marcaron los invitados y los organizadores, pero en estos cuatro días terminó surgiendo por decantación natural, y estableciéndose como uno de los temas de charla cotidiana dentro y fuera de la convención, en las noches de copas y puchos que compartimos.

La política y la economía tan fluctuante de nuestro país requiere siempre un esfuerzo extra por parte de aquellos aventurados artistas y editores que pretendan comenzar algún tipo de emprendimiento editorial relacionado con la historieta. Y aún aquellos que ya están en el baile hace rato no se pueden dormir, no tienen la vaca atada y ninguna perspectiva ni proyección a futuro a corto o mediano plazo les va a asegurar acercarse a esa situación. Siendo así, ante los inconvenientes económicos que deben afrontar quienes pretenden no solo editar historieta sino también distribuirla y promocionarla, viajando cientos de kilómetros de distancia de norte a sur, de este a oeste, dentro del país y hasta en países vecinos para conseguir alcanzar estos objetivos, comenzó a surgir hace unos años una posibilidad, una opción, una solución, una vuelta de tuerca ingeniosa que habla no solo del ímpetu de estos artistas sino también del amor por el medio, compartido por muchos. Esta opción se denomina “colectivo editorial”, y consiste en agrupar bajo un mismo sello distintas editoriales, las cuales generalmente comparten la misma ciudad de origen, y se
presentan juntas, sin perder cada una su propia identidad, pero formando un frente común que afronta costos codo a codo. Muchas veces el colectivo editorial comparte distribuidor, y así logra llegar a más lugares, pero además en muchos casos comparten infraestructura, alquilan un estudio común para desarrollar sus publicaciones. Lo que seguro hacen todos es afrontar en conjunto los costos de presentarse en cuanto evento se organice, y así logran reducir los números sin perder presencia.

El tridente ofensivo rosarino denominado Asedio Colectivo Editorial agrupa a la ya mencionada Rabdomantes Ediciones con Fog of War y Ouroboros, BIG SUR Colectivo Editorial nuclea a los proyectos editoriales de Términus, La Pinta, Szama Ediciones y Le Noise, el Colectivo Editorial Babel reúne a NN Cómics, La Cuca Ediciones, Conejo Blanco, Vendetta Ediciones, Nice Try Cómics, Ediciones Ayarmanot y Oenlao Presenta, y finalmente el Colectivo Editorial Prendefuego está conformado por las editoriales Gatomadre, Buen Gusto, Mitomante, Holograma y Contamusa. Cuatro colectivos editoriales que forman un frente de batalla conjunto que incluye ni más ni menos que a diecinueve proyectos editoriales independientes. Si la movida está bien manejada, es un win-win para todo el mundo: para los artífices de cada uno de estos proyectos los costos se reducen, pueden aspirar a una mejor distribución y mejores ventas, más presencia en el mercado y mejor promoción y difusión, pero además si existe un contacto fluido dentro del colectivo se comienzan a gestar nuevos proyectos nutriéndose del intercambio de experiencias e ideas, y para los lectores y futuros clientes la ventaja está a la vista: las opciones están mucho más a mano, es más sencillo ponerse en contacto con ellos a la distancia y probablemente desde los mismos colectivos se articulan de forma más centralizada pedidos y envíos a la distancia, asegurando al lector mucha más diversidad de material por un mismo canal de comunicación. Está visto que las crisis institucionales y económicas no hacen más que reavivar las llamas y sacar lo mejor de estos artistas que aman el medio.
El siete de la diversidad

Hay algo que me molesta mucho, y son las opiniones infundadas que exponen una completa ignorancia sobre el tema. Lo peor de todo es que con el auge de las redes sociales y su exponencial crecimiento, este tipo de opiniones se multiplican como Zombies, y si bien pocas veces el daño que provocan es considerable, algunas logran calar hondo en el ánimo o la moral de las tropas. Tuve la mala fortuna de cruzarme con alguna de estas opiniones en la misma página del Facebook de la Crack Bang Boom, y en vez de sencillamente evitarlas y seguir con mi vida, con las gratas experiencias vividas en el evento aún a flor de piel, no pude con mi genio y respondí con agresividad, pero con argumentos más que válidos para desacreditar a cretinos malhablados que probablemente todavía no han cortado el cordón umbilical.

