jueves, 23 de octubre de 2014

La muerte de Wolverine - La Columna de Logan.



-Soy el mejor en lo que hago, pero lo que hago no es muy agradable: destapo cloacas.

-No será muy agradable, Maestro, pero con todo el baño inundado, si logra su objetivo, créame: usted acabará conformando un podio en mi vida junto con el Diego y Messi.

A veces la Casa de las Ideas es la punta de lanza de movidas interesantes y jugadas que demuestran que la experiencia que tiene como editorial no es en vano, y nos sorprende con historias y eventos inesperados que patean el tablero, barajan y dan de nuevo… y otras sencillamente se acopla a tendencias que ya llevan al menos más de dos décadas de práctica casi ininterrumpida intentando llamar la atención de los medios con recursos no mucho más elaborados que el llanto de una criatura cuando desea ese comuñe que duele más de 4 gambas.

El nick-name que vengo utilizando hace 2 años en Tierra Freak es Logan, y como casi todos deberían saberlo, lo tomé de cierto personaje Canadiense, cabrón e indestructible, que la editorial Marvel tuvo el beneplácito de matar hace algunos días. Cabe entonces desde mi lado una reflexión sobre lo sucedido intentando ser lo más objetivo posible. Es lo que intentaré expresar en las líneas que siguen a continuación.

  
La muerte le sienta bien

Superman lo cambió todo, cuando se trata de muertes de super-héroes. Allá por 1992, cuando el Supersquad de Mike Carlin llevó adelante el evento y la saga que culminaría en la ya clásica Superman #75 de Jurgens y Breeding con la batalla final entre Doomsday y nuestro Kryptoniano favorito, en los albores de la década infame (para la política de nuestro país y también para el comic yanquie), nadie pudo anticipar lo que se vendría después, pero el tufillo se podía sentir en el aire. Dicho evento tuvo tanta repercusión que fue cubierto por medios gráficos y televisivos como hacía mucho no sucedía con una historieta, en un momento en el cual el interés por lo que D.C. y Marvel hacían en papel estaba por encima de todo, no como hoy que el mismo fue relegado a un 2do plano, dado que la audiencia popular –y, para que engañarnos, también aquella que es habida lectora de sus personajes en el medio original- está mucho más pendiente e interesada en lo que sucede con las franquicias de ambas empresas en cine y televisión. No es que antes del deceso de Superman no hubieran caído en batalla héroes populares, la misma D.C. ya contaba entre sus filas de muertos con un Flash, una Supergirl, un Robin, e incluso había caído Black Canary por un cáncer, pero esta vez la estaba palmando el primero de todos, el más grande, el único, el invencible, el emblema de la editorial, el que lo inició todo… y los directivos de D.C., editores y guionistas además aseguraban que esto iba en serio. Tenían que hacerlo, dado que el personaje otras veces había estado, en distintas circunstancias y por algunos minutos, técnicamente muerto, pero esta saga acabaría de una vez y para siempre definitivamente con nuestro querido Kal-El.

En ese momento, cuando internet era aún un bebé de pecho y las noticias llegaban antes por los anuncios de las mismas editoriales en sus publicaciones o por catálogos impresos, no fuimos pocos los que quedamos impresionados con la decisión de la editorial, impactados con lo que estábamos por leer, y asustados por lo que se venía después. ¿Un mundo sin Superman, 4 Supermanes que reclamaban el puesto del máximo defensor de la verdad y la justicia, uno de ellos encima un injerto con parte robóticas que recordaba levemente el T-800 de Cameron? La historia, lo que siguió, es bien conocida por todos, no hace falta un recuento, pero me pareció sensato recuperar esto porque esta saga, este evento, por como lo expusieron los editores, por el impacto que tuvo, por las ventas que lograron y por como recuperaron el interés por el personaje, funcionó como estrategia de marketing, cerró por todos lados, y cuando nos quisimos acordar se terminó transformando en una tendencia.

La estafa se llevó a cabo con el consentimiento y el beneplácito de todos los lectores, más bien, como suele suceder en los films de acción, los cuales requieren de un acuerdo tácito entre el espectador y los realizadores para vivir la fantasía de imposibles escenas donde los protagonistas fuerzan las barreras de la física y coartan la verosimilitud del relato sobreviviendo a situaciones extremas casi sin rasguño. Todos sabíamos que Superman regresaría a caminar –o en este caso a volar- entre los vivos en poco tiempo, la expectativa estaba puesta en el cómo. Lo que ni los editores ni los guionistas en ese momento tuvieron en cuenta es que matando y resucitando al más grande de todos, y utilizando una campaña de marketing promocional acorde al grosor de lo que narraron que funcione y provoque la reacción en cadena en la opinión pública que esperaban y necesitaban, habilitaron al resto de los profesionales de esta industria a hacer lo mismo con absolutamente cualquier personaje, vivo o muerto. Si en nuestro país la justicia tiene una puerta giratoria en las comisarías y cárceles para aquellos que delinquen, desde la saga de Doomsday en adelante se habilitaron sendas puertas giratorias en los cielos de Marvel y D.C., y nadie permanecería muerto mucho tiempo, y ningún protagonista de ningún comic, por mucha chapa que tuviera, podría asegurar su supervivencia indefinidamente, lo cual tampoco sería tan grave dado que… de todos modos nadie permanece muerto mucho tiempo, ¿no? De lo que sí podíamos estar seguros es de que el fallecimiento o la resurrección de cualquier personaje de peso sería anunciado con bombos y platillos por la editorial correspondiente en todos los medios posibles, y mientras más importante sea el personaje, mas meses de anticipación tendríamos para prepararnos para la lectura de la historia que nos revelaría el cómo, que al final del día, es lo único que importa.

