jueves, 18 de octubre de 2012

Peter Jackson no cayó - Esperando El Hobbit - La Columna de Logan.


Hace unos años en una reunión nocturna con un grupo de amigos, una mujer a la que le tenía mucho aprecio en medio de una acalorada discusión sobre recientes estrenos de cine deja deslizar la siguiente frase: “Uh, hablando de plata mal gastada en una entrada, King Kong… ¡Que pésima película!”.
Mi aprecio por esta persona descendió automáticamente diez escalones. Retrotrayéndonos al presente, hace unos días, después una acalorada discusión con un amigo (sí, tengo acaloradas discusiones todo el tiempo), llegaba a la conclusión de que, en mayor o menor medida, todos mis directores de cine “favoritos” en algún punto de sus carreras me decepcionaron con alguna de sus obras, y de ahí en adelante mis expectativas hacia el siguiente estreno de alguno de ellos descendía bastante. Por citar solo algunos, Tarantino con “Jackie Brown”, Kitano con "Glory to the Filmmaker!" y "Takeshis", Fincher con “Panic Room”, Ritchie con “Swept Away”, Smith con “Cop Out” y así…

Sin embargo, mi memoria me había jugado una mala pasada. Hay un director que todavía no me ha decepcionado, y en el que sigo poniendo todas las fichas en cada una de sus producciones. Su nombre es Peter Jackson, y hace unas semanas estuvo una vez más en boca de todos.


Esta entrada tiene como objetivo elevar una defensa a ultranza hacia la polémica decisión de Peter (yo lo llamo así, sin el apellido: me dio tantas satisfacciones que casi lo considero un amigo) de agregar una parte más a la saga fílmica que va a adaptar la primera de las novelas de J. R. R. Tolkien: The Hobbit.

Dudo que haga falta repasar la filmografía de Peter, mucho menos explicar quién es. Cuando a fines de los ’90 se supo que iba a ser el director encargado de adaptar una de las trilogía literarias más famosas, todo aquel interesado en este proyecto se puso al tanto de quién era este gordito neozelandés con cara de Nerd, y que méritos cargaba sobre su espalda como para osar llevar a la pantalla gigante tamaña obra. Entre la finalización de esta magnánima trilogía y el inicio de la producción de los dos (luego tres) films de El Hobbit, Peter bajó de peso de forma asombrosa, ganó 3 Oscars (Producción, guión adaptado y dirección de "The Lord of the Rings: The Return of the King") y dirigió otras 2 películas: The Lovely Bones (2009), que adapta la novela de Alice Sebold y cuenta la historia de una adolescente de 14 años llamada Susie Salmon, la cual es brutalmente asesinada y desde el mas allá hace un seguimiento de la crisis que vive su familia debido a su desaparición mientras planea una venganza contra su agresor, y King Kong (2005), una remake del clásico film de los ’30 de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Y acá quiero detenerme unos instantes.

Una vez más Peter se da un gusto como solo los grandes directores lo hacen, y toma revancha de un placer de su niñez. Fascinado de pequeño por la historia del gorila gigante encontrado en una salvaje Isla perdida en el océano índico (fascinado a punto tal que la experiencia de ver este film fue lo que le disparó la idea de convertirse en director de cine), una de sus cuentas pendientes como productor y director era llevar adelante una remake de esta película, como ya lo había hecho una vez Dino De Laurentiis en 1976. Y, una vez más, el camino no fue sencillo (para Peter nunca lo es, siempre cuesta arriba), sobre todo si tenemos en cuenta que la realización de este proyecto es incluso anterior a la de LotR. El éxito de la trilogía y los 3 Oscars ganados logró lo necesario para destrabar los derechos para encaminar esta épica historia. Y consiguió lo que nadie, ni el más optimista fan del neozelandés, esperaba: una preciosa, excitante, dramática, tensa, tierna y enorme historia de amor entre un Gorila nunca tan humanizado y una bellízima y apetecible Naomi Watts, en una actuación sublime que nos dio una de las químicas más fuertes y bizarras de la historia del cine. Por supuesto que parte del mérito del éxito de esta producción recae en las manos del estudio Weta Digital, la compañía de efectos especiales Neozelandesa fundada por el propio Peter para la película Heavenly Creatures (1994) que se ha hecho cargo además de los efectos de la ya mencionada trilogía, así como también en la increíble caracterización que hizo del gorila Andy Serkis, que no tiene nada que envidiarle a la que el actor británico ya había hecho del simpático (?) Gollum. No conforme con eso, el film es enorme, gigante, muy ambicioso, e impactante. La absoluta soltura con la que salta de la aventura fantástica al drama, del humor al terror o del film de desastres al del romanticismo trágico, todo esto en medio de un apabullante marco de efectos y diseño de producción que seguramente harían babear al mismísimo Steven Spielberg, tiene el sello inconfundible de Jackson. Para muestra, basta un botón: en una New York de los años 30 sumida en el caos por el escape del peligroso Gorila de un teatro de Broadway, Kong, enfurecido y dispuesto a aplastar a Driscoll (el personaje de Adrien Brody) se encuentra con Ann (el personaje de Watts) y el tiempo parece detenerse con total naturalidad para reflejar ese momento único y emotivo, y uno cree estar presenciando el reencuentro de dos fogosos amantes perdidamente enamorados uno del otro.