La Crack Bang Boom se caracterizó, entre otras miles de cosas que ya fui mencionando en esta entrada, sobre todo en los primeros años, por tener un costo de la entrada casi ridículo, insignificante, con un valor nominal que muchas veces estaba por debajo del costo de una gaseosa chica en un kiosco. Era casi un valor simbólico, para no dejar la entrada “libre y gratuita” y asegurarse así que a los predios utilizados para desarrollar la misma acudían personas que tenían un mínimo interés en el evento, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo se desarrolla en una zona costanera con un afluente turístico importante. Risso y compañía podían lograr esta proeza gracias a la colaboración –económica sobre todo, pero también de cierta infraestructura- de la Municipalidad de la ciudad de Rosario a través de la Secretaría de Cultura y Educación. El aporte de esta secretaría fue fundamental durante el desarrollo de este evento en su año inaugural, sin el mismo jamás se podría haber realizado con la magnitud con la que lo conocimos, y dicho aporte se pudo sostener en el tiempo en cada una de sus ediciones, y Eduardo, año tras año, se encargó de dejar muy en claro que la convivencia entre el estado y los intereses privados que llevaban adelante esta convención no solo era fundamental para la existencia de la misma, era tan necesaria como el aire que necesitamos para respirar. Con el correr de los años este aporte por parte del estado fue disminuyendo, al menos en el apartado económico, lo que derivó en un aumento sustancial de la entrada, la cual, de todos modos, se mantuvo dentro de los márgenes razonables: $100 por día con la posibilidad de poder adquirir un bono por 4 días a $320, lo que reducía el costo de la entrada a $80.

No voy a negar que $80 o $100 es un número significativo, por supuesto, pero tampoco voy a obviar el hecho de que, de todos modos, sigue siendo un costo por debajo del de las entradas que tuvieron que pagar quienes asistieron a eventos análogos realizados en Capital Federal en lo que va del año, ninguno de los cuales entregó, por supuesto, ni el 10% de lo que nos ofreció una vez más la Crack Bang Boom. Los días jueves y viernes la apertura se realizaba a las 14:00 hs, y el fin de semana a las 13:00 hs, en ambos casos se daba por finalizada la convención ese día a las 20:00 hs, aunque el sábado los premios Trillo se comenzaron a entregar en el cierre del día, y el domingo la finalización del evento también se dio promediando el cierre. Pero, una vez adquirido el bono o las entradas por anticipado podías asistir a charlas, talleres y clínicas que en muchos casos comenzaban a las 10 de la mañana, y que no siempre tenían un costo adicional. 

Hubo tres charlas dedicadas a Star Wars, dos charlas sobre historieta infantil a cargo de Lubrio y Andrés Lozano, dos charlas con Olivier Jalabert, una charla sobre periodismo especializado en historieta con Andrés Accorsi, Mariano Abrach y Andrés Valenzuela, una clínica de maquillaje para cosplayer, una clínica-taller para la construcción de personajes e historietas para humor y terror orientada para pibes de hasta 12 años, una charla donde se analizaba el libro “La historia sin Fin” y se la constataba con la película que lo adaptó y con extractos de filósofos existencialistas a cargo de Laureano Martínez, dos talleres de dibujo también a cargo de Lozano, una charla sobre editar historieta por el editor de Términus (Bruno Chiroleu), un panel de dibujantes integrado por 5 artistas que están actualmente trabajando para el exterior para compartir sus experiencias con el público, una charla sobre la escultura y el proceso creativo, la presentación de Nafta Super, el spin-off de 
Kryptonita, a cargo de Nicanor Loreti y Leonardo Oyola, una charla sobre cómo organizar una editorial, un adelanto del cortometraje de Martín Tejada denominado El Guardián, una charla sobre la nueva historieta argentina con un panel formado por Sole Otero, Diego Simeone, Emilio Utrera y Ariel López V., la presentación de la novela gráfica Parto de Nalgas de Gustavo Sala e Ignacio Alcuri, una charla con el estudio OKAM, el cual tiene un desarrollo transmedia y desarrolla videojuegos con contenido interactivo y multiplataforma, una charla con Juan Sáenz Valiente, dos charlas con Gail Simone, una con Goran Sudzuka, otra con Gorán Parlov y una con los dos Croatas juntos, una charla con Gianni Dalfiume, el homenaje a Horacio Lalia y una charla aparte a solas con él, el anuncio de ICH 2 con Ariel Olivetti y Luciano Saracino, la entrega de premios del 6º Concurso de Historieta de la Crack, la entrega de los premios Trillo, y hubo al menos 30 charlas más de distintas editoriales o colectivos editoriales presentando más de 40 lanzamientos recientes, muchos de ellos preparados exclusivamente para la Crack Bang Boom.

