viernes, 14 de noviembre de 2014

10 años del estreno de House M.D. - La Columna de Logan.



El 16 de noviembre del 2004 la cadena Fox puso al aire el 1er capítulo de un drama televisivo que le dio color a la década pasada, puso sobre la mesa de debate popular algunos temas controversiales, pero sobre todo elevó al infinito y más allá la popularidad del actor que protagonizó la misma durante 8 temporadas, el invaluable Hugh Laurie que dio forma al inolvidable Dr. Gregory House, el sarcástico y malhumorado jefe del equipo de diagnóstico en el ficticio Hospital Universitario Princeton-Plainsboro de New Jersey. Con un mercado enorme que no deja de crecer, y una interminable lista de series de ficción –finalizadas y en emisión- que superan con creces los estándares de calidad y terminan sobresaliendo y posicionándose por distintos motivos entre las favoritas de la crítica y el público, es complicado encontrar entonces una que realmente haya dejado una huella en el medio. House M.D. fue una de ellas, y por eso hoy, en Tierra Freak, nos anticipamos 3 días al aniversario y la celebramos.


Everybody Lies

Como siempre lo digo en este tipo de reseñas, cabe la remota posibilidad de que algún lector no conozca en absoluto la serie, y me gusta escribir también pensando en ellos. House M.D. fue un drama que, como mencioné en la introducción, tuvo como protagonista a Greg House, un médico especializado en enfermedades infecciosas y nefrología que se reconoce como un genio dentro de su área, y tiene un particular interés por la conexión que existe entre la condición humana y las interrelaciones, y los diagnósticos de ciertos tipos de enfermedades muy particulares. Con el correr de los años, House desarrolló un método para poder diagnosticar con precisión, el cual tiene sus fundamentos en ciertos parámetros, los cuales incluyen un exhaustivo conocimiento del paciente, para lo cual a él le resulta casi imposible ponerse en contacto personalmente con los mismos, sobre todo porque eso “acerca” al médico-profesional al estado de ánimo alterado del paciente y lo aleja de la posibilidad de poder tener una compresión del cuadro completo, y así, poder dar con la causa del malestar. Dicho esto, necesita de un equipo que se encargue de esto –la comunicación con el paciente y un seguimiento personal si fuera necesario-, y con el cual pueda armar una mesa de debate sobre el caso y lo ayude a acercarse a una solución. Además, House menosprecia los datos que un paciente pueda otorgarle sobre la afección que están sufriendo, y desestima cualquier dato que ellos puedan aportar, porque considera que todo el mundo miente -y la serie termina dándole la razón en casi todos los capítulos-, razón por lo cual intenta cerrar el análisis solamente con los síntomas visibles que percibe en la víctima.

Otro de los parámetros del método de House –que tiene su base en el diagnóstico diferencial - consiste en desafiar constantemente lo que la lógica indicaría en cada caso, o mejor dicho explorar una línea de razonamiento alternativa, pero racional, la cual muchas veces a primera vista parece contrastar con el sentido común, pero dentro del método de House es viable y le va a permitir salvar vidas, que al final del día es realmente lo único que le importa. El valor de la vida es lo más importante para los estándares de House, va de la mano de su infatigable búsqueda de la verdad, y se posiciona por encima de casi cualquier cosa, incluso de la calidad de vida. Esta cruzada pro-vida Greg no la lleva adelante irracionalmente, ya que, por ejemplo, sin llegar a ser abortista, tiene una opinión fuerte y polémica sobre el tema, porque no tiene ningún reparo en anteponer incluso sus creencias si el sentido común así lo indica.

It's never Lupus

Por todo lo mencionado anteriormente, el valor de House como Jefe del departamento de diagnóstico es enorme, y su condición de genio dentro de la medicina es algo que se da por sobre-entendido en la ficción de la serie, y por momentos es el único motivo que le permite conservar su trabajo y sus relaciones, porque en cualquier otro sentido, Greg House es un personaje despreciable, que si no contara con esa capacidad de análisis exquisita y ese profundo conocimiento de esta ciencia y de la condición humana, sin duda alguna sería linchado en la calle por asqueroso. El carisma del personaje solo se verifica con la audiencia, que no tiene que sufrir la compañía del mismo todos los días, y aún así hay momentos en los que uno, como televidente, desearía poder entrar a la ficción y ahorcarlo con un cinto luego de haberle pegado un tiro en cada rodilla. Y ese es el mayor valor agregado que el show tuvo: un Médico eternamente solitario (aún cuando lo vemos en pareja sigue respondiendo a los rituales básicos de un forever-alone), insoportablemente sarcástico, con una lengua filosa entrenada para herir y una insana obsesión por exponer la verdad a todo costo que viene de la mano de una ausencia total de filtro para las relaciones sociales, gracias a su genio y a algunos lineamientos básicos sobre ética en la medicina así y todo se transformó en un personaje entrañable para la audiencia, que lo acompañó casi sin caídas durante 8 años. La doble moral con la que maneja su vida –que no va mucho más allá de hacer lo que se te dé la gana en el momento que quieras, aún cuando eso afecte de forma negativa a los que te rodean- fue también un aliciente para que muchos pudiéramos empatizar con Gregui, y ni hablar de la riqueza de los diálogos y del nivel de las caracterizaciones, no solo de Laurie sino del resto del casting, pero al menos en lo personal, creo que otro punto que me hizo comprender muchas de las actitudes de House hacia la vida es su aflicción por un dolor punzante y constante que tiene en una de sus piernas, derivado de un infarto en el cuádriceps que carga con una historia que lo terminó llevando al divorcio, y que lo hizo adicto al Vicodin (nombre comercial de la hidrocodona, un opioide derivado de la codeína que se utiliza como analgésico), una situación que lo condiciona a tener que bajar cada tanto sus defensas y guardarse la soberbia en el upite para aceptar la ayuda que le dan y necesita para soportar tanto dolor.

