martes, 22 de septiembre de 2015

Comicópolis 2015 - El Gabinete del Dr. Morholt.



Antes de empezar tengo que aclarar que estoy muy contento de poder escribir estas líneas ya que no pude asistir a la otra gran convención de historietas que tenemos en Argentina. Sí, estoy hablando de la Crack Bang Boom, la convención Rosarina que Saki cubrió de manera magistral con un montón de videos.

Y no sólo porque pude ir a una de las dos convenciones sino porque… ¡TENEMOS MÁS DE UNA CONVENCIÓN GRANDE DE HISTORIETAS EN EL AÑO!


O sea, en serio, pensémoslo por un rato, tomémonos unos segundos para poder asimilar este dato para nada menor.

Listo, ya lo hicimos y seguimos sin poder creerlo. Porque encima no es que son grandes eventos historietiles, sino que son bancados por el Estado, sea el provincial o el nacional, lo importante es que nuestra afición es tomada como un pedazo de la cultura a la que hay que promover.

Porque aparte puedo sumar a la lista, el resto de los eventos privados o de menor calibre repartidos por todo el territorio nacional que tenemos durante el año.

¡Quién hubiera pensado allá por mediados de los años 90s que la historieta tendría este auge!

La cosa es que pasó Comicópolis 2015, el tercer festival internacional de historieta que se realizó este último fin de semana (del jueves al domingo) en el predio de Tecnópolis, y voy a dar una opinión lo más objetiva posible, ya que gasté toda mi subjetividad en los renglones anteriores.

Y si hay algo para entender de Comicópolis es que no es solamente lo que pasa durante esos cuatro días, sino que tiene muchos eventos previos a la feria en si misma.

Fue así como se presentaron en el marco de “Esperando Comicópolis” obras de autores argentinos como “La Luna del Toro” de la dupla Mazzitelli-Alcatena o “Sudor Sudaca” de Sampayo y Muñoz o ICH de Olivetti y Saracino entre otros tantos y también se generaron muestras más que interesantes como “Univeso Macanudo”, del padrino de esta edición del festival, Liniers, o la titulada “Fragmentos” del incomparable José Muñoz.

Es decir que desde el principio el festival tuvo un aspecto cultural que también lo pudimos disfrutar durante el evento principal, con muestras como “Co-Mix Re-Mix” la recopilación de trabajos del invitado principal Art Spiegelman, “Minas”, la exposición del lugar de la mujer en la historieta argentina, “Fin, los cinco segundos de un dios”, la instalación de Daniel Brandimarte sobre su obra “Fin” o “Un mundo Méroll” del artista francés Winshluss o la emotiva “Tras un manto de viñetas”, un recordatorio de la guerra de Malvinas de la mano de historietistas argentinos, por sólo nombrar algunas más.

Hubo talleres o charlas magistrales dictados por artistas tanto nacionales como internacionales y hubo charlas no sólo para conocer autores y sus trabajos sino paneles donde se pudo escuchar debatir a los artistas sobre temas como por ejemplo los límites del humor luego del atentado ocurrido a la revista CharlieHebdo.

Hubo un espacio infantil especial para que los más chicos se acerquen a la historieta con talleres, charlas y actividades coordinadas por Andrés Lozano que no paró un segundo y que en todo momento estaba lleno de padres e hijos, disfrutando y aprendiendo.

Y hasta hubo un espectáculo mezcla de proyecciones y música en vivo llamado “Wordless!” donde Art Spiegelman y el músico Phillip Johnston festejan a las historietas que los marcaron en sus carreras.

Y remarco todo esto porque es la gran diferencia con otros eventos con perfil más comercial.

Porque sí, también hubo stands donde se podía comprar de todo, dentro del predio específicamente hablando y fuera también, con puestos más al estilo feria y hubo un espacio de firmas para que los fans consigan autografiar algún ejemplar (y quizás algún que otro dibujo), actividad que era totalmente gratis.

Es decir que quien quisiese comprar historietas y merchandising relacionado podía hacerlo.

Hasta hubo un stand de la gente del juego de mesa Combate de San Lorenzo donde aparte se mostraron otros juegos de mesa nacionales.

Y por supuesto estuvo el espacio “Mundo Cosplay” separado del resto, casi como un evento aparte, donde pudimos disfrutar de recitales, talleres y charlas para todos aquellos que gustan de disfrazarse de su personaje favorito.

Y estuvo la “villa de los fanzineros”.

Y si bien estamos acostumbrados a que los fanzines sean maltratados en los eventos de historietas  (en el mejor de los casos, en otros son  directamente dejados de lado), lo que presencié en esta edición de Comicópolis fue tan burdo, tan incomprensible dentro del ambiente cultural que se vivía en el resto de la feria que es digno de ser mencionado.

Los fanzines, los que recién empiezan y lo hacen a pulmón, desde bien abajo, los que no tienen el apoyo de nadie y sin embargo tienen el empuje y la constancia de seguir imprimiendo sus pequeñas tiradas en fotoduplicación solamente a base de pasión por la historieta; esos artistas todavía no consagrados no tuvieron el apoyo que uno se hubiese imaginado de la organización del evento.

Porque “la villa de los fanzineros”, término que puede resultar gracioso, fueron unas mesas al aire libre, bajo el sol, sin ningún reparo ni de este ni del viento, cosa que en Tecnópolis abunda tanto como la propaganda sobre el fomento a la cultura, la ciencia y la tecnología. Algo para nada gracioso.

La comparación con la Crack Bang Boom es imposible de obviar, porque en la feria rosarina los fanzines tienen un sector para ellos, sólo para ellos, que hasta es el único que es con entrada libre y gratuita.

¿Qué pasó entonces con este espacio en donde se pudo ver jóvenes artistas con sombrillas, o embadurnados con protector solar, para no terminar insolados?

Quiero creer que a la organización sólo “se le escapó la tortuga” como dijo alguna vez Maradona, y no que fue una decisión hecha a consciencia.

De la misma forma, la superposición de algunas charlas y que luego haya momentos en donde no había mucho para hacer, la disposición extraña de ciertos espacios (como el de firmas, que estaba alejado del centro de la feria y en un pasillo) o la decisión de achicar los auditorios con respecto a los del año pasado, son errores que pueden pasarle a cualquier grupo organizador, más cuando se trata de un evento que convocó, según fuentes oficiales, a más de 110.000 personas.

Y, de nuevo, estoy contento de poder escribir estas líneas, estoy contento de poder decir “che, en esto le pifiaron” o “esto no estuvo tan bueno” porque tuve la posibilidad de ir a una festival de historietas del cual tenemos que estar orgullosos de tener en nuestro país. Y que debería quedar como política de estado elijamos al gobierno nacional que elijamos en las próximas elecciones.

Porque si fuese un evento más, uno del montón, no me importaría hablar de él. Pero si hay algo que caracteriza a Comicópolis es que va a quedar en las mentes de todos los habitantes de esta Tierra Freak que pudieron disfrutarlo.