martes, 6 de octubre de 2015

Gotham: Volver en el Tiempo - La Fortaleza de Kal.



En 2001, DC tuvo su primera gran incursión del nuevo milenio en la televisión de la mano de Alfred Gough y Miles Millar en Smallville, ficción que tenía como premisa narrarnos la adolescencia y paso a la madurez de Clark Kent. Más allá de la calidad de la misma, la serie llegó a ser muy exitosa y cosechó miles de fanáticos en todo el mundo. Seguro tuvo mucho que criticar, pero lo cierto es que supo acercar a los superhéroes a mucha gente que de otra manera tal vez no se hubiese animado, e introdujo a Superman a una nueva generación de jóvenes. Hay que pensar que cuando Smallville empezó, el panorama era muy distinto al que vivimos hoy. Los superhéroes no eran considerados “cool,” por lo tanto la serie tenía una política de nunca usar el famoso traje ni de dejar volar a nuestro protagonista. Si bien en un principio esto pudo haber sido acertado, le jugó en contra a medida que los años fueron pasando y los tiempos cambiando. Para el final, ya todos queríamos ver a Superman, y parecía casi por mero capricho que los productores nos lo negaban, mientras que desfilaban por la pantalla personajes que hasta ese momento jamás creímos que veríamos en una serie, como Green Arrow, la Legión de Superhéroes, Hawkman, Zatanna y hasta Booster Gold. Todos menos Superman.


La idea que se convirtió en Smallville surgió de otra idea frustrada para otra serie, cuyo título tentativo era Bruce Wayne. En ella se nos narrarían las historias del joven millonario antes de convertirse en Batman, mostrándonos el camino que debió recorrer para llegar a ser un héroe. En uno de los episodios planeados para la serie, Bruce se cruzaría en un pueblito de Kansas con un tal Clark, con quien sabemos que compartiría un destino en común. La idea sin duda tenía potencial y, de la misma manera que Smallville lo fue, era un concepto original para la época, un enfoque distinto que podía interesar tanto a un público nuevo como al ya experimentado. El tiempo pasó, la idea jamás se concretó y quedó archivada como una mera anécdota. O eso pensamos.

Los superhéroes gozan actualmente de una aceptación popular notable, con múltiples superproducciones anuales tanto en la pantalla grande como en la pantalla chica. El camino que transitamos estos últimos 15 años hasta llegar a este punto fue largo y sinuoso. ¿Quién soñaba en 2001 con que un día veríamos una película de Avengers? Imaginen si alguien les hubiese dicho a principios de la década pasada que un día habría una película de Guardians of the Galaxy (¿Quiénes?) y sería un éxito. Hoy podemos disfrutar productos tan disímiles entre sí como Daredevil y Flash y explorar las múltiples facetas que tienen para ofrecernos estos universos de tan vasta y rica mitología que tantas alegrías nos han dado en las viñetas, y la apuesta no para de subir. Teniendo todo esto en cuenta, no es de extrañar que la pregunta que se hace más de uno sea: ¿Por qué tenemos que tolerar la existencia de una serie como Gotham?  


De manera similar a Smallville, que empezaba con el aterrizaje de Kal-El en la Tierra, Gotham abre con la noche que cambiaría por siempre la vida del joven Bruce: la muerte de sus padres. Hasta aquí no hay grandes sorpresas, es básicamente lo mismo que nos han contado infinidad de veces una vez más. Esta vez, sin embargo, no nos van a dejar saltearnos todos esos años de la vida del personaje hasta que decida ponerse la capa, ya que inmediatamente entra en escena James Gordon, futuro Comisionado y aliado del encapotado, a prometerle al joven Bruce que va a atrapar al asesino de sus padre. Pronto iremos descubriendo a varios personajes familiares y sus respectivas historias, que aparentemente están entrelazadas desde mucho tiempo antes de lo que pensábamos o hubiésemos querido saber.