Old Man Wolverine

 “Que difícil se me hace cargar todo este equipaje. 

Se hace dura la subida al caminar…” 

Todo a pulmónAlejandro Lerner, del disco Todo a pulmón [1983]

Si en este contexto el cómo lo es todo, entonces la miniserie de 4 números Death of Wolverine, en la cual seremos testigos del destino final de Logan, no estuvo, lamentablemente, a la altura de las circunstancias. Es de agradecer que el dibujante de la misma haya sido Steve McNiven, un artista que el fandom conoce de taquito, y que el lector habitual de Marvel lo tiene muy fresco porque estuvo a cargo de los lápices de otro gran evento de la editorial: Civil War, la miniserie que al parecer pronto tendrá su versión Live-Action. Es de agradecer, digo, porque el tipo cumple con su parte, y nos entregó algunas páginas y escenas memorables, su diseño de Wolverine es óptimo y además se dio el gusto de mostrárnoslo con un par de detalles estéticos inesperados. Como narrador no descolla pero tampoco aburre, y se la jugó por un nivel de gore mínimo, mismo que requería esta saga, aunque a mí me hubiera gustado bastante más. Además, es uno de esos artistas íntimamente relacionados con la editorial, ya que salvo por algunas cosas para CrossGen, el resto de su trabajo lo realizó para Marvel, y con solo una década en la misma ya se dio el gusto de laburar con leyendas del medio como Millar, Bendis, Ellis y Brubaker

El guionista que dio forma a esta circunstancial última aventura del Canadiense más cabrón de la cuadra responde al nombre de Charles Soule, y después de haber escrito esta mini-serie deduzco que tiene un huevo menos que el resto de los hombres. Si, k-po: te faltaron huevos para escribir esta historia, es así. Volviendo al caso del recordado y ultra-popular deceso de Superman, en aquellos años, entre la lluvia de críticas que recibió el Supersquad de Carlin, una de las mismas era el villano que daba por terminada la vida del Kryptoniano, mismo que no formaba parte de la galería de enemigos clásicos del personaje sino que, por el contrario, era un personaje creado expresamente para poner fin a la existencia de Kal-El en la saga de su muerte. Una observación que yo no compartía, y en eso banco a full las decisiones que Carlin, Jurgens y el resto de los guionistas involucrados tomaron: si ibas a matar definitivamente a Superman, más vale que quien lo hiciera fuera un personaje que, mínimo, demostrara tener la valía de poder con tamaña proeza, y era de esperar que, en el camino hacia la resolución de la historia fuéramos testigos de un vendaval de destrucción solo equiparable con el mejor cine catástrofe, a fuerza de páginas y páginas de pura golpiza entre uno y otro. Doomsday, el personaje y la saga, cumplieron con ambos objetivos: de los 7 comics que componen la historia, 3 de ellos son casi exclusivamente un despilfarro de golpes entre el imbatible alienígena y Superman (que también es un alien, ¿no?), y uno de los mismos es un número de la liga, el Justice League America #69, en el cual Doomsday pela chapa de amenaza nivel DEFCON 2 al cargarse él solito a todo el grupo. Ok: era una formación de la Liga del Nacional B donde no estaban ni Diana, ni Bruce, ni Jordan ni Arthur Curry ni Billy Batson, pero de todos modos era La Liga de ese entonces, y uno de sus integrantes estuvo a dos minutos de palmarla durante el enfrentamiento. Superman ya se había medido mano a mano con criaturas de un enorme poder físico y una resistencia inusitada, como Darkseid o Mongul, y había salido airoso de dichos encuentros, su final tenía que estar, obligatoriamente, en manos de una amenaza desconocida hasta el momento.

