jueves, 3 de septiembre de 2015

Fear the Walking Dead - La Columna de Logan.



El pasado 23 de agosto hizo su estreno por la cadena AMC el spin-off oficial de una de las series televisivas que más convocatoria tienen en estos días, por supuesto me estoy refiriendo a The Walking Dead, aquel show televisivo que comenzó su andadura el 31 de octubre del 2010 de la mano de Frank Darabont y Robert Kirkman, este último guionista también del popular comic de Image en el que se inspiraron para realizar esta producción, misma que, irónicamente, devolvería a la vida por quincuagésima vez a los Zombies –aquí llamados “caminantes”- y los introduciría nuevamente en la cultura popular como material de consumo masivo, disparando infinidad de películas, cortos y nuevos comics y shows televisivos con temáticas dispares pero que tienen a estas simpáticas y nauseabundas criaturas monosílabas como punto de conexión. Hoy en Tierra Freak, como hice otras tantas veces –sin ir más lejos, la semana pasada, me cargo el piloto y procuro anticiparme a lo que serán estos primeros seis episodios que disfrutaremos este año como parte de una pequeña primer mini-temporada, en un formato atípico para U.S.A. pero que ya es un clásico en el reino unido, con la salvedad de que mientras escribo esta columna ya se puso al aire el segundo episodio, así que también lo incluyo en el análisis.


The World's End

De todos los relatos fantásticos que imaginan una ucronía, aquellos que más disfruto son los que evidencian lo frágiles que somos como sociedad y como individuos, y lo sencillo que sería derrumbar todo lo que nos llevó siglos construir. Y pienso que nosotros, los argentinos, podemos disfrutar mucho más de este tipo de relatos porque estamos mucho más cerca –en el tiempo- de una época en la cual las reglas del juego habían cambiado y nuestros derechos civiles eran violentados sin aviso… mucho más cerca que, por ejemplo, un Sueco, que está a escasos seis años de cumplir un siglo de vivir bajo un estado democrático parlamentario sin interrupciones de gobiernos defactos. La serie original, The Walking Dead, tanto en el comic como en el show televisivo, nos plantea un escenario donde todo se fue a la mierda antes de que el relato comience, y los televidentes-lectores somos partícipes de la construcción de una nueva sociedad sobre las cenizas de la anterior, planteando nuevas reglas y estableciendo parámetros que permitan convivir y sobrevivir, ambas cosas al unísono, porque el elemento imperante que antaño derrocó los cimientos del organigrama social sigue vigente y, a primera vista, está lejos de poder ser repelido o inutilizado, por no mencionar la psiquis quebrada y los espíritus abatidos de los “humanos” que intentan sobrellevar el día a día dentro de este entorno hostil.

Desde mi punto de vista, Fear the Walking Dead ofrece un planteo mucho más sabroso, una vez más, por la cercanía con nuestro mundo. Hace casi 14 años, el 21 de diciembre del 2001, la recesión que arrastrábamos desde fines de los ’90 tuvo su punto de ebullición esa noche y miles de personas salieron a la calle a demostrar su enojo frente a la apatía de las autoridades gubernamentales que no demostraban estar a la altura de la crisis económica, social y sobre todo política –de representatividad- que tuvieron que enfrentar, y el resultado de los disturbios de esa fatídica noche fueron 39 civiles muertos, 9 de ellos menores de edad. El país entero reclamaba un cambio, pero los disturbios más acalorados y con consecuencias más nefastas se dieron en las urbes más pobladas, como por ejemplo Capital Federal, Rosario y la ciudad de Córdoba. Quienes vivían en esas urbes esos días recuerdan el miedo que sintieron, la sensación de inseguridad y desconcierto, y no fueron pocos los que comenzaron a tomar rápidas medidas drásticas para los días venideros, a veces por medios legales y otras reuniéndose en manada y asaltando supermercados, almacenes, farmacias y negocios similares, seguros de que el estado había dejado de cumplir su rol como agente de control, protección y mantenimiento del orden.