Uno de los primeros problemas que tiene Gotham es que sus guionistas desconocen por completo el concepto de sutileza. Todo se siente metido a presión, intentando llamar desesperadamente la atención del televidente que ya sabe de dónde vienen todos estos personajes y sus historias, o mejor dicho, hacia dónde se supone que van. Todo hay que decirlo en voz alta, hasta el hartazgo si es posible. Son realmente escasas las posibilidades que se le dejan al espectador de captar un guiño por su cuenta, de poner la historia que se le está contando por sobre la que se está anticipando (para nunca llegar). Así, los elementos de la mitología del personaje que se supone que están para potenciar el relato, terminan estorbando e impidiendo que la serie se forme algún tipo de identidad propia, ya que tampoco construye demasiado con lo que anticipa, lo cual deja a la serie en un limbo argumental constante en el que por momentos se genera la ilusión de un avance que en definitiva jamás llegará. Uno de los pocos casos honrosos fue el uso del “Haly’s Circus” y  los padres de Dick Grayson, que aparecen como personajes accesorios a la trama y jamás hacen referencia a su amor por los Robins o la intención de ponerle Richard a su hijo.  

El segundo gran problema de Gotham es que parece no poder decidir si quiere que la tomemos en serio o en chiste. Lo que parecía ser un planteo de serie policial se choca por momentos con conceptos ridículos que desentonan en un nivel irreconciliable para la trama. Es como si quisieran imprimirle la seriedad de las películas de Nolan con caracterizaciones y desarrollos dignos de la serie de Adam West. Bien hecho, esto podría ser ideal, pero la realidad es que a los guionistas de Gotham les cuesta muchísimo encontrar ese equilibrio, lo cual deriva en caracterizaciones forzadas y apresuradas que buscan shockear al espectador, pero no le dan un punto de anclaje real para que se las crea. Las cosas pasan porque sí, los personajes hablan, luchan y enloquecen porque deben, porque es cool, no porque su desarrollo los lleve hacia allí. Los diálogos muchas veces nos hacen creer que están siendo profundos, que nos están haciendo pensar, pero en realidad se sienten casi improvisados, siempre a conveniencia de la trama.

Como bien dijimos, varios son los personajes de la mitología del hombre murciélago que desfilan por la serie, así que repasemos un poco a algunos de los más relevantes:

Bruce Wayne. Originalmente se suponía que tuviera un rol menor, pero se terminó convirtiendo en parte central de la trama en calidad de una suerte de sidekick. Lejos está del Bruce Wayne determinado a convertirse en una fuerza de la justicia que podríamos imaginarnos, aunque tiene un sentido de lo que está bien y lo que está mal casi maniqueo, que se irá poniendo a prueba a medida que vaya entendiendo que a veces no se puede ejercer justicia obedeciendo la ley. Tiene un desarrollo lento y un poco torpe que no sabe bien hacia dónde ir, o bien sabe a dónde quiere llegar pero toma demasiados desvíos para alargar el camino. No ayudan las cualidades actorales del joven David Mazouz, quien lo interpreta. 
 
James Gordon. Un policía ultra recto, duro y altruista que no tiene miedo de plantársele a absolutamente nadie. Gordon intenta limpiar la ciudad a puño limpio pero siempre haciendo lo posible por respetar la ley, si bien termina haciendo cosas de las que su contrapartida de las viñetas podría llegar a no estar tan orgulloso. El personaje de Gordon es bastante rescatable, en gran medida gracias a Ben McKenzie, que hace un trabajo correcto. 

Harvey Bullock. Compañero de Gordon, un tipo que sabe cómo funciona el sistema y se adapta para sobrevivir. Si bien no siempre respeta la ley, en el fondo es buen tipo y quiere hacer lo correcto. Bullock es posiblemente el punto más fuerte de la serie, gracias a Donal Logue, que hace un gran trabajo con lo que le dan, construyendo un personaje creíble y querible y aportando una buena dinámica con Gordon. Con un mejor trabajo de guión, el equipo de McKenzie y Logue podría dar un muy buen show, haciendo las veces de pareja dispareja.  

