miércoles, 23 de diciembre de 2015

“The Frankenstein Chronicles” o todo depende del cristal con el que se mira - El Gabinete del Dr. Morholt.



En el año 1960 Louis Pauwels y Jacques Bergier generaron polémica con las ideas volcadas en las páginas de “Le Matin des Magiciens” o como se conoció en español “El Retorno de los Brujos”.

Una de las tantas ideas de este ensayo subtitulado “Una introducción al realismo fantástico” era justamente mostrar a la segunda guerra mundial como más que una simple guerra por territorio o poder económico, sino como el choque de dos paradigmas, de dos maneras de percibir la realidad que nos rodea.


Por el lado de los nazis y sus posibles raíces en cultos esotéricos como la Sociedad Thule, su reintepretación de ciertas cosmogonías y mitologías para la justificación de sus atrocidades y las distintas investigaciones arqueológicas, etnológicas y antropológicas de la SS-Ahnenerbe (o “Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana”) en territorios tan disímiles como el Tíbet o la Antártida para buscar, por ejemplo, el Santo Grial.

Por el lado de los aliados la ciencia y tecnología más fría, más racional y, principalmente, atea.
Es decir un choque de visiones, de modelos y, por consiguiente, de las formas en que la sociedad iba a reaccionar ante la realidad según la influencia de quién fuese el ganador de esa guerra.
Así como Pauwels y Bergier marcan ese momento como un choque de paradigmas, hubo otros tantos que marcaron la historia de la humanidad.

Por sólo dar un ejemplo en la Revolución Francesa el pueblo, la clase obrera, vio por primera vez (gracias al empuje de los burgueses) que ese representante de Dios en la Tierra, ese ser que descendía de los cielos y regía sus vidas por el sólo hecho de haber nacido en una familia distinta a la suya, no era un ser especial, no era diferente a ellos y que si le cortabas la cabeza se moría igual que ese vecino que le robaba el pedazo de pan duro que tenía para comer.

Y quizás los enfrentamientos más complicados, y a la vez interesantes de mostrar, sean estos, los de maneras totalmente distintas de percibir la realidad, los de formas a veces directamente opuestas de asir los acontecimientos que nos rodean y actuar en consecuencia.

Por eso la premisa de “The Frankenstein Chronicles” va más allá del simple reencuadre de la historia contada por Mary Shelley.

Porque sería muy chato pensar que en vez de centrarse en la visión de aquel que  tiene la audacia de modificar las leyes naturales y crear vida donde ya no la hay, la historia sólo hace foco en un agente de la ley que encuentra cadáveres ensamblados, como prototipos de aquel monstruo que se mueve gracias a la extraña ciencia de Frankenstein.

Porque sí, lo hace, cambia el foco de la historia que nosotros conocemos del científico y lo pone en un personaje taciturno, complejo, con muchas más cosas en su cabeza que lo que muestra, en una actuación interesantísima de Sean Bean como este investigador de la policía que depende directamente de uno de los Lords del Parlamento.

Y lo que investiga es la aparición de un cuerpo ensamblado, un cuerpo hecho de partes de otros cuerpos, que aparece en la bahía justo cuando en el Parlamento se está discutiendo el Acta de Anatomía. Una ley que legislaría la práctica médica (imponiendo a los cirujanos como los únicos médicos permitidos por la ley, dejando como ilegales a los curanderos, herboristas y demás practicantes de la medicina hasta ese momento “no-alternativa”), pero también permitiría el uso de los cadáveres de personas comunes para investigación científica. Cosa que en ese momento sólo se podía hacer con los cuerpos de enfermos mentales o criminales.

La ambientación, entonces, refleja ese momento de la sociedad londinense donde el pobre era muy pobre y el que ostentaba un título de nobleza estaba muy lejos de serlo, pero que, en su mayoría, tenían las mismas creencias religiosas.

Porque también hay que tener en cuenta la historia de la realeza inglesa con la institución eclesiástica. Porque fue en 1540 que el Rey Enrique VIII creó la iglesia anglicana (y se declaró líder de la misma) cuando el Papa de Roma no le permitió divorciarse de su esposa Catalina de Aragón.

Es decir que la decisión de un enviado de Dios (rey) choca con la de otro representante de Dios (el Papa) por una cuestión totalmente mundana y como resultado crea el culto oficial de un país. Otro choque de paradigmas que, este mucho más sutilmente, se muestra en la serie.

Pero lo que realmente cuenta la serie es algo mucho más interesante y más importante. La confrontación de realidades de quienes creen que los muertos, el cuerpo de los muertos, debe ser utilizado por la ciencia para investigaciones y los que creen que, al hacerlo, se les está quitando la posibilidad de la vida eterna en el fin de los tiempos, cuando Jesús vuelva a la Tierra y los muertos vuelvan a la vida.

Otro de los temas urticantes que plantea la serie es que, de aprobarse el Acta, seguramente los cuerpos de los pobres serán utilizados para la ciencia, pero no los de las familias con títulos nobiliarios. Por lo tanto se les estaría negando la entrada al reino de los cielos, donde en teoría todos seremos iguales ante Dios, por el simple hecho de no tener dinero en esta vida terrenal ¿qué tan cristiano sería actuar de esa manera?

El personaje de Bean se verá entonces inmiscuido en una investigación que apuntará, por lo menos al principio, a aquellos que quieren hacer ver a los cirujanos como monstruos ante la sociedad para que el Acta de Anatomía no se apruebe. En el medio, y por su pasado tortuoso, también se mezcla su relación con Dios, la Iglesia y sus creencias con el deber de encontrar al asesino.

Es decir que por arriba de esos debates complicados, y para hacer más llevadera la historia, tenemos toda esta cuestión de investigación, una fotografía interesantísima y unas locaciones totalmente creíbles que nos meten en una historia que nunca dejamos de creer que es el siglo XIX.

Con sólo 6 capítulos de 60 minutos cada uno, clásica temporada de serie inglesa, “The Frankenstein Chronicles” es un gran hallazgo de fin de año de esos que deja mucho más de lo que se ve a simple vista. De esos que nos interpela con una temática que, depende de cómo percibamos la realidad, veremos de forma distinta.