Fear the Walking Dead, en sus dos primeros capítulos, comienza a construir de manera lenta y metódica un escenario similar en el cual la sociedad es víctima de una crisis pero son pocos los que están lo suficientemente despiertos como para atender las alertas y actuar en consecuencia, en parte porque el estado, una vez más, desde sus agentes gubernamentales, niega todo tipo de información y la resigna a unos pocos privilegiados, teóricamente para no provocar pánico pero también para salvaguardar a quienes se encuentran en las más altas esferas de poder, primero. En este tipo de situaciones extremas la información es poder, y a medida que van pasando las horas la misma se va desdibujando, tergiversando y modificando, y cuando los canales de comunicación se van acortando, quienes reaccionaron a tiempo o de forma precipitada inclusive son los que más posibilidades tienen de poder salir airosos de lo que se viene. Como decía Joseph Heller en su manifiesto anti-belicista hecho novela de principios de los ’60, Catch-22: Just because you're paranoid doesn't mean they aren't after you (Que seas paranoico no significa que no estén detrás tuyo). Acá se aplica la misma premisa: la crisis existe, y crece cada minuto, cualquier medida que tomas es bienvenida, incluso cuando algunos la consideren extrema.

So close, yet so far

Un poco por azar y otro poco por características disfuncionales que tienen como familia, los protagonistas de Fear the Walking Dead se encuentran entre las primeras personas que toman contacto con la crisis, y más temprano que tarde deciden lidiar con ellas de forma terminante, y hacer lo necesario para sobrevivir. La elección del casting esta vez me pareció más que correcta, con algunos actores que inclusive me sorprendieron en demasía, sobre todo porque no los conocía. Hay una madre sobre-protectora en la piel de la –a esta altura- conocidísima Kim Dickens, una actriz que es la viva manifestación del buen momento por el que está pasando la televisión yanquie, que le permite a un actor trascender en uno, dos, tres y hasta cuatro papeles en distintos shows, y seguir trabajando sin quedar anclado o “pegado” a un personajes, como sucedía en décadas pasadas. A la buena de Dickens ya la vimos trabajar en House of Cards, Sons of Anarchy, Treme, Friday Night Lights, Deadwood, Flashforward y hasta en Lost, además de en películas como The Blind Side (2009) y la reciente Gone Girl (2014), así que podemos quedarnos tranquilos que no nos va a defraudar con su caracterización. De su co-equiper, Cliff Curtis, podemos decir algo parecido, aunque su chapa no es tan brillosa. Ambos dan vida a Madison y Travis, respectivamente, una pareja que está comenzando a explorar el terreno de la convivencia pero que arrastra sobre sus espaldas las familias que habían conformado previamente. 

En el caso de Madison, sus dos hijos lograron acaparar la atención de la audiencia en el piloto: el varón, Nick, personificado por Frank Dillane, por brindarnos una magistral actuación de un drogadicto, moviéndose en terrenos que nos rememoran personajes de James Franco y Johnny Depp, y por ser, además, una de las primeras personas que entró en contacto con un “caminante” y sobrevivió a la experiencia. La mujer, Alicia, en la piel de Alycia Debnam-Carey, por tener una relación con un afroamericano que, a primera vista, parecía estar fuera del radar de su madre, pero sobre todo por encarar de manera acertada el papel de la adolescente rebelde way sin remedio, contradiciendo actos y acciones de su madre y su padre adoptivo solo porque provienen de ellos. En el segundo capítulo se suma también Rubén Blades que, junto con la familia de su personaje evidentemente serán de la partida que terminará protagonizando un angustioso escape de una Los Angeles sumida en pánico producto de los reiterados casos de “gatillo fácil” protagonizados por la policía local, mismos que terminaron funcionando como disparador de un estallido social de proporciones bíblicas.