Alfred Pennyworth. El mayordomo que queda a cargo de Bruce Wayne, como suele ser. Un hombre de honor con un gran amor y respeto por la familia Wayne. Esta versión de Alfred guarda más similitudes con la del de Earth One, de Geoff Johns. Es un ex-miembro de las fuerzas Británicas y como tal es un avezado combatiente. Hace lo posible por mantener a Bruce fuera de peligro y orientarlo y eventualmente es quien lo ayuda a dar sus primeros pasos para aprender a pelear. El trabajo de Sean Pertwee con el personaje no es particularmente memorable pero es correcto. Sus altercados con Bruce terminan convirtiéndose en una de las cosas más aburridas de la serie, dando vueltas que siempre los dejan en un lugar más o menos similar a donde habían empezado. 

Oswald Cobblepot. El Pingüino arranca acá como un asistente de poca monta de una mafiosa que lo tiene casi de mascota. Ya desde temprano lo llaman por el nombre por el que todos lo conoceremos y desde el vamos lo vemos sosteniendo un paraguas. La historia de Oswald es la de su ascenso como líder criminal. Mediante su astucia y salvajismo termina, de alguna manera, manipulando a todos los personajes y situaciones a su favor. En general, el actor Robin Lord Taylor hace un buen trabajo con el personaje, siendo uno de los más entretenidos de la serie, si bien su caracterización y desarrollo se van volviendo cada vez más caricaturescos conforme avanza la trama.

Fish Mooney. Un personaje inventado para la serie que termina siendo una de las sorpresas gracias a la interpretación de la actriz Jada Pinkett Smith, que logra balancear los aspectos caricaturescos del personaje con carisma y actitud. Hacia el final de la primera temporada va perdiendo fuerza y llega a su final en una escena ultra-ridícula que literalmente es una remake del destino final de una de las Catwomans de la serie de Batman de Adam West. Es demasiado evidente que el personaje fue pensado pura y exclusivamente para hacer avanzar la historia de Oswald y por lo tanto el desarrollo que le dan termina quedando un poco en la nada, en un desenlace realmente olvidable. 

Selina Kyle. Selina o “Cat” (en otro aporte de sutileza por parte de los creadores) es una chica huérfana que vive en la calle y roba para vivir. En un nuevo giro en la mitología de Batman, según Gotham Selina presenció el asesinato de Thomas y Martha Wayne y sería un testigo clave. A medida que avanza la serie desarrolla una relación íntima de tire y afloje con Bruce, que refleja el inevitable futuro que les espera. Otro personaje que sobra, aporta poco y protagoniza algunas de las escenas más insoportablemente ridículas de la serie. Crédito parcial para la actriz, que tiene un extraño aire a Michelle Pfeiffer si la mirás un rato. 

Edward Nygma. El futuro Riddler es aquí un geek que trabaja para la policía y es un aficionado de… Sí, los acertijos. La caracterización de Cory Michael Smith no es necesariamente mala, pero el personaje está escrito de manera tan exagerada en sus motivaciones e intereses que cae en una serie de clichés insoportables. Si bien no es mal tipo, una serie de malas decisiones y situaciones desafortunadas lo van haciendo caer en un camino hacia la locura que se siente forzado y bastante ridículo, pasando el borde de lo tolerable cuando el personaje empieza a tener conversaciones trilladas y súper acartonadas con su propio reflejo, que hace las veces de su “lado oscuro.”

Barbara Kean. El caso de Nygma resulta forzado, pero a fin de cuentas sabemos que la intención es llevarlo por el camino que lo convertirá en un villano, sea o no similar al que conocemos de los cómics. El caso de Bárbara es sencillamente inexplicable. Desde que empiezan a desarrollar al personaje que todos los elementos se sienten forzados: Chica linda millonaria con padres exigentes, consume marihuana y es bisexual. En el transcurso de la serie se termina volviendo loca, matando a sus padres e internada en Arkham, donde se convierte en una suerte de Harley Quinn de dos pesos. Nada en el desarrollo ni la interpretación de este personaje es creíble ni interesante y personalmente me produce vergüenza ajena cada vez que aparece en pantalla forzando un nuevo aspecto en el que los guionistas creen estar siendo originales o transgresores, cuando la verdad es que no hacen más que perpetuar un cliché acartonado e insoportable.   