Si, leyeron bien, pero por si las dudas lo repito: más de 30 charlas distintas anunciando más de 40 lanzamientos, de parte de editoriales como Loco Rabia, Belerofonte, Editorial Dícese, Colectivo Prendefuego, un conglomerado de historietas rioplatenes, Pictus, Hotel de las Ideas, Ouroboros Ediciones, Big Sur, Fog of War, Maten al Mensajero, Editorial La Pinta, Rabdomantes Ediciones, CB Comics: Alto Impacto, Comic.ar, Le Noise, Términus, Szama Ediciones, Colectivo Editorial Babel, GutterGlitter, Atmósfera, Salamanca Comics y Editorial Módena. Sumale a esto el Cosplay de todos los años conducido por el inoxidable Javier Paredes, que este año tuvo un toque de color único, más la variedad de expositores y stands ofreciendo en muchos casos ofertas exclusivas para este evento y los eventos que estaban promocionados y coordinados por la Crack Bang Boom, como por ejemplo la proyección de "30 Days of Night" en El Cairo Cine Público, la muestra de Rubén Sosa sobre Un Hombre Normal en la Plataforma Lavardén, más las muestras de tapas originales en el Salón de la Música, las muestras de arte original de Lalia y Dalfiume, la exposición para chicos de Los Crichos armada por Andrés Lozano, la muestra de concept art de Alejandro Burdisio, la muestra de óleos Acero de Dragón de Gastón Barticevich, y los pin-ups que realizaron algunos de los invitados inspirados por el arte de Horacio y que estaban expuestos en el CEC.

Y con todo esto, algunos pendejos ignorantes –porque no se me ocurre otra forma de etiquetarlos- tuvieron el tupé de quejarse del precio de las entradas y acusar de estafadores (?) a los organizadores de esta convención. Vengan ya, acá, mano a mano, con la lista que acabo de exponer, y si pueden, si pueden, armen una remotamente parecida… mirá, les doy incluso una ventaja, armen una que incluya solo el 50% de lo que acabo de exponer, que haya ofrecido una convención este año y, con excepción de las entregas de Comicópolis, años anteriores.

Todo esto por $320. O por $400, ponele, para el que no pudo comprar las anticipadas. Todo esto por 4 gambas. Una, tirame, campeón. Una sola, un solo evento, uno, que por 4 gambas te tire la mitad de esto, aunque más no sea. Una, dale… estoy esperando, maestro. Una sola convención, un solo evento. Este año. 50%. ¿No? ¿Nada? Ah, ok. Entonces, ¿sabés que? Shut the fuck up.

This is the End, Beautiful Friend?

Estén atentos a las futuras actualizaciones de Tierra Freak, porque el amigo Saki nos proveerá de sustancioso material audiovisual realizado expresamente para el sitio, con la cobertura de algunas de las charlas y momentos más interesantes del evento, para que lo aprecien aquellos que no pudieron asistir y también para que lo guarden como recuerdo digital aquellos afortunados que formaron parte de esta fiesta.