Aplausos, aplausos de parado. ¡¡¡Aplaudan, dije, manga de putos!!!


Volviendo al Hobbit, ¿Cuál es, entonces, la polémica? La misma  se genera por dos motivos: las matemáticas y la falta de crédito/fe/confianza que se le tiene a mi amigo Peter. Las matemáticas nos señalan que si fueron necesarios 3 films para retratar la épica travesía de Frodo y sus compañeros para destruir el anillo único, misma que en libros acumula 1.368 páginas, entonces para adaptar The Hobbit, que solo tiene la módica suma de 310 páginas, no debería ser necesario más de una película, cuanto mucho dos. Tres es una exageración, un despropósito, un robo, una estafa, una muestra más del oportunismo de esos voraces productores de Hollywood, habidos por robarnos todo el dinero que puedan de nuestros bolsillos con costosísimas producciones pochocleras sin contenido que se estrenan una detrás de otra obligándonos a desembolsar un porcentaje altísimo de nuestros sueldos en esas cada vez más caras entradas al cine. Malditos bastardos millonarios ellos, malditos idiotas Zombies nosotros. ¡Maldita sea! Y, por supuesto, el primero al que le apuntan los cañones es a Jackson. Los reclamos no terminan ahí: existe otra cuenta pendiente que todo fan de Tolkien le va a recordar al ex-gordito cada vez que tenga oportunidad, y la misma es esta biblia de la Tierra Media que lleva por nombre El Silmarillion. Y, por supuesto, las matemáticas de nuevo: ¿Cuántas películas va a necesitar el día de mañana para adaptar esta obra, quince, veinte? Y ya que estamos: ¿Por qué no la adapta antes que ponerse con una novela de tono infantil que el viejo John Ronald Reuel escribió solo para entretener a sus hijos y que nunca pensó terminaría siendo publicada?
Bajemos dos cambios, gente. Primero y principal, informémonos un poco. Y luego, antes de saltar como unos desaforados a la yugular de mi amigo Peter, confiemos en su criterio. Si nos retrotraemos en el tiempo y vamos a los inicios de la producción de esta nueva historia de la Tierra Media, cuando Jackson era productor –aún no director- y además estaba a cargo de escribir el guión adaptado junto con su esposa Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro, la idea era hacerla una trilogía, pero los costos no cerraban y tuvieron que conformarse con 2 films. Ya en ese momento existía un inconveniente de derechos por lo cual no es posible adaptar completo el libro que hoy conocemos como El Silmarillion, aunque sí algunas de las historias que allí se narran. Es ese, y no otro, el principal motivo por el cual aún no hemos podidos disfrutar de una saga fílmica inspirada en este material. Y ahí es entonces cuando Peter y su equipo toman una decisión usando el sentido común que a muchos detractores de la próxima trilogía les falta: “si no podemos adaptar El Silmarillion, y no sabemos si alguien alguna vez va a poder hacerlo, tomemos lo que podamos de ahí, agreguemos las 125 páginas del apéndice de la trilogía que ya filmamos, y busquemos la manera de meter todo eso en el guión del Hobbit”. Sumémosle a esto que en realidad para poder contar la trilogía original tuvieron que “cortar” y “editar” gran parte de esa gigantesca aventura (y solamente por eso se pudo narrar en tres películas, bien podría haberse contado en seis y ninguna sería más o menos aburrida que las originales) y que ahora, con el Hobbit, eso no va a ser necesario, y no solo no tenemos la mas mínima excusa para quejarnos de esta decisión, deberíamos tener solo palabras de agradecimiento para con Peter Jackson, una vez más. Pero vivimos en un mundo de desagradecidos, eso está más que claro.

Finalmente, retomo algo que expresé al comienzo del párrafo anterior: después de haber asistido a la espectacular e inolvidable experiencia que fue la trilogía de The Lord of the Rings, después de habernos emocionado como a niños con la ternura, la épica acción y el suspenso de King Kong, después de habernos asombrado y erotizado con Heavenly Creatures y habernos hecho reír y asustar por partes iguales con The Frighteners, ¿no merece Peter un poco mas de crédito? ¿No se ha ganado nuestra confianza? Y lo más importante: ¿no guarda él tanto o más cariño que nosotros a la obra de Tolkien?
Mi consejo: esta vez, dejemos el Técnico que todos tenemos dentro de lado, preparémonos para disfrutar una vez más de una aventura preciosa narrada de forma exquisita y opinemos con el diario del Lunes.

Ah, en el comienzo de la nota hice trampa: Danny Boyle es otro director que aún no me ha decepcionado. Una lástima ya que si llegaron hasta acá ya leyeron toda la nota y cayeron en la misma. Lo lamento, establecer ese tipo de hipótesis no es lo mío. Muy mal. :p