A esta lista se suman muchos personajes más entre los que se encuentran un joven Harvey Dent con su moneda y abruptos cambios de humor, una Renee Montoya que tiene un pasado romántico con Bárbara, la Doctora Leslie Thompkins, que se involucra sentimentalmente con Gordon y un personaje que podría o no ser una versión juvenil del Joker llamada Jerome, un matricida que es muy parecido al Joker, se porta exactamente como el Joker, pero no es el Joker. La noción de que Batman forma parte de la locura de Gotham y de la creación de sus villanos brilla por su ausencia, en una serie que hace malabares para no usar a Batman pero sí a todos los elementos que lo rodean, con un resultado notablemente desprolijo. 

El concepto original de Gotham no era necesariamente malo. La idea era concentrarse en la juventud de Jim Gordon como policía en la ciudad. En este sentido, se alejaba por completo de la fallida “Bruce Wayne,” que tenía como protagonista a un joven pero ya adulto Bruce. El problema empieza justamente cuando los realizadores deciden que es una buena idea incluir la mayor cantidad de referencias posibles al universo de Batman. No es necesario que nos recuerden cada dos escenas en quién se va a convertir cada personaje, pues lo único que logran es que quiera ver a esa versión acabada y no al que están intentando desarrollar. 

No voy a ser obstinado y negar que hay capítulos que son ciertamente entretenidos. La producción y algunos de sus actores hacen un trabajo lo suficientemente bueno como para que al menos se pueda pasar uno o dos momentos gratos, aunque esto se va perdiendo cada vez más conforme avanza la primera temporada y prácticamente ha desaparecido en los pocos capítulos que se han emitido de la segunda. Tal vez el problema más grande que tiene la serie es que ya sabemos que la cruzada de su protagonista está destinada a fracasar. Gordon no es el redentor de Gotham, y por lo tanto su éxito implicaría que no exista la necesidad de Batman. De esta manera, la serie se encuentra en un estancamiento perpetuo en el que siempre va a volver al mismo status quo. Tal vez lo interesante hubiese sido mostrar una historia de deterioro a la par que el héroe crece y entrena para salvar una ciudad que cae en un abismo, pero la ciudad que nos presentan es más o menos la misma a la que se va a tener que enfrentar Bruce de grande. La posibilidad de cambio, la realización de cualquier tipo de mejora en la serie siempre volverá a su estado original por el simple hecho de que tiene que existir Batman.  

Como una especie de zombie en su estado más putrefacto, Gotham viene a ser una suerte de resurrección de aquella idea que jamás se concretó y se terminó convirtiendo en lo que fue Smallville. Lo que fuera una buena idea para el año 2001 es hoy… Bueno, una buena idea para el año 2001, en el mejor de los casos. Es un producto que vuelve al pasado literal y metafóricamente, dentro y fuera de la ficción. En el contexto actual, la premisa de Gotham atrasa y no aporta nada realmente interesante a la mitología del personaje del que se supone se desprende. Podría haber sido una premisa muy interesante para una miniserie, pero como serie es muy difícil que resista mucho más de una temporada, que en definitiva es lo que muchos dirían que le pasó a Smallville. Quienes defienden a la serie señalan que hay que verla como un producto distinto, olvidando el material de origen, pero la realidad es que el manejo torpe de los conceptos y desarrollos de personajes hacen que sea un producto que no cumple como lo que se supone que es y punto, no una historieta de Batman sino una serie de televisión. Tal vez hubiese funcionado si la hubiesen encarado como tal, pero la triste realidad es que la mayor parte del público que ve la serie lo hace por su relación con Batman y no por su calidad en sí, derivando en un producto que no logra jamás construir una identidad propia al recordarnos constantemente del lugar del que viene, que es el que a todos nos interesa y al que por cierto nunca nos va a llevar. Así, Gotham se termina hundiendo bajo el peso de un legado al que cree que le rinde homenaje, pero no le hace justicia.