Una fiesta que, quizás, podría ser la última, por un tiempo. Si, amigos lectores, esta es una de esas reseñas con un final un poco amargo, pero no me quedaba otra que cerrarla así, porque en algún punto la incertidumbre del futuro de la Crack Bang Boom nos dejó a todos con un sabor un poco amargo en la boca, aún cuando pasamos cuatro días maravillosos e inolvidables. Hay dos cuestiones muy puntuales que señalé en otros párrafos y que forman parte del estigma y la estructura de este evento, uno es el aporte absolutamente necesario de la Secretaría de Cultura de Rosario, claramente,
sin esa ayuda esto es imposible de poder llevar adelante. A futuro terminaremos sabiendo con seguridad en que quedó este tema, pero por el momento y a sabiendas de que ya el año pasado este aporte tardó mucho en confirmarse, retrasando la organización meses y poniendo en riesgo la planificación y ejecución de la misma, y teniendo en cuenta que hay una bajada de línea que viene directamente desde la nación –nuestro benemérito presidente, ese que quizás votaste- y que consiste en reducir los gastos públicos de forma exacerbada, y en estos casos el hilo se corta siempre por lo más fino, y lo más fino siempre es cultura y educación, no sería de extrañar que de repente esa colaboración/ayuda de la Secretaría de repente desapareciera, o se presentara en un número tan ridículo que no serviría para nada. Tengan en cuenta además que este año Risso y el resto del Staff trabajaron más al límite que nunca, con los gastos reducidos y ajustados, al punto tal que el costo de las estatuillas que les entregan a los ganadores de los concursos y a los invitados, diseñadas y realizadas íntegramente por Martín Canale, salieron del bolsillo de él, ¿no? Un dato para que tengan en cuenta los salames que creen que los organizadores de la Crack Bang Boom se llenan los bolsillos de plata con este evento o algo así… 

El otro tema puntual y de no menor importancia que pone en riesgo esta convención es el comienzo de una obras para remodelar el CEC, obras que claramente van a durar más de un año, razón por la cual, aún cuando felizmente la Secretaría de Cultura rosarina se ponga con la plata necesaria, de todos modos queda sortear este inconveniente no menor, que requiere de un cambio brusco de logística y que definitivamente va a dotar a la próxima C.B.B. de un matiz distinto. De una u otra forma, se hace evidente que esta 7ma edición de la Crack Bang Boom fue la última con las características propias que la identificaron hasta el momento, de seguir existiendo –y no conozco a nadie con dos dedos de frente y amor por la historieta que no desee que esto ocurra-, deberá indefectiblemente mutar y transformarse en otro tipo de convención, en otra fiesta.

Quizás sea sensato dejar pasar un año, pienso yo, acá, ahora, en frío. En el fragor de la batalla uno no piensa utilizando demasiado el sentido común, se mueve por pulsiones, emociones, deja que l sangre hable y actúa en consecuencia. Y de repente me encuentro con sentimientos encontrados, porque es hermoso acercarse a la mitad de año a sabiendas de que tenés en poco tiempo una nueva edición de la Crack Bang Boom, las pulsaciones comienzan a subir, tu pecho se comienza a inflar, tu mente comienza a viajar por anticipado… pero quizás darle un aire, un respiro, no solo al evento sino también a los organizadores, que han llegado con menos de lo justo al final de esta jornada, un año pasa volando, y cuando te querías acordar ya estás promediando el 2018 con una nueva y renovada Crack Bang Boom 8va edición. No suena tan mal, en serio, lo escribo y lo leo y hasta me cierra un poco. 2018 y el 8 de 8va, fijate, algo dicen los números. Lo que construyeron Eduardo Risso y el resto de la compañía (mis disculpas por mencionar siempre a Eduardo y solo una vez al resto del Staff, en serio, son demasiados, pero los tengo siempre presentes, loco, son una maza) no solo no se va a morir por un año de ausencia, va a resurgir con más fuerza y potencia que nunca, se los aseguro. Si alguna vez barajaron la idea de hacer 2 Cracks por año, hoy pueden jugar con esa idea también. Es solo un calendario, no pasa nada.

Me quedaron muchas, muchas cosas por mencionar y enumerar. Es increíble pero esto es así, es demasiado grande, es inabarcable en un texto que pretenda ser leído de forma on-line. Gracias a todos por estos cuatro días mágicos. Ojalá este texto pueda cerrar una idea sobre la cantidad de cosas hermosas que sucedieron durante esta convención. Gracias de verdad. Ya los estoy extrañando un montón. Nos leemos la semana que viene, nuevamente, aquí, en Tierra Freak.