El creador de la serie, David Shore, planteó el show para que fuera, en algún punto, una puesta al día de la obra de Sir Arthur Conan Doyle relacionada con el personaje Sherlock Holmes, en el cual cada crimen o caso a resolver por el astuto detective requiere de una lectura exhaustiva del lugar en el que se efectuó el ilícito, un conocimiento previo de ciertas áreas de la ciencia y también una holgada comprensión de rituales sociales y comportamientos del ser humano, sumado a una entrevista con las víctimas para constatar algunos datos. La única diferencia con House radica en el contacto directo con sus pacientes, algo que para Holmes era relevante, pero no imprescindible, pero Greg de todos modos cuenta con su equipo de trabajo, al cual nunca tuvo problemas en acosar hasta exceder los límites de lo permitido con tal de que los mismos revelen lo que él seguro estaba sospechando, o de presionarlos para que accedan al interior del domicilio del paciente sin autorización, en un divertido ritual de “allanamiento de morada” que terminó formando parte de uno de los tantos gags de la serie. Incluso la adicción al Vicodin es, también, un guiño a Holmes, y por supuesto su completa negación a comprometerse de por vida con una relación de pareja: ambos son defensores a ultranza de la verdad, y consideran que el matrimonio es uno de los mayores actos de hipocresía social a los que somos sometidos los hombres. Si, puse “los hombres”, porque si otra cosa identifica a la serie es su extremo machismo: la mirada por sobre la sociedad que entrega el show está filtrada por los cuestionamientos y planteos del mismo House, un tipo que disfruta sin culpa de la prostitución y hasta se jacta de eso. El show tuvo personajes femeninos fuertes, pero ninguna con reales posibilidades de plantarse mano a mano ante nuestro rengo favorito, incluso su superior durante casi toda la serie, la Dra. Lisa Cuddy (caracterizada magistralmente por la sexy MILF Lisa Edelstein), veía como su autoridad era constantemente socavada por House, sumado eso a la parva de humillaciones públicas que tuvo que sufrir producto de arranques de locura de su colega, todo por sostener durante años un sutil histeriqueo que terminó por consumar una relación que desde el comienzo estuvo destinada al fracaso.

Everybody Dies

Y House M.D. no iba a ser la excepción: luego de haber recibido un disparo casi mortal por parte de un paciente, haber perdido a casi todo su equipo de diagnóstico, haber puesto a prueba su amistad con Wilson producto de la muerte de Amber –la pareja de su amigo- en la que tuvo algo que ver, haber soportado el suicidio de uno de sus sub-alternos y la muerte de su padre, haberse internado voluntariamente en un instituto psiquiátrico, haber caído en cana por estrellar su auto intencionalmente en el comedor de la casa de Cuddy, el show llega al final con la revelación de que a Wilson le quedan solo 5 meses de vida producto de un cáncer… algo irónico teniendo en cuenta que el personaje interpretado por Robert Sean Leonard era oncólogo. Es así como House fuerza su salida de la prisión para poder pasar esos últimos 5 meses en compañía de su mejor –y único- amigo, en parte para lavar un poco la culpa que seguro tenía de la cantidad de veces que lo había cagado, y en parte porque… bueno, nadie en todo el planeta de ficción que rodea a House le ha tenido más paciencia que Wilson, lo mínimo que merecía por parte de Greg era eso.

Un show como House M.D. sin duda alguna no apunta a dejar alguna moraleja cuando finaliza, pero sin embargo lo hace: todo tipo de relación humana termina fracasando, incluso aquellas que tienen un lazo de sangre de por medio, por desgaste natural o sencillamente por la falta de sinceridad al llevar adelante la misma… se podría exceptuar la amistad, la cual, cuando tiene una fundación sólida, sobrevive el paso del tiempo y la distancia, soporta todo tipo de tempestades y se mantiene firme, accionando a veces en nuestra vida como ancla y como un par de alas, dependiendo del caso. Uno difícilmente se “divorcie” de un amigo, de un real amigo, y tampoco mantiene una amistad franca durante años por el miedo a traicionar un compromiso asumido, o porque haya una familia que dependa de ella. A los amigos, a diferencia de a la familia, podemos elegirlos, y tenemos razones válidas y sustentables para hacerlo que quizás solo nosotros entendemos, pero que las conocemos y nos permiten superar lo que se venga encima. Por supuesto que siempre primará, en la vida real y la ficción de House, la fatalidad del cierre o el final de cualquier tipo de relación, pero quizás a lo que apuntaba este final era que la amistad puede llegar a ser la más franca y gratificante de las relaciones humanas sostenidas en el tiempo.

Amén de esta reflexión personal y de lo que en su momento opinó la crítica especializada, el final de House M.D. está a la altura de la serie, y contó con todos los ingredientes que hicieron de la misma un éxito mundial sin precedentes dentro del género, que le permite al mismo Laurie hoy por hoy viajar por el mundo promocionando su música y que la gente vaya a escucharlo. Y, como sucede con este tipo de shows, el vacío que deja al culminar es enorme, y a dos años de haber finalizado la misma, aún se sigue sintiendo. Sí, tuvimos una genial Breaking Bad pero no hemos vuelto a ver un personaje tan intransigente e insoportable, y sin embargo tan querible y con tantos matices como House, y estimo pasarán unos años hasta que eso suceda. Por suerte, solo pasará una semana o menos hasta que nos volvamos a leer… en mi reseña número #100 en Tierra Freak, el jueves que viene.