Lamento comunicarles que en Death of Wolverine eso no sucede. Como es habitual en este tipo de reseñas de mi parte, hago un esfuerzo enorme por no spoilear situaciones o escenas fundamentales para disfrutar de la experiencia de absorber la obra a la que me estoy refiriendo, pero en este caso me veo en la obligación de imponerme una excepción: si bien aparece un enemigo “nuevo”, la “batalla final” tiene menos sangre que Ultron, dura apenas un par de páginas, y no es el causal directo del destino final de Wolverine. ¿Qué se puede rescatar, entonces, de esta miniserie? Bueno, algo que podemos objetar le faltó a la saga de Superman es, quizás, un revival del personaje, que hiciera sus últimos instantes más emotivos por el contraste que los recuerdos de buenos momentos vividos con el personaje generan en el lector cuando el mismo está siendo testigo del último aliento de su héroe. Death of Wolverine te va a dar tanto de eso que te vas a engolosinar: hay una procesión –predecible- de personajes clásicos del pasado de Wolverine que van desfilando como si se tratara de un sketch de SNL, pero que en algún punto los entiendo como necesarios para darle algo, un mínimo de contexto, un marco, a la historia. Si Soule tuviera dos escalones más de pericia incluso podría haber aspirado a armar algo tipo Hush [saga de Batman del 2003 con guiones de Jeph Loeb y dibujos de Jim Lee], ya que al parecer Marvel le dio piedra libre para hacer uso y abuso de cualquier personaje relacionado con el pasado de Logan (incluso personajes que, si la memoria no me falla, estaban bien muertos… pero ya lo establecimos más arriba: nadie permanece muerto mucho tiempo), pero no fue así, y mientras algunas visitas caen muy bien, otras son sencillamente ridículas… Están Japón y Madripur, también, digo… ambas regiones tienen una historia enorme con Logan, y siempre son bienvenidas aventuras que se desarrollen en esas exóticas tierras, sobre todo para el lector occidental.

Adamantium que me hiciste mal…


Ojo: hay una idea, que se deja ver y se entiende, de darle forma de círculo-ciclo a este recorrido final del personaje por parte de Soule, pero con eso solo no alcanza. Lo complicado de esto es que… no es la primera vez que leemos una historia que nos narra los últimos días del personaje. De hecho, bien podríamos decir que es la 3ra vez, aunque las dos anteriores no deberían contarse como parte de la cronología oficial del Marvel Universe. Una de estas veces fue Wolverine: The End, una simpática –por decir algo- miniserie del 2003 de Paul Jenkins que se encuadraba dentro de una serie de sagas con el mismo subtítulo y las mismas intenciones, y que incluyeron a Hulk, los FF, Daredevil, Punisher, Iron Man, y alguno más que se me está escapando. Lo mejor de esa producción: Marvel: The End, con Jim Starlin en guión y dibujo y Al Milgrom en tintas. Papa fina. Luego, hace no mucho, en junio del 2008, en la serie ongoing de Wolverine, en el número 66, comenzaba una saga que llevaba por título Old Man Logan, que tenía a Mark Millar en los guiones y al mismísimo McNiven en los lápices, y que nos narraba un futuro posible post-apocalíptico que podría suceder dentro de 50 años, en el cual casi todos los héroes habían fallecido, incluso Logan, y su lugar en el universo era ocupado por un granjero canoso retirado de las aventuras y dedicado a su familia… pero preparado para defenderla de cualquier amenaza porque, obviamente, Logan no había muerto aún y ese viejo hosco e iracundo no es otro que el Canadiense más famoso después de Justin Bieber, listo para pelar sus garras y descuartizar a quien ponga en jaque la seguridad de sus seres queridos. 

Como comentaba al inicio del párrafo anterior, teniendo como antecedente no una sino dos historias que ya nos habían narrado el final del Wolverine, una de ellas encima muy buena, que tuvo una gran repercusión y que para colmo estuvo incluida dentro de la serie mensual del personaje, pasemos de la “necesidad” de contar, una vez más, lo mismo pero desde otro lado, y esta vez incluyéndolo en la cronología oficial:  ¿no se debería haber establecido, editorialmente hablando, que dicho final fuera, como mínimo, superior a lo antes narrado, desde lo técnico pero también en la parte argumental? Fue un acierto volver a convocar a McNiven para los lápices, eso seguro, no solo por su destreza sino también por el guiño a Old Man Logan desde su arte, donde la cagaron feo es en dejar semejante desafío en manos de Soule, un guionista que no había trabajado seriamente con el personaje hasta ahora, y que tampoco dio muestras de haberse documentado correctamente –ni él ni los editores de la mini-serie- para afrontar este desafío. Cuando pecas de ingenuo y cometes esos errores, la terminas pagando, a corto o largo plazo. Yo escribo una reseña sobre esta mini-serie y dedico un 35% de la misma a explayarme sobre otra saga donde las decisiones que se tomaron fueron certeras, el impacto que se logró fue enorme e incluso marcó un punto de inflexión en la industria. Cuando finalmente leas Death of Wolverine, vas a reflexionar sobre ella, como mucho, hasta la próxima vez que vayas al baño, una vez salgas del mismo te vas a olvidar completamente de la saga, del evento, de su impacto (?) y hasta va a desaparecer tu interés por leer el regreso del personaje, dado que vas a elegir imaginar que Wolverine sigue vivo. Como viva sigue también esta sección, aún con dos años encima, y que espera volver a encontrarlos la semana que viene, acá, en Tierra Freak.