Los niveles de audiencia de Fear the Walking Dead por suerte estuvieron un escalón arriba de lo que esperaban los productores, lo cual ratifica la continuidad de la serie en una segunda temporada que, de todos modos, había sido anunciada por AMC incluso antes del estreno del piloto. Las críticas negativas que he leído hacia el show, y sobre todo hacia el piloto, hacen mella en la pasividad de la trama planteada, haciendo eco de que en estos 90 minutos “no pasó nada”. Desde mi lugar emito una enorme y sonora carcajada hacia aquellos que atacan este producto por ese lado, dado que, les guste o no, al hacerlo se relevan como el fan llorica al que no hay cómo conformarlo: si la trama hubiera tenido una intensidad inusitada disparada por una pronta aparición de la “crisis” (léase: zombies por todos lados), sin un desarrollo previo que permita saborear el decline paulatino de la civilización tal y como la conocemos, entonces el eje de la discusión estaría dado por la poca distancia que existe entre el escenario que plantea la serie madre (The Walking Dead) y esta… una vez que los productores tienen una pizca de sentido común y, aprovechando las bondades que ofrece el medio y el formato nos ofrecen un relato medido en su acción pero ajustado en cuanto al sentido común de la historia que nos van a narrar, el fan-eterno-inconformista acelerado, intolerante y absolutamente acoplado a los tiempos vertiginosos que vivimos no puede con su genio y se desespera ante la falta de “caminantes”. 
Clásico. 

Fear the Walking Dead es un buen producto que encuentra un espacio dentro de una grilla atiborrada de excelentes shows gracias a la decantación del exacerbado éxito de la serie que le da pie para su origen, y la premisa está siendo explotada con cautela y buena muñeca, soportada por un casting que está a la altura del drama que van a vivir los personajes que están caracterizando. Tiene puntos flojos, y los mismos se corresponden con la parte visual: hay escenas a las que les faltó un poco de post-producción, ya sea en maquillajes o en FX’s, pero en detalles que seguro escapan a la vista de la audiencia en general y que, de todos modos, no opacan demasiado el resto del producto que, por el momento, está bastante cuidado. El próximo capítulo, titulado “The Dog”, no se va a emitir la semana que viene para evitar el feriado “puente” del día del trabajo yanquie, así que el show regresará recién el 13 de septiembre.

Sunday Nightmare

Teniendo en cuenta que la columna de hoy pertenece de forma íntegra al suspenso y el terror, no me pareció desubicado hacer mención, dentro de la misma, a la desaparición física ocurrida hace unos días, el pasado domingo 30 de agosto, a la edad de 76 años, del guionista y director Wes Craven, un realizador al que el cine le debe, como mínimo, la creación de uno de los íconos del genero, el magnífico Freddy Krueger inmortalizado por la eterna caracterización de Robert Englund, además de la revitalización del mismo gracias a su producción –hoy de culto- Scream (1996), un film extraordinario –y uno de mis favoritos- que de la mano de un pulido guión de otro genio, Kevin Williamson, y con las inolvidables actuaciones de Neve Campbell, Courteney Cox, Drew Barrymore, David Arquette, Rose McGowan y Skeet Ulrich nos devolvieron la fe en este tipo de producciones, que para ese entonces estaba por el suelo. Craven tuvo la muñeca de los grandes, y supo construir relatos turbios con personajes sensibles y verosímiles, aportando una cuota de humor y frescura cuando fuera necesario, pero también se dio el gusto de delirarla con tramas rayadas en absurdas que solo tenían como objetivo entretener y ya, como su recordada Shocker (1989). Y si bien todos los vamos a recordar como un maestro del terror, cuando quiso mostrar otra veta se decantó con una muy potable Music of the Heart (1999) que le terminó significando una nominación al Oscar para mejor actriz a Meryl Streep. ¡Toma para vos! No conforme con eso, fue pionero en ponerse al mando de un proyecto que adapte un personaje de un comic yanquie no-superheróico: ahí quedó su Swamp Thing (1982), uno de los dos únicos films hasta la fecha que nos mostraron las peripecias del Dr. Alec Holland. Desde este pequeño lugar y con estas pocas y pobres palabras me despido del querido Wes Craven a sabiendas de que seguirá persiguiéndome en mi sub-consciente por lo que me queda de vida. ¡Gracias por eso! Nos volvemos a leer la semana que viene, acá, en Tierra Freak.